23 enero 2007

El secreto de Vera Drake

Raúl Bellomusto



Ahí va Vera Drake. Recorriendo los suburbios londinenses, transitando sus estrechas callejuelas, poseyendo las llaves que abren muchas puertas verdes. Detrás de esas puertas están sus afectos, su familia y todas aquellas otras familias para las que Vera trabaja o a las que, simplemente, ayuda desinteresadamente. Todo lo hace con una sempiterna sonrisa y tarareando váyase a saber qué canción. Y ese gesto, tan profundamente humano, tan propio de una humanidad casi perdida en este mundo, contrasta con todo lo que se ve en pantalla en las primeras secuencias: casas proletarias, miserias humanas, oscuridad y estrechez. La estrechez está en las calles, en los ambientes cerrados, en las historias. Y la sonrisa de Vera, sin embargo, es ancha y generosa.

Efectivamente, El secreto de Vera Drake (Vera Drake, 2004, Mike Leigh) es una película hecha de contrastes. Desde su forma hasta sus contenidos más íntimos, desde los desiguales niveles de luz hasta los distintos personajes que atraviesan los diversos escenarios. Todo parece amalgamado por la figura de Vera, que suelda las diferencias, homogeniza las sensaciones del espectador. Y entonces vemos que hay otras casas, más amplias, más luminosas. Las de aquellos acomodados que contratan por horas el servicio doméstico de Vera. Sin embargo, nada cambia la actitud de la mujer. Y los contrastes se agigantan, se apilan, se imbrican. Vale la misma sonrisa para ese vecino sin familia que no obstante parece un buen partido para una hija queda, como para la señora que apenas le habla mientras la protagonista, en cuclillas, lustra una lujosa chimenea.

Así discurren los días de Vera. Agradeciendo por las noches, junto a su esposo, la vida que les ha tocado en suerte. Celebrando la constitución de una familia que puede dar el salto a través de los hijos, como siempre sucede (o debiera suceder). Ethel tiene ahora, con Reg, la posibilidad de formar su propia familia y Sid posee el empuje de un joven preparado, curtido por los avatares de las guerras y que puede, por iniciativa propia, aspirar a un futuro mejor. ¿Qué más pueden pedir los padres? Con todo, el universo de Vera no se agota allí. Los viernes, a las cinco de la tarde, practica abortos para “niñas con problemas”, según sus propias palabras. Y lo hace sin que ningún interés económico la mueva: hace veinte años que “ayuda” a esas jóvenes sin cobrar ni un penique (cosa que sí hace quien le deriva los trabajos). Encara esta tarea como todo en la vida: sonriendo y tarareando. Al fin se trata de celebrar.

Pero el mayor de los contrastes asalta la historia: lo que Vera hace, los viernes, es ilegal en la Inglaterra de 1950. Y la Ley se lo hace saber, justo el día, vaya paradoja, en que su hija está celebrando su compromiso y su cuñada anuncia su embarazo.

Leigh se detiene en un primerísmo primer plano del rostro de Vera al momento en que su esposo le anuncia que la policía la busca. Y ese plano, que se sepa, tiene destino de clásico. Sin decir palabra, una brutal metamorfosis ataca ese rostro afable. Imelda Staunton, a cargo del personaje central, ofrece uno de los momentos más conmovedores de los que puede brindar el cine actual y, tal vez, el de toda la historia. Dejos de la Juana de Arco” de Carl Theodor Dreyer pueden entreverse en ese plano crucial que parte la película en dos. (No existe justicia en los Premios Oscars –vaya novedad– si Imelda no tuvo uno en sus manos sólo por haber actuado esta toma).

Y la Sra. Drake va a parar a la cárcel. Una de sus niñas casi muere y Vera tiene que pagar. Una nueva puerta verde, más ancha, más contundente, se cierra tras la mujer como un nuevo y aplastante contrapunto y ni ella ni los espectadores tenemos las llaves. El seco portazo nos despierta de un sueño en el que todo estaba en su tierno orden. Vera Drake ha abortado la sonrisa.

Lo que sigue es el proceso al que se somete a la protagonista, quien ha delinquido para el imperio de la Ley, siendo destinataria de una culpabilidad que ella asume sumisamente, consciente de que su ley moral no es la misma que la del fundamento social que la persigue. Toda la película es una toma de posición al respecto, pero aún así el mayor mérito de Leigh es que no teoriza, no pregona su postura con fuerza panfletaria. El director se limita a contar una historia: eso es cine.

