01 mayo 2008

De la vida en un festival de cine

A PROPÓSITO DEL 10º BAFICI - Buenos Aires, Argentina
Raúl Bellomusto


No es lo mismo “ir al cine” que asistir a un Festival. Definitivamente. Quiero decir, no es lo mismo elegir una película del circuito comercial e ir a verla, discutirla en el café con amigos, pareja o entenados que asistir durante una semana o dos a varias salas, bajo otras circunstancias, en condiciones de movimiento permanente contra el tiempo, visionando hasta cinco obras por día y otros etcéteras. Asistir a un Festival de Cine tiene, como todo, sus pros y sus contras. Pero es de minimizar a las segundas a sabiendas de que las cosas a favor son más y más placenteras.

Un Festival de Cine es el gozo cinéfilo en una expresión maximizada (sino “en su máxima”, al menos “en su maximizada expresión”). Es un modelo a pequeña escala de toda una vida de cinefilia: amor por las pelis, incertidumbre ante un corpus desconocido, tiempo limitado para elegir y para ver (la peor de las restricciones) entre cientos de películas con la posibilidad de espectar apenas dos a tres decenas. Una hermosa locura después de todo.

Y la vida real pasa a convertirse en algo maravilloso, donde todo está bien aún cuando nos toque ver pelis malas. Levantarse temprano y al rato estar sentado en una sala de cine es un placer indescriptible. Arrancar el día y terminarlo entre películas es deseable para cualquier mortal y mucho más para un cinéfilo. Irse a dormir, agotado por el ardor de la jornada y levantarse temprano y al rato estar en una sala de cine es un placer indescriptible. Como irse a dormir, agotado por el ardor de la jornada y levantarse temprano y al rato estar en una sala de cine.

Y hacemos colas sin protestar. Y las volvemos a hacer. Inventamos las leyes y las trampas. Nos ajustamos a las mismas o las violamos, pero siempre, siempre, al servicio de las películas. Vaya un ejemplo a modo de muestra: se me dieron varias ocasiones en las que una película terminaba y allí nomás, con cinco minutos de diferencia, comenzaba otra de mi elección. Las proyecciones se efectuaban en el segundo nivel de la cadena de cines de un centro comercial. La organización del Festival pretendía lo siguiente: vea usted su primera película, pongamos por caso, en la Sala 12. Luego, salga del área de cines y descienda a la planta baja del mall. Suba de nuevo, hagan que corten su ticket en el primer nivel, llegue al segundo y por fin ingrese a ver la segunda película en la Sala 11 (sí, justo al lado de la anterior). Por esta operación se le demandarán unos quince minutos, no más. Eso sí: perderá diez de la segunda obra. O no, ni se preocupe, porque no se permite el ingreso a las salas con la función comenzada… Pero, ¿acaso esta gente no piensa en que existimos los enajenados que somos capaces de ver dos películas sin solución de continuidad? En fin. Recurso cinéfilo al respecto (esta nota también es un servicio, no vayan a creer): salir de la Sala 12, ir a los sanitarios ubicados en la misma planta y dentro del área de salas, cortar uno mismo el ticket, volver por el pasillo a la Sala 11, medio pase en la mano, y al grito de “¡¡estaba en el baño, estaba en el baño!!”, entrar, sentarse y disfrutar. Sin culpa alguna, claro está.

Los Festivales también nos acercan la posibilidad de charlar con los realizadores, asistir a mesas redondas, leer nuevas publicaciones auspiciadas desde el propio evento, asistir a algunas funciones con amigos (aunque, no sé bien por qué, se imponen casi como un rito individual), etc. Eso sí, son tantas las películas y es el tiempo un bien tan escaso – al menos esa es la percepción – que difícilmente haya varias “programaciones personales” siquiera similares. Esto opera como en esos sitios de Internet donde se pueden personalizar ciertos seteos para obtener así, por ejemplo, el link “My Festival”. Cada uno anda por el BAFICI con su “my festival” a cuestas y todos creemos estar en el mismo lugar. Es tener cientos, miles de festivales dentro de un solo Festival.

En definitiva, los festivales son oasis cinéfilos imposibles de resistir. Claro que también están los problemas de organización, los malos públicos y las malas películas. Pero ya dijimos que de eso, al menos en esta nota, no se iba a hablar.

Abril 2008

10 comentarios:

Liliana dijo...

