30 marzo 2006

Acerca del 24 de marzo...


Recibí este comentario a la nota 24 de marzo, día aciago de alguien de mi generación, de alguien con quien he compartido este año la angustia y el dolor que sobrevoló la fecha. Creo que su comentario tiene el valor de una explicación, al menos para mí, de por qué creo que no se ha escrito aún el libro que hable de los 70, ni se ha filmado la película que retrate fielmente esa época; por qué el daño es irreversible y la herida tan profunda; por qué hablar hoy de los 70 aún no es anacrónico... Ella tiene una manera de decir las cosas, de verlas, de explicarlas... que admiro. Espero que a ustedes les sirva, como me ha servido a mí, y también espero que vuelva a publicar aquí, con un motivo menos doloroso.
Gracias a vos, Elena, por escribir lo que sigue.
LS


PARA LILIANA:

Leí tu nota sobre el aniversario del golpe… los 30 años…. Pasé la semana sin palabras o casi sin palabras. Sé que tomaste Montoneros, una historia y Garage Olimpo porque son las que te quedaron en la cabeza. En realidad, las dos hacen un aporte, sólo un aporte, a la construcción de la memoria colectiva. Digo a propósito “un aporte”, porque con un poquito de cada uno toma forma la historia total, se arma el rompecabezas. Como, lamentablemente, somos protagonistas de esa historia, ya sea desde la cárcel, desde la búsqueda de parientes o amigos, desde la vida en un país ocupado, desde el exilio y hasta desde la indiferencia; como somos parte de ese tiempo, todos aportamos nuestra memoria subjetiva.

El cine nos completa, nos molesta, nos duele, nos indigna, pero creo que la literatura y el cine son los que recrean (fea palabra para este tema) esa realidad de hace treinta años ya, tan llena de secretos, de lagunas y de silencios.

Frente al horror, la respuesta es el sin palabras. “Me quedé muda de espanto”.

Vivimos varios golpes de Estado, distintas dictaduras militares y conocimos gobiernos parecidos de países hermanos, con el mismo sello de tortura y desaparición.

En nuestro país, quizás lo que marca la diferencia entre el golpe del 76 y las anteriores dictaduras es el robo de chicos.

A tanto nunca se había llegado. Hay límites que hasta en las guerras más cruentas se han respetado pero aquí no, aquí se robaron los chicos.

Es doloroso asomarse a Historias Cotidianas, de Habegger o a Hijos del alma, la peli de Carmen Guarini y Marcelo Céspedes, o a Nietos, o a Cautiva. Quedamos como suspendidos en el aire, sin palabras ante el testimonio de lo ominoso, la máxima perversión, las peores pesadillas de los hijos –que desaparezcan los padres– y las peores de los padres –perder los hijos– y aparecen rostros alegres, de jóvenes sonrientes que muestran las fotos de los padres que también son jóvenes sonrientes, eternamente jóvenes, con miradas brillantes, pieles suaves, cabellos al viento y los hijos sobrevivientes hablan mientras las cámaras registran cada palabra y cada gesto imperceptible. Algunos, heridos de muerte sin haber muerto, pajaritos con un ala quebrada, cuentan sus vidas como protagonistas de una historia involuntaria, con años de mentiras de las que tratan de salir; otros, orgullosos de las luchas de sus padres, parecen militantes de una causa antigua, anterior a la caída de la cortina de hierro, una causa que hoy no existe, salvo en los ideales generales básicos de cualquier religión, como lo son la justicia, el amor al prójimo, la honestidad, el bien.

Estos chicos, víctimas del abuso militar, a los que les robaron sus familias completas para compartir sus días de infancia y a los que ahora les devuelven pedazos, aparecen en la pantalla y le dan estatuto real al silencio, al ocultamiento, a la mentira; se imponen con la verdad de lo que son y de lo que pasaron, legitiman muchos años de nuestra historia afirmándola como historia de dolor, de sufrimiento, de algo oscuro y tenebroso a lo que nunca más debemos volver.

Papá Iván, Encontrando a Víctor, Historias Cotidianas, Hijos-el alma en dos, Nietos-Identidad y Memoria, Cautiva, y las que vendrán, porque todavía es pronto y recién se empieza a poner en palabras lo que pasó, como retazos de una bandera gigante, nos cuentan nuestra propia historia y por eso cumplen, como siempre lo hizo el cine, con retratar lo que somos.

Yo, personalmente, soy la Yoli y de ahí no me muevo.

28 marzo 2006

Los imprescindibles: D

En estricto orden alfabético:

...de DAVES, por sus westerns 3:10 a Yuma, El último vagón y La flecha rota. No las recuerdo demasiado, pero sé que las vi en el cine de mi infancia, en las tardes de matinée de los domingos, y que me entretenían muchísimo.

...de DEL CARRIL, por el compromiso político de Las aguas bajan turbias, por La Quintrala, Una cita con la vida y La calesita. Melodramas de los 50, despecho y nostalgia.

...de DEMARE, por Un guapo del 900, Mercado de abasto y Los isleros. Imposible más argentino.

...de DEMY, por Piel de asno, un recuerdo de adolescencia.

...de DE MILLE, por Los diez mandamientos, El mayor espectáculo del mundo, Sansón y Dalila (esta última terrible de mala), también vistas en ese cine de mi niñez.

...de DEMME, por la magnífica puesta en escena de El silencio de los inocentes. No puedo olvidar la imagen de la celda donde aparece crucificado un guardia, es aterradoramente genial.

...de DE PALMA, por Hi, mom!, El fantasma del paraíso, Carrie, Vestida para matar, Blow out, Scarface y Doble de cuerpo, principalmente: cine de mi juventud. Un poco menos de entusiasmo por Los intocables, Misión imposible o Carlito’s way, aunque disfruto sus movimientos de cámara, sus encuadres característicos, su desborde. Y quisiera regalarle a mis ojos y a mis oídos el documental que hizo sobre Bruce Springsteen.

...de DE PEDRO, por sus documentales Iniciación de un shamán y Juan Vicente Gómez y su época. Un español que se enamoró de Venezuela y trató no sólo de entenderla, sino también de explicarla.

...de DE SICA, por ser un maestro, por poner a la realidad en tela de juicio y abrir un debate sobre ella. Por sus Limpiabotas, la magnífica Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán, la desgarradora Umberto D y la feroz Dos mujeres.

...de DIEGUEZ, por su segmento en Cinco veces favela y por Los herederos. Implacable cinema novo.

...de DIETERLE, por La vida de Emile Zola, que me permitió buscar libros de este autor y amarlo por la crudeza de sus descripciones y lo trágico de sus historias.

