04 diciembre 2006

El desamor en el tiempo

Marcela Barbaro

A veces nos preguntamos sobre la necesidad de crear un mundo opuesto al nuestro, donde se disfrute la ilusión de vivir en la irrealidad, a fin de realizar lo que deseemos. Dar paso a lo imposible; como que lo efímero pueda eternizarse y la soledad deje de estar sola. Cuestiones que se desprenden de 2046, el último film del honkonés Wong Kar Wai.

Chow (Tony Leung) es un periodista solitario que decide escribir una historia sobre un lugar llamado 2046. En ese mundo del futuro habitan androides con humanos. Allí nada cambia, nada se modifica. Por eso, las personas viajan hacia ese lugar en busca de los recuerdos perdidos. Ningún hombre ha vuelto, excepto uno, quien narra, quien escribe esa historia de amores desencontrados.

Bajo un bellísimo despliegue esteticista tanto sonoro como visual, 2046 comparte con Con ánimo de amar, al protagonista Tony Leung y a sus tópicos habituales: la imposibilidad de concretar un amor, la dificultad de las relaciones afectivas y el tiempo como rector del destino y al cual queda todo sujeto.

En el film, la construcción de ese mundo donde lo que rige es la inmovilidad y lo inalterable nos permite entrever el deseo interno sobre la perdurabilidad del amor como un factor determinante para lograr la felicidad. En toda su filmografía, se percibe esa lucha contra el tiempo y su fugacidad, su movilidad y, en definitiva, contra su finitud. Bajo una mirada agnóstica, el destino del amor recae en manos del tiempo. Un tiempo que establece las coordenadas precisas para que dos seres puedan encontrarse y enamorarse para siempre, si éstas no se cruzan, sólo serán relaciones pasajeras y momentáneas.

En 2046, todo está en función de un tiempo que se rechaza constantemente. Las secuencias se dividen en lapsos: por fechas del calendario (24 de diciembre), por cantidad de horas, o por los viajes realizados en el tiempo. Esta construcción del relato no es más que una paradoja de ese tiempo violado intencionalmente por Wong Kar Wai, quien rechaza contar historias lineales, escapando de la lógica y abriendo un Universo anacrónico.

En dicho Universo, sus personajes son seres solitarios que, sentenciados por los recuerdos de un pasado feliz, buscan el amor en un presente condenado a un futuro incierto. Cada uno de ellos ha sufrido penas de amor, ya sea, por haberlo perdido, por no ser correspondido o por prohibición. Así, viven su angustia bajo una prisión interior.

A pesar de su maestría, Won Kar Wai no logra deslumbrar con una verdadera autencidad como en otras de sus obras: Chungking Express, Felices juntos o Con ánimo de amar. Porque en 2046 el relato se prolonga demasiado en torno al personaje principal, Chow. Un faldero incurable y caprichoso, que con su pedantería y descortesía aleja toda contemplación piadosa sobre la soledad que siente ante su necesidad de amar y sentirse amado. Sumado a una ciudad futurista, que se intercala con androides y efectos visuales, a la manera de Blade Runner o Armageddon, y por último, los encuadres hechos a la manera inconfundible de Antonioni, terminan generando un discurso que, por momentos, se agota.

Sin embargo, uno de los personajes cuenta que “en el hueco de los árboles dejamos nuestros deseos, para luego taparlos y que nadie los escuche”. 2046 es el interesante secreto que Won Kar Wai nos ha dejado en aquel hueco del árbol. Yo, ya puse mis sentidos en él. Pase el que sigue.

9 comentarios:

Liliana dijo...

El tiempo muerto (¿muerto?) es lo que más recuerdo de esta película. Quizá si la hubiera recortado unos 20 minutos, le habría quedado una preciosidad como "Con ánimo de amar" o "Felices juntos". Creo que en la extensión, se diluye la esencia.
Me gustó mucho tu nota, Marcela.

mimismidad dijo...

Sin tiempo que vivir no seríamos nada

Harry Reddish dijo...

Gran película, y eso que a mis las lentas como que no, pero me fascinó esa calidez de las imágenes que no tienen nada que ver con la frialdad de la ciencia ficción. Me encantó. Me alegra conocer tu blog.

Salud

Cristhian Carvajal dijo...

Definitivamente esta es una de las mejores películas que me he visto. Quizá me faltan varias de este mismo autor, de quien sólo he visto "Felices juntos" y 2046, suficientes para haber quedado anonadado con la forma de narrar, los detalles de la imagen y la sensibilidad de sus historias.

Personalmente no tengo problema con la duración de la película y mucho menos con eso que llaman películas lentas, pues todas van a 24 cuadros por segundo.

Un abrazo.

Andrés David dijo...

A mí el tiempo muerto no me pareció tan muerto. Aunque difíciles de usar, esos momentos funcionan bien en esta película porque ayudan a establecer sensaciones de eternidad, languidez y opresión relacionadas con el amor. Tal vez sea porque esos tiempos muertos me hablan bastante que no pienso en recortarla.

A Harry una bienvenida y lo siguiente: la ciencia ficción no es fría. Tiene un lado que enfatiza lo mecánico pero en últimas es un género que se centra en los seres humanos y como lidian con el cambio. Lo que ocurre es que en cine son pocos los tratamientos fieles a ese lado humano.

Anónimo dijo...

Es un comentario constante aquel de la "excesiva" duración de 2046. Sin embargo a mi nunca me pareció así.

2046 es una de mis películas favoritas. La sobriedad de la narración, la bellisima música caribeña, esa forma de mezclar imágenes de tiempos tan distintos sin sentirlas forzadas, todo eso se me hace mágico.

Sin duda, una magnífica pieza cinematográfica y una nota que hacía falta. Muy bien, Marcela.

Anónimo dijo...

Gracias por sus comentarios.

No sentí tiempo muerto sino una prolongación del relato bajo los mismos parámetros de búsqueda que se sucedían una y otra vez.

Saludos.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con lo que mencionas en tu escrito.

Wong Kar Wai es un director que en mi opinión logra que la estética, a veces, esté por encima de otras cosas en principio más importantes. Y eso no sé hasta que punto es bueno.

Aparte de eso, creo que a veces abusa del trucaje.

Pero bueno, creo que sus películas guardan sorpresas gratificantes y que de ellas podemos aprender cosas que hay que hacer y cosas que no.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Si me permites, añadiré una de las obsesiones de Wong Kar Wai, la más importante en mi opinión: el sacrificio.

La esencia del amor reside en el sacrificio. Así lo insunua en casi todas sus películas. Todo lo desinteresado, todo aquello que se no ve, forma parte de la eterna búsqueda de esa quimera que probablemente nunca se llegue a encontrar.

Saludos.