20 diciembre 2006

Todos los hombres del rey

Liliana Sáez

Hace unos cuantos años vi Todos los hombres del rey (Robert Rossen, 1949). Ha permanecido en mi recuerdo como un invalorable alegato político en plena época de la caza de brujas que emprendió el senador McCarthy en los Estados Unidos (sin profundizar mucho en que esto llevó a Rossen a integrar una lista negra que lo empujó al exilio y a hacer alguna delación que le permitió volver a trabajar en su país). En fin, la historia de ese film ha permanecido en mi memoria debido a una inquietud que me persigue desde mi juventud.

Desde entonces he pensado que la historia es bastante injusta, pues recuerda solamente a los líderes, sean estos "buenos" o "malos" (sabiendo que no existe tal categorización, sino que más bien puede entenderse a modo de metáfora, y todos sabemos de qué hablo). Los nombres de las personas que rodean a esos líderes suelen permanecer en un cono de sombra del que no los rescata casi nadie.

Días atrás vi la versión de Steven Saillian de Todos los hombres del rey (2006). Es la historia de un político (interpretado por Sean Penn) no muy inteligente, que gracias a su gran oratoria "encandila" a un periodista (Jude Law), que contribuirá a impulsarlo a la cima del poder, donde lo sostienen intereses non sanctos.

A pesar de que esta nueva versión no mejoró el recuerdo que tengo de la primera (quizá debido a la sobreactuación de Penn o a la simplificación de la historia) hubo un elemento que acaparó mi atención y no deja de inquietarme: la relación que va estableciéndose entre el político y el periodista, quien pasa a formar parte del entorno del líder de una manera casi natural. Uno podría pensar que alguien como ese personaje puede convertirse en una especie de monje negro que mueve los hilos de un títere con cabeza de político. Pero no, hay algo más profundo que está en un segundo plano en la película. Es el vínculo paterno-filial que se establece entre los dos hombres, pero esa relación se contamina con el interés que suscita en ambas partes el beneficiarse del otro. El líder utiliza a su hombre para conseguir un fin político, mientras que el periodista busca una posición en el aparato político que va construyéndose con un solo fin: el poder.

El poder puede ser utilizado con un fin loable o deplorable. No intento hacer moralismo sobre él, sino más bien, buscar qué hay en esos vínculos que se establecen entre los hombres que trabajan para un líder en un clima vertiginoso. Cómo éste crece gracias al trabajo de quienes apuestan por él, como si fuera un Cristo seguido por sus apóstoles.

Más que respuestas, me surgen preguntas: ¿Es real ese sentimiento paterno-filial? ¿Es un sentimiento recíproco? ¿Dónde deja de ser un vínculo afectivo para pasar a ser un vínculo interesado? ¿Qué grados de dominación se dan entre uno y otro extremo del vínculo? ¿Qué tipo de lazos se establecen para que se logre la incondicionalidad del otro?

Porque lo que me parece más perverso –y está presente en una mínima escena en la película, que para mí vale como una totalidad–, es cómo uno influye en el otro hasta hacerlo claudicar en algo que es intocable. Entonces, mi última pregunta: ¿En qué punto de la relación uno de los extremos del vínculo, (el más débil) comienza a perder su autonomía de acción y de pensamiento?

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Me resultó terriblemente lenta. Estaba deseando que acabará, al menos que llegase el final a ver que pasaba de una vez. Creo que cuando la película arranca (cuando Sean Penn arranca también como personaje principal) y parece que será una gran película. Pero no hay manera de que la cosa avance.

Los actores inmensos, pero ni ellos pueden darle ritmo.

Anónimo dijo...

En cuanto a la pregunta. Yo creo que se establece, más que una relación entre padre-hijo, es más una relación entre el que se cree un creador (el periodista) con su criatura (el político). Cuando en realidad es lo contrario, es el político el que maneja al periodista. Lo que sucede es que el periodista se suele seducir en su propia magnificencia.

Liliana dijo...

Totalmente de acuerdo. Extensa sin mayor motivo. Buenas actuaciones, pero fastidiosa.
La primera versión la supera.
Gracias por tu comentario, Ottinger.

Liliana dijo...

Y sí... el periodista es un gran Narciso que embelesado en su reflejo no se da cuenta de hasta dónde se está involucrando (sí creo que afectivamente).
Es una relación compleja verdaderamente. Compleja y perversa.

mimismidad dijo...

No he visto la película, pero ese tipo de vínculos se pueden extrapolar a casi todo tipo de relaciones. Ése es un punto peligroso porque casi siempre es un punto de no retorno.

Liliana dijo...

Sí, es muy cierto. El hecho de perder el norte de tus ideales por los de otro, eso me parece muy peligroso.

Unknown dijo...

Yo creo que es el poder el que controla a periodista y político.
Hay que huir de él, cual anillo único!
Salud!

Harry Reddish dijo...

Sin haber visto la película de Penn, me tengo que quedar con la clásica en blanco y negro, que es una gran película, sobre todo por ese toquecito de cine negro que tiene. Es una de esas joyitas que siempre te gusta ver en esos fríos días de invierno (jajajaja, me doy cuenta que tú ahora estás en verano)

Salud!!!

Liliana dijo...

Juan: Tienes razón. Todo lo que el poder toca lo corrompe.

Harry: A mí también me gustó mucho más la clásica, mucho más. Y sí, hace bastante calor, pero las pelis se disfrutan igual.

Andrés Correa dijo...

A mi lo que me gusto es que hay muchas relaciones de poder en la película. Todas los personajes están jugando esos juegos entre si y nunca se sabe quien domina a quien o quien trabaja para quien (aunque al final nos quieran resolver ese asunto) Hay una escena en que el periodista le pregunta al gobernador si le guiño el ojo esa primera vez... El punto ahí es: quien descubrió a quien en primer lugar? Esa pregunta también se puede hacer con los otros personajes. Yo personalmente no creo que el gobernador sea tan tonto y la sobreactuación solo la percibí en tarima, es decir cuando así debía ser... Los políticos son sobreactuados no? Que lastima que no haya visto la primera pero la buscaré.

Liliana dijo...

Andrés, en la versión de Rossen ese juego se ve más complejo. Me parece recordar que sus personajes eran mucho más ricos que los que nos muestra esta versión nueva. De todas formas, no creo que haya ningún "tonto" y comparto contigo que todo es un juego de poder. Perverso, pero juego al fin.
Gracias por tu comentario. Hacía tiempo que no andabas por aquí.
Un abrazo.