A través de este proceso que lleva a Vera a la prisión, se pueden vislumbrar las lealtades o traiciones –nuevas asimetrías– que le esperan. En este punto, es el personaje de Daniel Mays, su hijo Sid, quien hace las veces de puente, quien encarna las ambigüedades que un tema como el aborto puede provocar.

La última frase que escucha Vera en la película: “Vera, fíjate por donde caminas”, proferida por una guarda cárcel, es la frase que los eternos partidarios de la falsa moralina pueden empuñar para condenar, a su vez, el tema que Vera Drake nos trae. Y no habría que detenerse en esa oración sino en las que emiten sus compañeras del penal, que sí asumen su dolo conscientemente.

Sin embargo, es tristemente cierto, Vera, que en este mundo no hay lugar para mujeres de tu talla.

11 comentarios:

Liliana dijo...

Este es uno de los directores que he dejado en el más grande de los olvidos. Deberé ponerme a tono. Tu crítica me incita a ver Vera Drake. Se nota que te conmovió bastante, ¿no?

andrés dijo...

es que conmueve, es lo que tiene mostrar lo abyectos que pueden ser nuestros sistemas formales basados en convencionalismos

besos

Raúl dijo...

Sí, es una película ciertamente conmovedora, Liliana.
Besos

Duna dijo...

Es una de las películas más reales y crudas por lo contradictorio de su protagonista, como dice Raúl. La ternura que emana Vera en cada uno de sus actos es palpable a través de la pantalla. El dolor y la rabia del momento en que sólo pide que no le digan nada a su marido. No solo es ternura lo de Vera, es AMOR, un amor inmenso por todos y cada uno de los seres que la rodean.

Me encantó el post, Raúl.

Raquel dijo...

Algo que parece tan sencillo... y que es tan difícil: narrar una historia...

Unknown dijo...

Pues yo creo que este mundo pertenece a mujeres como ella, como vosotras, sólo tenéis que reconquistarlo.
Algunos prometemos ayudar.
Salud!

juan dijo...

liliana: gracias por esta puerta abierta (¿verde?) para que tantos veamos cine con los ojos de otros. Gracias. Y luego recordé a Antonia y sus posibles mujeres imposibles

Raúl dijo...

Contar una historia, conmover... Aún "tan sólo" mover algo en nuestro interior... no? No sucede mucho esto hoy con el cine. Cuando algo así aparece, hay que aprovecharlo, incorporándolo, haciéndolo parte de uno.
Gracias por los comentarios, son para mí, una hermosa bienvenida!

Anónimo dijo...

Vi la película con gran atención, y no sólo por el tema que encierra sino por lo magnético de la actriz. Una mujer que encarna a la perfección a generaciones enteras de mujeres que ha hecho lo que debían hacer para que otras pudieran hacer lo que debían. Y no me refiero al aborto, o no sólo. Se trata de muchos sacrificios pequeños unas veces y grandes otras, que poco a poco intentaban, casi de manera inconsciente, cambiar un poco el mundo que tenían a su alrededor.

Y esa es la gran habilidad de la película. Mostar a Vera, una de esas mujeres que no cree estar haciendo nada especial más que ayudar a otras mujeres que, o no pueden tener un hijo o simplemente no quieren. Y Vera no lo hace por los derechos de las mujeres ni el universalista "Nosatras parimos, nosotras decidimos", sino porque ella considera que lo correcto es ayudar en aquello que puede. Un personaje que encarna la bondad en unas circunstancias que no podían tolerarse en la época en la que se desarrolla la película.

Como bien dices, el director es de lo mejorcito que uno se puede encontrar. Bien llevada, una buena construcción de los secundarios a los que ubica en los diferentes perfiles sociales-morales sin forzarlos...

Buena película.

teceo dijo...

Liiana, que bien cuentas lo que ves y lo que sientes, gracias por prestarnos tus ojos a través de tus dedos que terminan siendo letras en tu blog.

Que bueno poder ver tantas cosas aqui reseñadas... es urgente prolongar los dias, pero ¿Cómo?

Liliana dijo...

Yo quisiera verla ya...
A quienes nos visitan por primera vez, son tan bienvenidos como quienes nos comentan con frecuencia.
A teceo... yo no he escrito esta nota, sino Raúl. De todas maneras, comparto contigo lo bien que lo cuenta.
Un saludo a todos y nos vemos en otros posts.