06 noviembre 2006

World Trade Center

UN FILM SIN HUELLAS
Marcela Barbaro


Hollywood esperó un lustro para que el cine pudiera llevar a la pantalla el atentado contra las Torres Gemelas perpetrado, como todos sabemos, el 11 de septiembre de 2001. Dicha espera despertó en manos de, un hoy contradictorio, Oliver Stone.

De aquel día de septiembre, recuerdo el manejo apático que realizaron los medios de comunicación estadounidenses para cubrir la noticia. A modo de hipnosis mostraban frente a los ojos de los espectadores la imagen de los aviones estrellándose una y otra vez. Así el tiempo pasaba, y al público lo dejaban atónito. La información era escueta y reservada. Nunca se supo fehacientemente la cantidad de muertos ni el número de aviones que habían caído. Nunca se mostraron imágenes morbosas, los noticieros trataban de actuar con objetividad y valentía, nada se filtraba, la transmisión era cuidadosamente estudiada y correctamente tendenciosa.

Cuando se filma una película sobre un atentado, ¿cuántas visiones se pueden dar?, esa fue la primera pregunta que se me ocurrió antes de ver World Trade Center. Pero pocas fueron sus respuestas, ya que el film no se alejó de las informaciones que teníamos, sino que resulta ser la versión cinematográfica de lo realizado por los medios, con el agregado de elementos ficcionales y con un relato armado sobre la historia real de dos policías que quedaron atrapados cuando se derrumbaron las Torres. Uno de ellos es el sargento John McLoughlin, interpretado por Nicolas Cage y el otro es Will Jimeno, caracterizado por Michael Pena.

El film comienza con una cámara que recorre el amanecer de Nueva York. Todo se activa como la rutina de una máquina. Sus habitantes se dirigen a sus trabajos. Los subtes abren sus puertas, los autos invaden las calles y las autopistas colapsan, el sonido de bocinas invade el aire. La polifonía racial fluye entre la vorágine de una de las ciudades más cosmopolita. Es un día como tantos otros, hasta que la sombra de un avión se refleja en un edifico y se estrella. Humo, gritos, desasosiego, sangre, fuego, derrumbe, muertes.

Oliver Stone elige quedarse dentro del derrumbe, deja de lado los planos generales para hacer uso de primeros planos. Se acerca a los personajes y los acompaña. Junto a ellos, percibimos la sensación asfixiante de sentirse enterrados, de convivir con el polvo, del temor a quedarse dormidos y no despertar, de tratar de sobrevivir aferrados a sus afectos y de saber que el sentir dolor les equivale a estar vivos. Así, John y Will pasaron sus horas mientras sus familias los buscaban desesperadamente.

Durante el lanzamiento de la película, el director dijo a la prensa que “para el cine es esencial analizar lo que significa (el atentado)”. Pero esto nunca sucedió, porque su mirada es controversial y superficial, aunque registre dolor, pérdidas humanas y colaboracionismo entre la gente. Más aún, si a eso se le adosan diálogos superfluos y “sensibleros”, y una banda sonora efectista utilizada en los momentos más predecibles. No hay marca autoral, sabemos que se trata de Oliver Stone porque aparece escrito en los créditos del film; perfectamente podría haber sido filmada por cualquier otro director o cadena informativa.

Lo que prima es una película de tono comercial donde se exalta el nacionalismo, el silencio sobre las causas, la ingenuidad de la mirada del pueblo y donde jamás se nombra a sus atacantes. Insisto, es un Stone que no se ha jugado como muchas otras veces, que se muestra silencioso y escondido bajo un aspecto prolijo y hasta conservador.

En el film, hay dos escenas que me inquietaron particularmente por diferentes motivos y que resumen las características ideológicas de la película: una de ellas es el papel de un hombre que al ver el atentado por televisión dice sobresaltado: “¡Estamos en guerra!”. Más allá de la paranoia norteamericana, este personaje era un ex marine que, al quedar obnubilado, se prepara para salir a combate. Se rapa el pelo, se viste con uniforme militar y presta toda su colaboración al servicio de la patria. Casualmente, es él quien encuentra sobrevivientes, y también será él quien irá a participar en la guerra contra Irak. Esta inclinación belicista, vista como salvadora y justiciera, se contrapone con películas abiertamente antibélicas filmadas por el mismo director, como Pelotón y Nacido el 4 de Julio, o de conspiración dentro del propio gobierno como lo fue JFK.