...de DISNEY, por su creatividad, por acompañarme en mi infancia, por sus magníficos cuentos... pero con varias facturas pasadas: por sus familias incompletas, sus golpes bajos, su ridiculización del fracasado... (y no hablemos del triste papel que hizo durante la caza de brujas que inició Mc Carthy). Así y todo, es indispensable porque ha sido parte de mi formación y porque no puedo negar su talento (sigue educando a las distintas generaciones desde 1922) y siguen (sus herederos) una política de comercialización de su cine que es admirable: cada año reaparece uno de sus largometrajes, uno por año..., que luego desaparecen por seis años, en espera de la próxima generación. Quizá allí radique el secreto de su inagotable permanencia en el mercado (sin ánimo de herir a quienes lo aman).

...de DI TELLA, por Montoneros, una historia. Excelente documental sobre las consecuencias de la militancia política en la Argentina de los 70.

...de DMYTRYK, sólo por Warlock. Un western con mayúsculas.

...de DONEN, por su musical Cantando bajo la lluvia, aunque no sea mi género preferido. Aunque sólo sea por haber inspirado con esa canción a Kubrick en La naranja mecánica.

...de DORIA, por Los miedos y Esperando la carroza. Frescos de una Argentina que ojalá se quede en el pasado.

...de DOVJENKO, por su grandiosa La tierra. Formalismo ruso en esencia. Maestro total.

...de DREYER, por La pasión de Juana de Arco, Ordet y Páginas del libro de Satán. Por sus planos tan cercanos, por su austeridad, por la composición pictórica de sus escenas. Por su sensibilidad, por todo lo que nos transmite.

...de DULAC, por su manera de transmitir sentimientos a través del surrealismo de La caracola y el clérigo y La sonrisa de Mme. Beudet.

...de DUNNING, por el maravilloso Submarino amarillo. De más está decir que pertenece a mi más tierna adolescencia.


Quedan afuera Dassin, Delvaux, Doniol-Valcroze, Durás –no conozco su filmografía, aunque ha escrito varios guiones de películas imprescindibles–, Duvivier, Dwan, De la Torre, De la Cerda, Desanzo, Dante, De la Iglesia, Donaldson, Dorrie..., por ignorancia mía, porque no me gustan o porque me aburren.

Liliana Sáez

24 marzo 2006

Jueves de silencio



Hoy es jueves de pañuelos blancos
que se marean en la Plaza de Mayo.
Se asfixia mi garganta
y mis piernas avanzar ya no pueden;
veo lágrimas caer desde muertos cabellos
que no hacen más que salpicar con furia la impunidad del aire
hacia el silencio tajante con que se viste la indiferencia
sobre los ojos ciegos de un pasado joven.

La gente está abrazando la plaza
forman una ronda gigante de flores
un homenaje, hacia esos retratos colgando
que quieren terminar sus pesadillas
y alcanzar la libertad exiliada de sus nombres.

Sin embargo, así seguirán y seguirán hamacándose...
nadie pedirá perdón en sus oídos
ni reparará el respeto de sus almas.

Marcela Barbaro

24 de marzo, día aciago


Años de plomo, noche oscura… son algunos de los adjetivos que caracterizan la etapa de la última dictadura argentina, aquella que cumple hoy, 24 de marzo, 30 años de su inauguración. Yo agregaría, etapa de vergüenza, años de dolor, de terror, pérdida de una generación valiosa…

El 24 de marzo de 1976 estaba estrenando mis 22 años. El cielo se vino abajo como un manto pesado, la bronca y el miedo se peleaban por sobresalir en mi vida, así como en la de tantos otros. La militancia podría haber seguido y quizá hoy sería una “desaparecida” (“No están ni vivos, ni muertos… están desaparecidos”, decía Videla cuando le reclamaban por la gente que secuestraban, torturaban y asesinaban), pero mi vida tomó el rumbo del exilio, junto a mi familia. Nunca sabré si hice lo correcto. Es una duda que carcome a la gente de mi generación que ha sobrevivido. Muchos cargamos la culpa de estar vivos…

El cine ha intentado reflejar esos años en innumerables películas. Todas tocan algún aspecto de la pesadilla. Pero hay algo que ninguna ha conseguido. A mí, personalmente, me interesa hablar de dos de ellas. Una, Montoneros, una historia, porque a través del documental, Andrés Di Tella le da la palabra a una militante que ha sobrevivido, y a quienes vivimos esa etapa de nuestra historia, nos evoca los sentimientos y el sufrimiento experimentado. La otra, Garage Olimpo, una ficción que transmite el horror desde la experiencia de una militante secuestrada.

Las comparaciones son odiosas, pero estas dos películas vienen a mi mente cada vez que se trata de ilustrar esa etapa histórica. La única coincidencia es que, en ambas, la protagonista es una militante; pero el planteo estético, la propuesta ideológica y la resolución son diferentes.

Montoneros, una historia introduce su relato con la presentación de la agrupación peronista que le dio batalla a la dictadura desde la lucha guerrillera. A través del testimonio de Ana, una militante que aún se plantea interrogantes, como la mayor parte de su generación, Di Tella va relatando momentos puntuales de esa época: la muerte de Aramburu, hecho con el que se inauguran los Montoneros frente a la opinión pública; los choques armados; la llegada de Perón en lo que debería haber sido una fiesta, pero que en Ezeiza se convirtió en campo de sangre; el día que Perón trató a la juventud de “imberbe” y la Plaza de Mayo se despobló; la muerte de Perón y el gobierno de Isabel; el golpe de estado del 24 de marzo de 1976… Esa historia, construida a través de los hechos que la caracterizaron, nos permite conocer las vicisitudes que vivieron los militantes, ya sea a través de la narración de Ana, de las imágenes de archivo, de los testimonios de otros militantes, de la identificación con personalidades paradigmáticas en el peronismo.

Por su parte, Garage Olimpo nos cuenta la historia de María, una chica que alfabetiza en una villa miseria. Pero la introducción del relato se hace a través de una joven que coloca una bomba debajo de la cama de un general, padre de su amiga. Planteada así, sin más, pareciera que a la “terrorista” no la impulsara ningún móvil, por lo que no entendemos cuál es la razón de su acción. El film se desarrolla, en su mayor parte, dentro del campo de concentración, donde María será torturada y luego, seducida por su violador. La violencia está presente durante toda la película, en todos los matices posibles: los falsos fusilamientos, el lanzamiento de un militante por el balcón de su casa en un allanamiento, la apropiación de la propiedad de los secuestrados, la solución final… ¿Qué vimos al cabo de una hora y media? El calvario por el que pasa María, los ataques incomprensibles de la guerrilla, la perversidad del que detenta el poder… Sufrimos como locos, salimos destrozados de la sala, pero no nos quedó nada más que la sensación de que todo fue un horror. Y sí, lo fue, pero lo que no dice Garage Olimpo –eso me indigna– es que esa juventud que fue secuestrada, torturada y asesinada…, desaparecida, tenía ideales, y estuvo dispuesta a dar más que la vida por defenderlos.