Los festivales tienen esa característica de encender pasiones y ansiedad. Queremos ver estrenos de otros países y la obra de directores que tenemos en nuestra lista de predilecciones. Sin embargo, lo que queda una vez pasado el festival es una gran frustración. Porque no vimos todo lo que quisimos. Porque algunos programas se suspendieron y teníamos nuestra ilusión puesta en ellos. Porque no se puede, si uno ve entre 4 y 5 películas diarias… ni aún si ves una diaria, asimilar aquellos films que te produjeron una buena impresión. Sobre el que quieres escribir, quieres detenerte y darle su lugar, aunque dejes afuera tanto importante, tanto destacable. Así que mi experiencia en este Bafici (y en todos los festivales a que he asistido) me vuelve a remarcar aquello de que no importa verlo todo. Importa lo que ves y lo que te llega.
En mi caso, debo decir que varias de las películas programadas no las vi porque se quedarán en cartelera, ya que había un convenio previo con las salas comerciales (y se aprovechó la movida para incluirlas en la grilla del festival), como tampoco las argentinas, que espero verlas con mayor respiro.
Comparto con vos, Raúl, esa sensación de vivir unas semanas en otra dimensión, en otra realidad que te atrapa, en la que estás solo y estresado, pero a la vez flotando de felicidad por todo lo que hay que ver.
Muy buena la descripción de “your festival”.

Doctor Spawlding dijo...

Yo solo estuve en el de Sitges, hace unos años, y la experiencia fue genial, se crea un mirocosmos en el que parece que todo el mundo está hermanado.

Claudio G. Alvarez Tomasello dijo...

Y ¿por qué no? un festival de sólo buenas películas?
Ya sé. Es utópico.
Te admiro. Ya no puedo disfrutar de sólo ver una peli. Tiene que atraparme.
Pero siempre fuiste un puro.
Quiero CRITICAS..!
Quiero SANGRE..!

www.desdelamediocridad.blogspot.com

Anónimo dijo...

Sinceramente un festival de cine independiente como el BAFICI es algo totalmente paradojico...
Hay gente que esta esperando este festival solo para ver las buenas peliculas que nunca va a poder ver en cine si no fuera por este tipo de festivales... pero tiene que luchar, a capa y espada, contra los “paracaidistas” que quieren ver “cine raro” y vacian las boleterias a los 2 dias de abiertas las entradas anticipadas...
Muy bueno tu comentario Raul... nos vemos por el foro... ;)

Anónimo dijo...

Yo siento amor-odio por el festival. Amor por el cine , porque dan las peliculas que me gustan y que no puedo ver de otra manera y odio porque me molesta ver cinco peliculas en un dia , termino pensando que pierdo perspectiva en el analisis de las mismas , me molesta correr con los horarios y me fastidia tener que luchar contra todo , venta de entradas , empleados de los cines ( la anecdota que cuenta Raul me ha pasado mas de una vez a lo largo de los 10 años del festival), "paracaidistas" como dice Pablo Mc Fly , etc ,etc.
Bueno , este amor-odio es mi ambiguedad , lo que Bazin le reclamaba al cine..¿todo concuerda no?
Por muchos BAFICI's mas...

PALA dijo...

Para mí, BAFICI significó pocas cosas pero todas encantadoras.
Ir a cine con bellos amigos nuevos.
Reencontrar un viejo país conocido.
Conocer a Luis Ospina.
Acercarme a esta Buenos Aires que siento cada vez más cerca.
Conocer a Luis Ospina.
Con esto, me basta para empezar a soñar con el próximo.

Raúl dijo...

Sí, lo de la ambigüedad baziniana se siente. Pero no hay tales ambigüedades a la hora de estar allí. Siempre queremos estar.

En relación a los nuevos conocidos, yo conocí a Koji Wakamatsu en vida y obra, ya comentaré.

Gracias por los comentarios a esta entrada!!!

aldo grela. dijo...

Esto de estar sometidos a imágenes y sonidos aluvionales, es lo mejor que nos puede pasar a los locos por el cine como nosotros. Y sí: hay que elegir. Todo no se puede ver. Pero es como con la edad: "Es duro llegar a viejos, pero más duro es no llegar". Traducido:
es mejor ver algo, que no ver nada.
Soy el "tío baziniano" de Raúl. Su Hulot.

Liliana dijo...

Bienvenidos sus comentarios a kinephilos. Y tío baziniano... ¡qué lujo!, ¿eh, Raúl? Doblemente bienvenido :)

Raúl dijo...

Un gran escritor también Lili, ganador de más de un concurso de letras. Habría que habilitar un rinconcito de lectura para que nos invadan sus maravillosas parrafadas.

Abrazos, mi Hulot particular!