07 julio 2007

Que viva la música

Para María Eugenia, que pide un fragmento de Que viva la música, la novela de Andrés Caicedo, para compartirlo con sus alumnos. Aquí va ese trocito pedido, un solo párrafo, pero significativo.
LS


(...)
Cuando Rubén se quería tirar al tres yo lo acompañaba. Aprendí mucho con su miseria. Me enseñó el brillante misterio de las 45 revolucones por minuto para un disco grabado en 33, invento caleño que define el ansia anormal de velocidad en sus bailadores. ¿Cómo, quién fue el que probó a ver cómo sonaba Qué bella es la Navidad en 45, o Micaela se botó? Se debe haber creído un genio ante el resultado, compositor Welter Carlos. El 33 vuelto 45 es como si lo flagelaran a uno mientras baila, con esa necesidad de decirlo todo, para que haya tiempo de decirlo 16 veces más, y a ver quién nos aguanta, quién nos baila. Es destapar el espíritu, no la voz, sino eso turbio que se agita más adentro, las causas primordiales para levantarse y buscar la claridad, el canto. Es volver necesaria y dolorosa cualquier banalidad, porque hay Salsa, mamá. Es apretujar esquelas de música, enrevesar pianos que habían arrancado en líneas directas, embutir a los bailadores en una tercera realidad, en donde cantantes machos han cambiado de sexo o son entes neutros, y bailar la irrealidad, azotar los caballos enloquecidos, llenar de fiebre las trompetas mareadoras, deshilachar como carne trozos de música salada y caliente, hacer acopio de fuerzas, Tulia Fonseca, Tulia Fonseca, que el bailador piense: "Está durísimo y sólo llevo dos minutos. ¿Cómo quedaré después de media hora de canciones?" Música que se alimenta de la carne viva, música que no dejas sino llagas, música recién estrenada, me tiro sobre ti, a ti sola me dedico, acaba con mis fuerzas, si sos capaz, confunde mis valores, húndeme de frente, abandonándome en la criminalidad, porque yo no sé nada y de nada puedo estar segura, ya no distingo un instrumento sino una eflusión de pesares y requiebros y llantos al grito herido, transformación de la materia en notas remolonas, cansancio mío, amanecer tardío, noche que cae para alborotar los juicios desvariados, petición de perdón y pugna de sosiego. Sosegón, magnífica confusiña de ánimos vencidos por tres minutos de canción: así es el 45. Y que lo bailen todos, los quiero ver zapatiar sin esperanzans: que el ideal de la vida se reduzca a dar un taquito elegante para cerrar pieza, y esperar que coloquen responsable melodía. La rumba está que no puede más.
(...)


Andrés Caicedo: Que viva la música, Plaza & Janés, Bogotá, 1985, pp.140-141.

4 comentarios:

Raquel dijo...

Me hiciste sonreir recordando aquellos juegos con el tocadiscos... tiempos hermosos los del vinilo, :)Un beso.

Liliana dijo...

El vinilo, el 33 o el 48, el wincofon o el tocadiscos... cuando el baile era una especie de rito de seducción (por parte de los muchachos o de las chicas), cuando éramos felices y no lo sabíamos.

MAREÑA dijo...

Yo todav�a tengo uno , que risa y cuando me pongo nost�lgica saco mis LP, con Andr�s Caicedo pasa una cosa muy peculiar, sobresali� y en esa �poca todos los j�venes �ramos como cortados por las mismas tijeras, con el existencialismo alborotado, los amores y desamores de chicos y chicas de clase "alta" con clase menos "alta" pero no todos �ramos �drogos" y tan rumberos, me preocupa un poco esa imagen y no s�lo en Cali o Bogot� o Medell�n, en muchos de nuestros pa�ses sucedi� este fen�meno de cambio, lo que es muy cierto es que cuenta con gran realismo vivencias suyas que de pronto son tan cotidianas y que le suceden a la gran mayor�a, un ejemplo, a mi hermano le pas� lo que cuenta en Angelitos empantanados, enamorarse de una ni�a vecina, que pasaba en el bus mientras �l esperaba el suyo...

Liliana dijo...

Es toda una generación que vivió al ritmo de ¡Que viva la música! Las fiestas en la casa de los amigos, los amores imposibles (y los posibles), la música... la música era la gran protagonista.
Un abrazo desde esta etapa nostálgica de la vida y desde este remoto Buenos Aires.