Por eso hoy, cuando en mi país se debate si el crimen que cometieron los militares de la última dictadura es de lesa humanidad, si las leyes de punto final y de obediencia debida son ilegales, si debe derogarse el indulto que absolvió a quienes cometieron esos crímenes, yo sólo pienso que debería haber justicia por los miles de desaparecidos, por los niños apropiados por la dictadura… y debería haber un cine que fuera verdadero testimonio de lo que en este país sucedió, y no simple ilustrador que sólo toca las teclas más sensibles del espectador.

Liliana Sáez

Identidad y memoria

El cine como medio de comunicación y expresión está inmerso dentro de un contexto social que no puede dejar de reflejar. Y al ser parte y consecuencia de ese contexto, forma su identidad. Se identifica y se diferencia de otros. En nuestro país, la palabra identidad tiene una carga connotativa propia que se asocia indefectiblemente a la expropiación que sufrió esa Identidad a partir del Golpe de Estado de 1976. Hoy, al cumplirse treinta años de aquel suceso, no podíamos más que acompañar y cubrir ese cine que lo ha documentado.

NIETOS
Marcela Barbaro

Durante el período de facto que sufrió nuestro país 1976-1983, muchas personas desaparecieron. Algunas dejaron a sus hijos, otras los tuvieron en cautiverio donde terminaron siendo entregados en adopción legal o ilegal, y a otros… Esos hijos que quedaron desconociendo su verdadero origen hasta poder encontrarlo es el punto de inicio y en torno a lo cual girará todo el documental.

Con el apoyo y colaboración de Abuelas de Plaza de Mayo, Nietos nos muestra paralelamente la lucha que ellas emprendieron para esclarecer la verdad y la recuperación de la identidad, y la experiencia de vida que debieron transitar los hijos y/o nietos adoptados hasta recuperar, gracias a ellas, su verdadera identidad y rearmar su propia historia. En el 2004 ya habían restituido 77 chicos a sus familias biológicas, hoy ya se han encontrado 83. Son esos logros, como esas uniones, los que engendran la esperanza y la fe en el arduo y doloroso camino de la búsqueda.

En Nietos el discurso cinematográfico subordina su estética a la verdad y a la demanda del tema, alejando su mirada de sí mismo. El espectador viaja, en ese micro o en ese coche que vemos, y entra a los hogares de los entrevistados para escucharlos, respetando sus silencios y llorando junto a ellos, compartiendo los recuerdos de fotos que hablan, siendo partícipes de los espacios dejados por otros y celebrando la felicidad de su lucha cuando encuentran a quien tanto buscaban. Se construyen espacios intimistas y de mucho respeto, donde el enunciado está sujeto a los tiempos del entrevistado. El montaje, que hasta la mitad del film no se unifica y es un tanto desprolijo, da un vuelco hacia el final, logrando una mejor unidad argumentativa, donde se ensamblan las historias bajo una misma causa. Por otro lado, las imágenes de archivo enmarcan y enfatizan las diferentes situaciones contadas por los sobrevivientes. Un registro histórico que nos vuelve la mirada hacia un pasado para invitarnos a repensarlo. Hace énfasis en la importancia de la memoria para combatir el olvido. Sin memoria no se avanza y no se crece.

Ávila sabe de qué habla y no se siente ajeno a las exposiciones que registra. Es hijo de desaparecidos. Él forma parte de las historias que retrata con mucha calidez y espontaneidad. Formó verdaderamente un encuentro entre iguales.

¿Cómo se arma nuestra historia si desconocemos nuestra identidad?. ¿Cómo vivir con la pregunta constante de quién soy y de dónde provengo?. La identidad nos hace personas únicas e íntegras. Y la memoria enseña a no repetir pasados cruentos. El plano de una mano apoyada sobre un vidrio, y que al alejarse deja sus huellas, es una bella metáfora de esas búsquedas reparadoras e indispensables.

22 marzo 2006

SuperBergman

Marc Jardí es el “culpable” de que este blog exista. Pues visitando Cine, vicio, subcultura, me contagió las ganas de crear un espacio para compartir con los amigos.
En sus escritos, Marc conjuga la delicadeza del poeta con la rebeldía del iracundo. Esta vez se inclina por lo primero, para rendirle un homenaje a Bergman. ¡Bienvenido!
LS


EL CONTRASTE Y EL AMOR POR AGNES
Marc Jardí



El tic tac de un reloj. Letras blancas sobre fondo rojo. El silencio aterrador y el grito doloroso. Personajes de negro en un espacio rojo. Y Agnes de blanco, acostada en una cama blanca en una pequeña parcela blanca dentro de un infierno.

Agnes... cada vez que le veo reafirmo lo enamorado que estoy de ella y lo mucho que ha perturbado mi existencia. Creo que no le olvidaré en mi vida. Es de esos personajes antológicos, legendarios.

Bergman ha retratado y taladrado el alma humana como nadie. Aquí lo hace con cuatro mujeres.

Karin, María, Ana y Agnes son personajes realmente atractivos, pero yo me quedo con esta última, por afinidad, por contraste, por romanticismo.

Agnes, que parece que paga injustamente los celos que sintió de pequeña, que paga el contacto familiar que se ha perdido, que paga la indiferencia y el egoísmo de sus hermanas. Agnes, yo te amo y acuno cada noche como lo hace Ana.

SuperBergman, que en cada película que hace se supera a sí mismo llegando a límites de austeridad solo comparables a los de Dreyer, trae en Gritos y susurros un cuarteto romántico, donde la cámara, testigo inmóvil de todo, incita al espectador a que intente inútilmente posar sus manos en la pantalla para salvar a Agnes.

Bergman conmueve con sus imágenes, como ese plano pictórico de “Piedad”, o comparando los últimos días de Jesús con los últimos de Agnes: el desprendimiento de vestiduras, la sed, el oscurecimiento de la habitación y la crucifixión.

Esos fundidos en rojo para introducirnos en las entrañas de los personajes, esa manera que tienen los personajes de tocarse las mejillas, la luz de las velas, esos susurros interiores son los que convierten a Bergman en uno de mis cineastas de cabecera y a Agnes en mi amor platónico.