La segunda escena en cuestión, es el pequeño recorrido visual que hace la familia de uno de los policías, dentro del hospital, al mirar un panel con fotos de gente desaparecida. Para los norteamericanos esa es una experiencia nueva y dolorosa. Nunca habían experimentado la sensación de convivir con la incertidumbre angustiante de no saber dónde y cómo están sus seres queridos. Es a partir de esa instancia que se clasifica a la gente extraviada como “desaparecida” o “missing”. Por lo tanto, ese paneo me llevó inmediatamente a recordar y asociar que esas imágenes, esa instancia de búsqueda de personas fue y es una circunstancia crítica en países de Latinoamérica y, entre ellos, Argentina. En dichos lugares se han (mal)acostumbrado a vivir con la incógnita de no saber el paradero de muchas personas que no pudieron ser encontradas nunca más, al ser víctimas de reiterados atentados o de procesos dictatoriales. Aún se siguen viendo sus retratos colgando en diversas plazas, en muchas paredes y en cuantiosos carteles durante manifestaciones. La diferencia entre Norteamérica y el resto de América probablemente sea la intencionalidad de los hechos; el dejar en claro quien tiró la primera piedra.

En fin, World Trade Center, un film sin huellas.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustaría decir, sin ánimos de ofender a los colaboradores (entre los que me he encuentro) de este blog, que de todos los textos sobre cine que hasta hoy existen en este, nuestro blog, éste es el único que podría considerar como una verdadera crítica cinematográfica.

Te felicito Marcela.

Quería decirlo... y lo dije.

Liliana dijo...

Se me adelantó Marc (bienvenido, amigo) con su comentario. Y lo había advertido Marcela en un mail. Esta es la primera nota que me envía sobre una película que "no le gustó".
No la he visto, pero ya voy advertida con esta crítica. Oliver Stone siempre me "engancha", pero luego no puedo dejar de "destrozarlo", porque su norteamericanismo, mal que le pese, es parte de su discurso.

Anónimo dijo...

Marc, nuevamente bienvenido. Qué gusto leerte.
Y, no será mucho lo que decís?.
Gracias.

Saludos y hasta pronto.

Andrés David dijo...

¡No hay ofensa Marc! Es un buen "llamado de atención" porque tiendo a escribir sólo de lo que me gusta. En el caso de la crítica, hay que mostrar ambos lados para formar un opinión más completa y el texto de Marcela lo logra.

Sobre el texto: nuestra lectura de ese suceso siempre estará matizada por la experiencia de lo que hemos vivido en nuestros países. Como dices, ellos "nunca habían experimentado... la incertidumbre" y están aprendiendo a vivir y tal vez olvidar (ojalá que no). Lástima (mal)acostumbrarse pero es difícil hacerlo cuando los medios venden el olvido como panacea, cuando hay leyes como el "perdón y olvido" (para el trato con los paramilitares de Colombia), cuando pocas personas se arriesgan a hablar.

Es en este sentido que le encuentro algo de valor a la película. No hay huellas para nosotros, porque estamos (mal)acostumbrados. Tampoco es la lectura elaborada que nos gustaría pero, al menos para ellos, deja constancia del sentimiento actual de esa parte del mundo, de su forma de trabajar con ese dolor tan nuevo y de sus reacciones exageradas (que podrían ser calificadas de infantiles). Es un paso, pequeño y maniqueo, pero necesario. Ya vendrán mejores análisis (al menos eso espero, maldito optimista que soy).

Liliana dijo...

Mi intención no es polemizar sobre el tema de qué es crítica o no, porque ya lo hice en el blog de Yume. Sin embargo, sólo quiero decir que respeto la opinión de Marc, pero no la comparto. Creo que la palabra "crítica" ha sido demasiado desacreditada y no me parece justo. Le doy una acepción más amplia, y la considero tanto para defenestrar una película como para alabarla (pasando por todos los matices intermedios).
No quisiera que esto sirviera para distraer la nota de Marcela sobre la película de Stone, en la que ve entrelíneas un discurso que, en el caso de la Argentina (también por el comentario de Andrés David pareciera que en Colombia y hay algo que se asemeja en el blog del Espía del Bar cuando escribe sobre Cádiz y el silencio franquista) nos ha hecho mucho daño.

Anónimo dijo...

Con respecto a la crítica, coincido en que debe ejercerse sobre una película excelente, buena o mala. Hay que tratar de escribir sobre todo, con las complicaciones y dificultades que eso implica, porque es más difícil analizar aquello que no nos gusta y volcarlo sobre el papel.

Andrés: ojalá ese sentimiento actual que mencionás sirva para algo. Y sí, te encuentro un tanto optimista. En este caso, estoy más reticente.
Saludos.

Liliana dijo...

He visto la película y coincido totalmente con vos, Marcela. Uno se siente estafado cuando ve estas películas. Parece que se estuvieran haciendo los "zonzos".