Marcela Barbaro

El Renault 12 fue uno de los autos más vendidos en la Argentina. Es un modelo que marcó tanto una época como a una generación pasada. Los guantes mágicos será el espejo que reflejará ambas cosas.
Después de Rapado y Silvia Prieto, Martín Rejtman vuelve a encauzar los problemas de una generación que ronda los cuarenta, afectada por la crisis económica y social argentina, a la que se suma la desvalorización de los tiempos que corren.
Alejandro (Gabriel “Vicentino” Fernández Capello) es remisero. Maneja su queridísimo y cuidado Renault 12 y no tiene más aspiración que esa. Distanciado de su novia Cecilia (Cecilia Biagini), una depresiva crónica que busca refugio en fármacos y alcohol, forma amistad con un pasajero, Sergio, alias “Piraña” (Fabián Arenillas). Un músico desconocido que grabó su primer disco de rock pesado. Juntos, y tratando de hacer “el negocio” de sus vidas, deciden importar guantes mágicos.
A esta trama, se entreteje un universo de personajes de lo más disparatados y con logradísimas interpretaciones. Una azafata despreocupada y reiterativa (Valeria Bertucelli), el hermano de “Piraña”, que consiguió trabajo en Canadá como actor porno (Diego Olivera), Susana (Susana Pampín), esposa de “Piraña”, una consejera y preguntona verborrágica con síndrome culposo y un paseador de perros depresivo. De este circo, se desprenden las situaciones y los diálogos más absurdos. Un discurso cargado de sarcasmo, que da lugar a la risa y a la melancolía al mismo tiempo.
Rejtman muestra su mirada desilusionada sobre la realidad. Sobre el apego hacia valores que hoy se consideran caducos. Retrata la monotonía diaria a través de un tiempo continuo, sin respiro, donde cada uno se deja llevar por la vida. Y en esa cotidianidad, los seres son estancos y pasivos, más allá de que una circunstancia anecdótica se les cruce por el camino y cambien un poco de rumbo. Nadie se plantea nada ni si pregunta el porqué de tantas cosas.
En un mundo donde lo que predomina es el individualismo, la soledad y la incomunicación, el consuelo está volcado hacia un bien material, el auto. “¿No será que el coche te habla a vos, que está queriendo decirte algo?”, le pregunta Valeria a Alejandro, y en esa pregunta se podrían comprimir las falencias que nos aquejan y los consuelos que nos inventamos.
La vi este fin de semana. Me llamó la atención que a pesar de funcionar como grupo todos los personajes, ya que se encuentran en varias oportunidades y se establecen lazos entre ellos, cada uno está en la soledad más absoluta.
ResponderBorrarY sí, creo que el auto es el único compañero de Alejandro, quien encuentra en todos los autos semejantes "voces" que le hablan.
Buen reflejo de nuestra sociedad.