20 marzo 2006

Re-visiones: Mala sangre

MAUVAIS SANG

El imperdonable olvido de Leos Carax en mis Imprescindibles (gracias, Marc, por recordármelo) amerita que publique una crítica que le hice a Mala sangre hace ya bastante tiempo.
LS



Mala sangre es el segundo largometraje de Leos Carax, un cineasta que había debutado con Boy meets girl (1983), cuando el cine francés se hallaba en una profunda crisis. Su película supuso una esperanza para una cinematografía que parecía haberse agotado en historias reiterativas o en modelos ya caducos.

Mala sangre cuenta una historia sencilla. El suicido de un hombre nos permite conocer las relaciones establecidas entre La Americana y Marc, quienes desean obtener una muestra del virus STBO, aislado en un importante laboratorio. Marc contrata a Alex –quien posee una increíble habilidad manual– para robarlo. Frente a este esquematismo, Carax desarrolla otra historia, más intimista, la de las relaciones que se establecerán a lo largo del film entre los personajes. Personajes y relaciones son enriquecidos por un sutil sentido del humor, así como por la delicadeza en su desarrollo. Alex huye del pasado, dejándole todas sus pertenencias materiales y afectivas a Thomas. Acepta el trabajo ofrecido para obtener dinero y comenzar una nueva vida en el extranjero. Marc, un hombre maduro y su amigo Hans viven en una antigua carnicería, junto a Anna, la mujer que Alex ha visto aparecerse en sus caminatas solitarias o en el recorrido de algún autobús.

Thomas ama a Lisa. Lisa ama a Alex. Alex ama a Anna, pero Anna ama a Marc.

Carax ha diseñado cuidadosamente cada plano. La relación entre Lisa y Alex se desarrolla en espacios abiertos y luminosos. El encuentro de Alex con Anna se lleva a cabo en una escenografía de blancos, negros y grises, donde, de vez en cuando, se cuela algún color primario: la chaqueta amarilla de Alex, la sábana roja o la bata azul de Anna. Los primeros planos permiten que la gestualidad de los actores dé espesor a la construcción de los personajes. Los planos generales, cortos, son escogidos para mostrarnos a Marc, recorriendo nervioso la “sala” de su casa.

La descripción de los personajes, aparentemente, es lineal. Sin embargo, son seres conflictuados. Marc es reservado, inquieto, distante. Se opone a su figura la de Alex, quien es hábil, espontáneo, insconsciente. La entereza de Marc se ve derrumbada por la posibilidad de una venganza por parte de La Americana, sumiéndolo en el miedo, en la débil cobardía. La destreza de Hans como médico, su solidaridad e incondicionalidad como amigo contrasta con Thomas, amigo de Alex, y su miserable traidor. La dulzura que sugiere el personaje de Lisa se ve contaminado por la descripción que de ella hace Alex: ama la velocidad, es capaz de lanzarse de una moto en movimiento si su amante no la mira cuando ella lo necesita. Romanticismo juvenil, en el que la muerte juega un papel posible. Sin embargo, Anna también es un ser dulce, pero no atormentado como Lisa. Su serenidad es característica fundamental de su personaje. Se trata de seres huérfanos que se debaten en sentimientos muchas veces encontrados. La soledad de Alex, a pesar de ser amado por Lisa y de estar junto a Anna, es tal que el desenlace de su historia no pasa de ser un trago amargo.

La esencia del film se halla en la extensísima secuencia en la que Anna y Alex quedan solos, mientras Marc duerme, luego de su crisis y Hans ya se ha retirado. Vulnerables frente a los ojos de quien pase frente a la puerta de vidrio, al mirón..., Alex y Anna desarrollan su relación entre recuerdos juveniles y sentimientos expuestos, donde priva la sinceridad. La emotiva escena en que Alex trata de consolar a Anna con sus dotes de prestidigitador es magistral.

Carax compone una historia trágica, de amor, de traición y de muerte, con un sutil sentido del humor: el virus STBO sólo ataca a los que hacen el amor sin sentir amor; la presencia del cometa Halley provoca un calor desmesurado, al extremo de calentar el pavimento, para amanecer con nieve; la secuencia del lanzamiento en paracaídas desde el avión, que al principio angustia, luego, y a pesar de los hermosísimos planos del descenso, dibuja una sonrisa en el espectador; la conversación telefónica entre Anna y Alex, donde ella susurra y él, asomado a la puerta de la carnicería, le contesta; el policía caricaturizado, quien n olvida su coquetería a pesar de ir a realizar un allanamiento; la salida de Alex del laboratorio, protegiéndose bajo la amenaza de tener con él un rehén siendo éste él mismo.

Los encuadres escogidos por Carax, ya lo dijimos, son de un cuidado sorprendente: primeros planos de caras y pies corriendo, cuando Lisa sigue a Alex; primer plano en picado sobre las manos de Alex, desconcertando a sus apostadores; Lisa en blanco y negro, cuando Alex habla con ella por teléfono; Alex se mueve al ritmo de una canción de David Bowie, encuadradas sus piernas desde las rodillas hacia abajo, y compuesto con planos generales cortos, baila, corre y pelea con su dolor, recortado sobre un fondo totalmente gris, con una que otra mancha de color.

Carax se permite juegos como mostrar a un posible Cocteau de espaldas, o dejarnos ver a Thomas con un ojo tapado, debido a una infección; idea que retomará y desarrollará en Los amantes de Pont Neuf. El clima del film, su propuesta, guarda cierto parentesco con la frescura que Godard le imprimió a Sin aliento. Mala sangre es un cuento terrible y amoroso a la vez, donde la soledad, la amistad, el amor, el miedo, la traición y la muerte se conjugan hábilmente, en un increíble despliegue formal.

Liliana Sáez

Publicado en Encuadre nro. 44-45, Consejo Nacional de la Cultura, Caracas, diciembre 1993, p. 105.

18 marzo 2006

Los imprescindibles: C

En estricto orden alfabético:


...de CACOYANNIS. Por su amor al teatro griego y su obsesión por el universo femenino. Por Las troyanas, Ifigenia y Zorba el griego.

...de CAMUS. Por La casa de Bernarda Alba y Los santos inocentes.

...de CARNÉ. Por sus paisajes brumosos, por sus personajes atormentados, por las situaciones conflictivas, por Muelle en brumas, Amanece y Jean Gabin, Los visitantes de la noche, Los niños del Paraíso y Las puertas de la noche.

...de CASSAVETES. Por toda su obra como director. Mis preferidas: Shadows, Faces, Husbands, Una mujer bajo influencia, Killing of a Chinese Bookie, Opening Night, Gloria y Love Streams. Por los personajes que les asigna a Gena Rowlands y a Ben Gazzara. La frase que lo define: "Yo sería un gran director si no fuera tan honesto". Es lo que me gusta de él. Su honestidad y sus personajes solitarios.

