10 febrero 2006

Cuando la patria es la familia


Munich

Para ir a ver Munich debí prepararme, lo confieso. Preparación psicológica para dejar afuera de la sala todos mis prejuicios y preconceptos sobre Spielberg y sobre el tema que toca en su última película. Debo decir que esperaba un alegato sionista, que me encontraría con unos enemigos salvajes y con unas víctimas totalmente desvalidas.

Pues no. Más allá de que Spielberg escogió un tema algo confuso para los más jóvenes, debo reconocer que las casi tres horas que dura el film hablan de otra cosa, no sólo del hecho en el que once atletas israelíes fueron secuestrados (y asesinados) por terroristas palestinos durante las Olimpíadas de 1972.

Se ha acusado a Munich de no ser rigurosa. El film nos muestra a un grupo de personajes históricos que tuvieron en sus manos el (des)control de la violencia que se desató en ese entonces, y de la cual aún seguimos siendo testigos y víctimas. Más allá de los niveles de rigurosidad histórica, me temo que Spielberg nos habla de cómo la educación nos prepara para la defensa de ideales que no siempre son nuestros, de cómo el honor atropellado nos puede llevar a ser más feroces que nuestros enemigos, de cómo la política utiliza a los seres para conseguir sus fines, de cómo esos seres se transforman en algo que no eran ni quieren ser, sólo para cumplir con lo que se espera de ellos.

Spielberg deja su marca bien explícita: la niña que se interpone entre el objetivo y la bomba a detonar, la familia numerosa e inconscientemente feliz del mafioso francés, la parejita de mieleros que aloja al próximo blanco, el llanto del protagonista cuando escucha a su hija por teléfono, en fin, una serie de situaciones muy caras al director. Sin embargo, podemos afirmar que ésta es la película más explícitamente sangrienta de toda su filmografía. Sangre que es desparramada anárquicamente en los asesinatos de los atletas y poéticamente expulsada del cuerpo de la espía norteamericana.

Cuando Avner, el personaje principal, dice que la patria está donde está la familia, está justificando su residencia en los Estados Unidos. Porque qué es lo que vemos de Israel, sino unos seres criados en kibutz, sin la presencia materna ni paterna. Claro que la simpleza del buen Steven podría reducirse a eso: Avner puede hacerle frente a lo que le encargan (a pesar de estar constituyendo una familia que espera la llegada del primer hijo) porque no ha tenido el calor del hogar, y sí le debe todo al Mosad, que honra la figura de su padre y él no es quién para deshonrarla. Ese eterno agradecimiento a una institución que lo usa, lo llevará a una transformación que se evidenciará en el transcurso del film.

Cada uno de los integrantes de la célula organizada por Israel para matar espectacularmente a los líderes que han urdido el plan del secuestro va a sufrir una metamorfosis a lo largo de la trama. Y ahí es donde me ha sorprendido Spielberg. Cada uno, a su manera, va a transformarse: uno en más seguro y arrojado, otro en más inseguro y distraído, otro en más crítico, y Avner tomará conciencia, luego de cada asesinato, cada vez más, de su propio cambio.

Estamos acostumbrados a que el cine norteamericano nos muestre siempre un solo lado de las guerras, de los enfrentamientos, de los duelos... El victimario casi nunca se muestra en la intimidad, siempre es malo y siempre está preparado para atacar. Una situación casi risible, aunque sólo llegue a mueca, se produce cuando los dos grupos antagónicos (palestinos e israelíes) llegan a habitar la misma casa que el agente francés les ha asignado para apurar el desenlace. Allí, en la escalera, tiene lugar una conversación donde ambos líderes exponen sus razones para estar donde están. La escena está tratada con sumo respeto. En penumbras, mientras los demás descansan, fumando un cigarrillo y apoyados en la baranda, se develan los motivos del "otro". Es el momento clave, desde mi punto de vista, para que Avner caiga en la cuenta de lo que está combatiendo.

Spielberg no deja títere con cabeza. Critica tanto a los palestinos como a los israelíes, a los franceses como a los norteamericanos. Quizá peque de esquemático en ese análisis. Pero, digo, no toma partido sino por sus personajes, no en tanto pertenecen a una facción, sino en tanto seres humanos. Transmiten una angustia frente a lo que se están convirtiendo..., a lo que los están convirtiendo y frente a lo que ellos están permitiendo que suceda.

Hoy, el enfrentamiento en el Medio Oriente no ha cesado. Es más, se incrementa día a día. Rescato a Spielberg (que en la mayoría de sus películas me exaspera por la ideología teñida de ingenuidad con la que inocula a los más jóvenes) porque su Munich es un alegato en contra de la violencia, en contra de la deshumanización de esos agentes, verdaderas armas mortales, que sirven a una causa que no siempre es tan pura como ellos creen.

Liliana Sáez

6 comentarios:

kuroi yume dijo...

Muy interesante, lo cierto es que no esperaba algo así de Steven. Este post me ha creado ganas de verla, de verdad.

No acababa de creerme la controversia que se había creado en torno a esta película, parecía más bien publicidad gratuíta, pero supongo que algunos deben haberse molestado de verdad (aunque visto como está el mundo, herir susceptibilidades parece ser muy fácil).

Liliana dijo...

Así es. Claro que sobreviven varios tics de este director, pero en suma, hay un aporte. Y viene a sumar, no a restar. Al menos, así lo veo yo.

Fideos con manteca dijo...

Buena peli, pero le sobran unos 20'

saludos

Liliana dijo...

Bienvenido al blog, Fideos y fideos.

Unknown dijo...

Otro ejemplo de cineastas norteamericanos que aprovechan correctamente su fama para hablar de temas no muy cómodos. Al menos te hace pensar e investigar para ver lo que pasó realmente.
Aunque "salvad al soldado Ryan" me pareció que tenía más violencia explícita que Munich... pero está justificada. Es terrorismo y es guerra. No puede verse como un juego.
Salud!

Liliana dijo...

Lo que sucede es que también este director con sus películas (no ésta en particular) lo que hace es reafirmar esos valores tan dañinos instalados en su sociedad (sin más, ver los Indiana Jones y sus dotes de Superman para salvar a otros pueblos, a la manera de Bush tratando de salvar a Irak ya no sé de qué). Pero sí, quizá Spielberg esté madurando y se haya vuelto más crítico con su país.
En "Salvando al soldado Ryan", siempre me he preguntado en qué cabeza surgió ese guión, donde para salvar al único hijo vivo de una madre necesitan morir tantos en el camino...