...de CAVANI. Por lo escandalosa que es, por su coraje para hacer películas como Más allá del bien y del mal, La piel y Portero de noche. Cuánta fuerza y cuánta violencia hay en sus películas.

...de CHALBAUD. Porque pinta a Venezuela con los colores del trópico. Por El pez que fuma, Caín adolescente y La oveja negra.

...de CHAPLIN, porque es inevitable. ¿Quién no creció viendo su cine? Por años un tío nos llevaba a mis primos, a mi hermano y a mí al cine después de los almuerzos de los domingos. Por años llegábamos comenzada la película, y veíamos al mismo Chaplin perseguido por un oso y habitar una cabaña que hacía equilibrio cuando, muerto de hambre, uno de sus habitantes correteaba a Charlie, imaginándolo un pollo pechugón. Más tarde, en una inolvidable clase, mi profesor Alfredo Roffé, nos proyectó La quimera del oro y retrocedí años en el tiempo y kilómetros en el espacio para descubrir cuál era la película que había visto cada domingo durante mi infancia. Obviamente, esa es mi preferida.

...de CHYTILOVÁ. Por su feminismo, su visión crítica y su creatividad a la hora de componer una obra. Por Las margaritas.

...de CLAIR. Habré visto sólo unas seis películas de Clair. Pero me gustan Paris dormido y Entreacto.

...de CLOUZOT. Me aterrorizó cuando vi Las diabólicas y me tuvo en la punta de la butaca El salario del miedo. No sé si al verlas hoy me pasaría lo mismo. Pero en mi lista, son inevitables.

...de COCTEAU. Por su poesía en Orfeo, El testamento de Orfeo, La sangre de un poeta o La bella y la bestia. Por incluir a Jean Marais en sus obras.

...de COEN. Las películas de estos hermanos me encantan. No sé si alguna superó Blood Simple, pero todas son disfrutables. Todas se disfrutan desde lo formal y por su humor sarcástico.

...de COPPOLA. Primero por Apocalipsis Now. Después por El Padrino, Rumble Fish, Drácula, La conversación, Cotton Club, Tucker.

...de CORMAN. Por su interminable lista de películas de terror realizadas con escaso presupuesto. Mis preferidas, las adaptaciones de las novelas de Edgar Allan Poe.

...de COSTA-GAVRAS. Por Z, Estado de sitio y Desaparecido.

...de COX. Por Repoman y por Sid y Nancy, que me permitió descubrir a Sex Pistols como músicos y a Gary Oldman como actor.

...de CRONENBERG. Me produce sentimientos de amor-odio. Por su El festín desnudo, Dead ringers y Crash. Tengo pendientes las primeras películas que hizo. Estoy juntando coraje para verlas. No está aquí por M. Butterfly ni por La mosca.

...de CROWE, sólo por su Casi famosos.

Mis grandes ausentes: Capra, Cavalcanti, Cayatte, Clement, Cukor, Chabrol y, seguro, unos cuantos más. Cine que no he visto, cine que no me conmueve, cine que no me gusta...

Liliana Sáez

16 marzo 2006

Re-visiones: Los guantes mágicos

LOS GUANTES MÁGICOS
Marcela Barbaro

El Renault 12 fue uno de los autos más vendidos en la Argentina. Es un modelo que marcó tanto una época como a una generación pasada. Los guantes mágicos será el espejo que reflejará ambas cosas.

Después de Rapado y Silvia Prieto, Martín Rejtman vuelve a encauzar los problemas de una generación que ronda los cuarenta, afectada por la crisis económica y social argentina, a la que se suma la desvalorización de los tiempos que corren.

Alejandro (Gabriel “Vicentino” Fernández Capello) es remisero. Maneja su queridísimo y cuidado Renault 12 y no tiene más aspiración que esa. Distanciado de su novia Cecilia (Cecilia Biagini), una depresiva crónica que busca refugio en fármacos y alcohol, forma amistad con un pasajero, Sergio, alias “Piraña” (Fabián Arenillas). Un músico desconocido que grabó su primer disco de rock pesado. Juntos, y tratando de hacer “el negocio” de sus vidas, deciden importar guantes mágicos.

A esta trama, se entreteje un universo de personajes de lo más disparatados y con logradísimas interpretaciones. Una azafata despreocupada y reiterativa (Valeria Bertucelli), el hermano de “Piraña”, que consiguió trabajo en Canadá como actor porno (Diego Olivera), Susana (Susana Pampín), esposa de “Piraña”, una consejera y preguntona verborrágica con síndrome culposo y un paseador de perros depresivo. De este circo, se desprenden las situaciones y los diálogos más absurdos. Un discurso cargado de sarcasmo, que da lugar a la risa y a la melancolía al mismo tiempo.

Rejtman muestra su mirada desilusionada sobre la realidad. Sobre el apego hacia valores que hoy se consideran caducos. Retrata la monotonía diaria a través de un tiempo continuo, sin respiro, donde cada uno se deja llevar por la vida. Y en esa cotidianidad, los seres son estancos y pasivos, más allá de que una circunstancia anecdótica se les cruce por el camino y cambien un poco de rumbo. Nadie se plantea nada ni si pregunta el porqué de tantas cosas.

En un mundo donde lo que predomina es el individualismo, la soledad y la incomunicación, el consuelo está volcado hacia un bien material, el auto. “¿No será que el coche te habla a vos, que está queriendo decirte algo?”, le pregunta Valeria a Alejandro, y en esa pregunta se podrían comprimir las falencias que nos aquejan y los consuelos que nos inventamos.

14 marzo 2006

Premios consuelo

Hace diez días que me ato las manos para no escribir sobre los premios Oscar. Lo siento, no puedo evitarlo. Ya el hecho de que la cartelera cinematográfica desde diciembre no exhiba más que las películas nominadas, no dándole oportunidad ni al cine periférico ni al cine nacional, es suficiente motivo de disconformidad. Esperemos que con suerte Tsotsi, la Mejor Película Extranjera, o La marcha de los pingüinos, el Mejor Documental, sean exhibidas.

Esa premiación, tan orientada hacia lo comercial y tan ignorante de lo que el cine tiene de arte, define la cinematografía que nos seguirán mostrando, y nosotros, consumidores cinefilíticos empedernidos, seguiremos consumiendo.

No cabe duda de que estos premios, desde hace años, muestran su decadencia. Cada edición me pregunto: ¿cómo es posible que la Mejor Película (Crash, que no está mal, aunque es rápidamente olvidable) sólo comparta el Mejor Guión y el Mejor Montaje, pero que no cuente con la Mejor Fotografía (Memorias de una geisha, que sí suma el Mejor Vestuario y la Mejor Dirección Artística, o sea, una belleza de forma, no mucho de contenido), ni los Mejores Actores (Actriz: Johnny y June y Actor: Capote, único rubro que aplaudo), ni –lo que es más grave– Mejor Dirección (El secreto de la montaña, un golpe a los testículos de la virilidad norteamericana), entre otros premios.

Las pochocleras King Kong (remake desprovisto de la carga sensual de su primera versión, con efectos especiales actualizados y una interminable persecución que bien habría podido ser una escena de Jurassic Park y haber durado la tercera parte de lo que dura) y La guerra de los mundos (que no aporta nada nuevo a la primera versión) obtuvieron, como era de esperar, los Mejores Efectos Visuales y Especiales.

Esta edición, más que otras, pareciera la entrega de unos premios consuelo, para que todo el mundo quede contento, menos quienes se animan a criticar el sistema, como lo hacen las grandes perdedoras: Munich y Buenas noches, y buena suerte.

En sus clases, Iván Feo decía que el director de cine debe tener el talento de conducir a un grupo de artistas, talentosos también ellos, cada uno en su especialidad, a la manera de un director de orquesta. Pero este año, como ha sucedido antes y, seguramente, seguirá sucediendo, pareciera que las partituras han sido cambiadas.

Liliana Sáez

09 marzo 2006

Re-visiones: Saraband

SARABAND
Marcela Barbaro


La aparición de Saraband no sólo fue una sorpresa, sino también una alegría para todos los amantes del cine de Ingmar Bergman. Sorpresa, porque a sus ochenta y cuatro años, cuando muchos daban por culminada su carrera, él demuestra que sigue más vigente que nunca. Y alegría, porque quedan pocos maestros del cine con una destreza visual inigualable.

El film, realizado en video para la televisión sueca, y presentado en DVD, se divide en diez actos, a través de los cuales se narra la historia del reencuentro de un ex matrimonio después de treinta y dos años de separación.

Marianne (Liv Ullman) nos relata el viaje que realizará, para ver a su ex esposo Johan (Erland Josephson), después de dieciséis años de no verse. Johan, refugiado en una solitaria casa, en la que alberga su omnipotencia, le presentará a su hijo Henrik, a su nieta Karin y al recuerdo de su nuera Martha. A partir de ese momento, comenzarán a entremezclarse las historias y los conflictos de todos los personajes. Un lugar donde habitarán las sorpresas, las mezquindades, el amor y los silencios.

Saraband es un film más. Miento si dejo de decir que esperaba algo novedoso o que por lo menos me sorprendiera. Es intenso y profundo como el resto de su filmografía. En realidad, ¿hay algún film de Bergman que no lo sea? Se abordan los mismos temas existencialistas que siempre le han preocupado: nuestro paso por la vida, el enfrentamiento con la muerte, las relaciones humanas, las dificultades en el amor y las pasiones.

En esta oportunidad, se centra en el análisis sobre las dificultades en el amor, en cuanto a la pareja, la familia y en la relación padre-hijo/a. La problemática de los afectos, y cómo éstos, por ausencia o por exceso, marcan nuestra vida y la sentencian a eternos conflictos, con los que se debe (sobre)vivir. Junto con la muerte, estas contrariedades afectivas son la otra cara del abandono.

El relato en primera persona, a través de Marianne, funciona como una suerte de confesión. ¿Cuál es el objeto de abrir y mostrarnos su intimidad?. Frente a terceros, parecería más fácil (auto)justificarse y al mismo tiempo sopesar: los conflictos internos, los años cargados de soledad, la culpa y los remordimientos. Se puede asemejar a la exposición que se realiza frente al psicoanálisis. Proceso, que no es otra cosa que un pedido de ayuda. Una búsqueda interna con fines reparadores. Al mismo tiempo, la división del film en actos fortifica el desarrollo de los temas y de cada uno de los personajes que harán ese proceso de autoconocimiento, así como también logra distribuir la intensidad dramática, dándonos respiros.

Una vez más, Bergman conjuga la crudeza más cruda con el refinamiento más noble, la intensidad más vital con una serenidad que nada tiene de serena.

08 marzo 2006

Crítica poética: El último hombre



DER LETZTE MANN
Marcela Barbaro






Una pluma se desliza entre la densa bruma del aire sajón
desciende lentamente hacia el prestigio de un Hotel
y termina su viaje, sobre el hombro decorado de un portero
un hombre, capaz de transformar
la soledad de su piel por la notoriedad de un uniforme
la rutina laboral por la admiración más superflua.

Paseaba su respetabilidad ante la aprobación mundana
mientras la cortesía más hipócrita le daba paso
y lo despedía.

¿Cuál es la distancia moral que separa a un hombre de su investidura?

De repente, la inestabilidad lo esperaba tras la puerta
porque alguien descubrió su vejez disfrazada
la inutilidad a cargo de un tiempo que no perdona,
entonces la desesperación más incrédula se apodera de su cuerpo
y se escapa con el consuelo de una efímera mentira.

Entre las crisis y miserias del naturalismo más humano
un entorno apabullante ha perdido su héroe
su orgullo de pertenencia que ya no les pertenece.

Ese ser, que antes lo era todo
se desdibuja entre las paredes asfixiantes de un sótano
lo corroe una metamorfosis gestual
tan expresionista como solitaria y melancólica,
hasta dejarlo vacío, incompleto y descartable.

Los lugares esconden su vergüenza social
conviviendo entre el dramatismo de las sombras
que envuelven la desolación más lastimosa.

Paradoja de este mundo llamado justo
de una humanidad cada vez más deshumana.

06 marzo 2006

Banda sonora: Walk the line

Alfredo Escalante es un hombre de radio. Allá por 1978, cuando me radiqué en Caracas, solía escuchar un programa que me acompañó durante los 20 años que viví allí: “La música que sacudió al mundo”.

Cuando tuve la oportunidad de programar la sala de cine de la Cinemateca Nacional, convoqué a Alfredo para que abriéramos un espacio para los jóvenes en esa sala tan frecuentada por cinéfilos.

Siempre pensé que la tarea de programadora, así como la de docente, es una oportunidad para “iniciar” a otros en el placer de disfrutar la imagen en movimiento. Creí, en ese entonces (aunque mi idea fue bastante combatida), y sigo creyéndolo, que si nosotros incursionamos en el terreno de los jóvenes (la mayor parte del público de Alfredo es muy joven), es bastante probable que ellos nos sigan al nuestro. Por eso, todos los viernes que pudimos, abrimos esa sala maravillosa a un público infrecuente, que pronto se hizo habitual.


Es una alegría contar con el programa de Alfredo en este espacio que no tiene otra función que reunir a los amigos y disfrutarnos. Si alguien más lo visita, comenta o quiere participar, abiertas están sus puertas.

LS



WALK THE LINE (la vida de Johnny Cash, dirigida por James Mangold)
Alfredo Escalante


“Les habla Alfredo Escalante…”, o mejor dicho –corrijo–: En esta oportunidad, desde Caracas, Venezuela, escribo para ustedes, porque en este compromiso, que más que eso, es un deber (si es que merezco tal honor), colaborar con mi amiga de tantas “Bandas Sonoras” (sesiones de videos musicales que se llevaron a cabo, en la década de los 90), en el lugar del cine por excelencia: la Cinemateca Nacional, suerte de oasis en la Capital de esta República Bolivariana, centro de la cultura, no sólo para los cinéfilos, sino también de otras artes, ya que están la Cinemateca (¡todavía!), la Galería de Arte Nacional, muy cerca el Museo de Bellas Artes y el complejo cultural Teresa Carreño. Todo esto situado en Los Caobos, en la otrora sucursal del cielo.

Pues bien, mi amiga Liliana Sáez –decía– me solicitó escribir sobre algunas de las más recientes películas que se refieren a la música popular o sus intérpretes, y que han tenido influencia en cantantes, músicos, bandas de rock, que es con lo que más se identifica el público que me ha escuchado en la radio o que me ha visto en la TV ¡en estos últimos 40 años!

Les digo que mi experiencia en estas lides es casi nula, salvo cuatro o cinco reseñas puntuales (Jesus Christ Superstar, Tommy, Easy Ryder, Quadrophrenia, Strawberry Statement…), ya que colocaba las bandas sonoras en mi programa “La música que sacudió al mundo”, que todavía hoy, después de casi 40 años, se escucha en la radio, ahora y desde hace mucho tiempo, en la frecuencia modulada. Desde las raíces del blues, hasta la música extrema, pasando por el rocanroll. ¡Cuánta música ha sacudido al mundo desde entonces! O como decía Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos…”

¡Pero mejor me centro, y paso a referirme a la película realizada por James Mangold, de 41 años, hacedor, para los “entendidos”, de películas comerciales. Se apoyó para su “cappolavoro” en la historia del mito, el cantante de música country Johnny Cash, quien a partir de la década de los 50, se convertiría, junto a Elvis Presley, Jerry Lee Lewis y Carl Perkins, en uno de los integrantes del llamado “Cuarteto del millón de dólares”, bajo la dirección del dueño del sello discografico “Sun Records”, Sam Phillips. Pero fue el único de los cuatro en abordar el género de la música country, ya que los otros tres se dedicaron como intérpretes y compositores y con gran éxito al rock & roll!

“Walk the line” es el título de una de las canciones de mayor éxito de Johnny Cash, y el nombre de la película, (aunque fue traducida como “En la cuerda floja”). Narra la historia de este hombre que se caracterizó por vestir siempre de negro, y en vez de un revólver en la cintura, llevaba una guitarra al hombro como símbolo de su compromiso con la música.

El papel de Johnny Cash lo interpreta magistralmente Joaquin Phoenix, quien, además de actuar, tuvo que aprender a cantar. Igual sucedió con la actriz, Reese Witherspoon, quien interpretó a la compañera de Cash, June Carter. Estos dos excelentes actores, ganadores del Globo de Oro y posiblemente para la fecha en que salga este comentario, habrán ganado el Oscar por su actuación. Decía que contaron con la aprobación del cantante y su pareja en la vida real y en el escenario, para que ambos los interpretaran en la pantalla. Esto ocurrió pocos meses antes de la desaparición física de Johnny Cash y de June Carter, acaecida con pocos meses de diferencia en el 2003.

Pero dejemos que sean las palabras del director James Mangold las que nos retraten un poco lo que aconteció con la actuación de, no sólo llevar a la pantalla la vida de estos dos seres, sino de su proyección como cantantes:

P: —A posteriori, parece que su decisión de hacer cantar a los protagonistas fue la más acertada, pero ¿cómo supo que podían cantar?

R: —No lo sabía. Pero pensé que tenían que hacerlo. Para mí, no hay otra forma posible de hacer una película sobre Johnny Cash y June Carter. No se puede rodar con playback. Cash y Carter eran unos artistas cuya característica principal en el escenario era la de conectar con el público. Una pareja muy auténtica, que vivía en el momento. Y me pareció imposible recrear esa sensación con actores que no cantaran. Si no, sería como West Side Story con Natalie Wood. Sé que fue una decisión arriesgada, pero para mí era la única que tenía sentido. También está el hecho que no existían grabaciones de Cash cuando hizo la prueba para Sun Records o de cuando compuso las canciones durante su estancia en Alemania. Técnicamente, tampoco se podían separar los canales instrumentales de las voces en las grabaciones originales. Y por encima de todo, la diferencia de formatos. Si quieres escuchar a Johnny Cash, sólo tienes que comprar uno de sus 75 discos, pero si quieres experimentar lo que fue su vida, entonces tienes que ver la película, ya que como director lo que hago es retratar la naturaleza humana, y tener la posibilidad de mostrar a estos dos actores en una faceta que nunca habían hecho antes me hizo sentir afortunado.

P: —¿Cuál fue la reacción de Johnny Cash y de June Carter al saber quiénes iban a darles vida en la gran pantalla?

R: —Pues se mostraron muy contentos. Su relación con el proyecto, aunque estrecha, no requería que aprobaran todo lo que se hacía. Confiaban en nosotros. De todas formas, para mí era importante que John se sintiera cómodo con mi selección. Cash era un hombre que entendía la oscuridad que a veces rodea a las personas y también sabía cómo contar historias. Además, en ese punto de su vida, era capaz de no dejarse dominar por la vanidad. En el caso concreto de Joaquin, Cash era un admirador suyo. Cuando se encontraron por primera vez, Cash incluso recitó algunas líneas de diálogo de Gladiator.

P: —¿Cómo les afectó la muerte de ambos?

R: —Fallecieron antes de que comenzáramos a rodar. Y en ese momento, me sentí devastado por la situación. La película era lo último que me preocupaba. Ambas muertes –June murió sólo dos semanas después de que le hiciéramos una exhaustiva entrevista en Tennessee–, nos pillaron por sorpresa. La última vez que vimos a June, se mostró muy vivaz y activa. Se puso a bailar por toda la casa. No había nada que indicara que su muerte estaba cerca. De hecho, todos pensábamos que iba a ser John el primero en irse por su delicada salud. Fue uno de esos giros crueles de la naturaleza, sin duda. Sobre todo porque fue muy doloroso imaginarse a John, frágil, viviendo solo sin la que había sido su esposa durante varias décadas.

P: —Johnny Cash es una leyenda en la cultura musical del país, ¿no sintió presión por ser fiel a lo que representa?

R: —Lo que más me preocupaba era poder representarlos en la gran pantalla como lo adorables que eran en la realidad. Cuando estabas con ellos, eran cualquier cosa menos leyendas. Gente llana y humilde. Desafortunadamente, no puedes hacer una película sobre gente así, tan buena. Sería aburrido. Pero sí que puedes hacer una película sobre cómo llegaron a ser así y por qué entienden la vida como la entienden.

P: —¿Se paró a pensar en los paralelismos entre la vida de Phoenix y Cash como el hecho de que ambos perdieran a un hermano? ¿Cómo afectó eso a la película?

R: —Aunque parezca raro, no me di cuenta de esta coincidencia hasta después de terminar el rodaje, cuando me lo señalaron. Me sorprendió.

P: —Otro punto en común fue el alcoholismo.

R: —Ser actor de cine es algo casi milagroso porque la cámara se convierte, sin querer, en el mejor detector de mentiras. Los actores tienen que andar por una cuerda floja constantemente por culpa de los primeros planos que les examinan con una precisión que asusta. Sabiendo esto, hay que pensar que la película se centra en un período tenebroso en la vida de Johnny Cash, para lo que me he adentrado en lo más oscuro de su personalidad. Para Joaquin, obviamente, también fue un viaje muy intenso. Desde mi perspectiva, sin ánimo de hablar por él, creo que fue una experiencia que lo transformó artísticamente. Pero no en la forma obvia como la gente quiere ver, es decir en el abuso de alcohol, sino que la intensidad de la experiencia la notó al final, una vez terminado el trabajo. A mí también me pasó. Fue algo radical. Me dejó como desorientado. Como si un tren parara de repente o como saltar de un tiovivo en marcha. Tardamos varias semanas para volver a encontrar nuestro equilibrio.

P: —Dice que el final del rodaje fue complicado para todos y fue cuando Joaquin Phoenix ingresó en una clínica de desintoxicación. ¿Puede confirmar entonces que los problemas de alcoholismo de Phoenix empezaron al finalizar el rodaje?

R: —Si hizo algo durante la película, no estuve al corriente. Al menos no noté nada. Sólo lo vi trabajando intensamente. Siempre lúcido, profesional, que sabía su diálogo. No vi signos de alguien que estuviera fuera de control.

P: —Por sus palabras da la sensación de que “Walk the line” ha sido una experiencia única.

R: —Sin duda alguna. Tuvimos que sumergirnos en aguas muy oscuras, con la responsabilidad que eso conlleva. Pero sobre todo fue muy duro. Hay películas que son más fáciles y otras que no. Esta es una de las que no. Películas en las que todo es una lucha constante. Siempre al límite. Yo el primero. Reconozco que los presioné mucho. Buscaba un nivel de excelencia, tanto para mí como para los demás, que vi que teníamos al alcance. Entonces cuando esto acaba, en nuestra industria vuelves a la nada. No tienes trabajo. Y eso resultó ser un cambio demasiado brusco para todos.

P: —Hablando de presión, si como indica, el rodaje fue tan intenso, ¿cómo lo hace sentir eso de tener a los actores tan sometidos?

R: —Eso no quiere decir que fuera cruel. Lo que quería decir es que actuar es algo que asusta, sobre todo si eres especialmente bueno. Muchos actores solventan su papeleta echando mano de su personalidad encantadora. Algo que te puede llevar lejos, pero en ocasiones la película te exige mucho más. Y eso es lo que quería. Pero cuidado, no estoy diciendo que si no hubiera presionado el resultado hubiera sido peor, sino que fue como respuesta a mi interés y pasión por el proyecto. Lo mismo que a ellos. Estoy seguro que aceptaron mis presiones porque también se sentían muy identificados con la película.

P: —¿Ha pasado por experiencias similares con otros actores?

R: —He trabajado con muchos actores, entre ellos Vanessa Redgrave, Robert de Niro o Angelina Jolie, y la mayoría de ellos disfruta más cuando se les están “apretando las teclas”. Cuando se les ofrece la posibilidad de hacer un trabajo excelente. Y a veces, esa excelencia es pensar que no lo hiciste lo suficientemente bien e intentar hacer otra toma, y repetir y repetir hasta que se haya conseguido lo que se buscaba.

P: —Ha dicho que la experiencia de hacer esta película lo ha transformado. ¿Se considera mejor hombre o mejor director ahora?

R: —Creo que en todos los aspectos. Personalmente, en aprender de las experiencias de Johnny y June como matrimonio. Consiguieron capear todos los problemas. Mi esposa –Cathy Konrad–, es también la productora de la película. Trabajamos juntos en una industria vanidosa en la que hay mucha competitividad y que es muy cruel. Nos ayudó a descubrir lo importante que es el amor por encima de todo lo demás y de lo importante que es apoyarnos artísticamente. Es algo raro, ver a una pareja en el mundo del espectáculo que permanence junta y unida hasta el final.

P: —La película ha ganado varios premios, y es una de las firmes candidatas para llevarse algún Oscar. ¿Qué posibilidades cree que tiene la película?

R: —Soy director de cine, no un corredor de apuestas. Lo único que puedo decir es que todos estos intentos de meterte en cierta categoría, la de favorito, por ejemplo, puede ir a favor o en contra. Pero tengo que reconocer que el trabajo de Phoenix no tiene paralelo. Ahora entiendo como Elia Kazan debió haberse sentido al dirigir a James Dean en “Al este del edén”. Es un honor trabajar con un actor que está en la cima de sus capacidades y con tanta habilidad para descubrirlo...

Me tomé la libertad de reproducir el texto del artículo realizado por Fernan Viladevall para http://www.elcultural.es/, porque siempre he creído que, como reza el viejo dicho: “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” . Es mucho más coherente dejar que las palabras dichas por el director de la película, James Mangold, me liberen del compromiso de ponerme a inventar lo que ya está inventado… ¿o no?

Sólo me queda decir que, sea en el cine o en la soledad de nuestra habitación, con un buen trago y la música del “hombre de negro, la voz de la América profunda”, ¡disfrútenla!... Y que las estrellas nos guíen ¡siempre!