01 julio 2006

Cleopatra, de Eduardo Mignogna

Pablo Abraham


Para envidia de muchos el cine argentino sigue alcanzando reconocimientos internacionales. Más allá de la nominación al Oscar de Hollywood de El hijo de la novia, de Juan Carlos Campanella, en 2002, en el festival de Toulouse, Buena vida delivery, de Leonardo Di Cesare y El fondo del mar, de Damián Szifron, fueron galardonados con el Gran Premio Coup de Coeur, el primero, y el premio Decouvert al primer largometraje, el segundo, un triunfo más que se suma a los Osos de plata otorgados a Daniel Burman, cineasta, y a Daniel Hendler, actor protagonista, por El abrazo partido, en el festival de Berlín 2004. Paralelo a la premiación del film de Burman, se hacía en esa misma edición del festival berlinés un homenaje a la obra de Fernando Solanas, acontecimiento éste que ofrecía sin dudas, una muy evidente comparación entre dos creadores de diferentes generaciones, representantes de un cine argentino de antes y de ahora: el de una época en la que el cine se asumía como una contundente toma de posición política con respecto a la realidad, y el de un cine en el que la política ha dado paso a un acercamiento más contemplativo, más íntimo -más entrañable, si se quiere- de temas y personajes, sin dejar de lado, a veces, cierta carga de crítica social o mirada desoladora. A este cine evidentemente pertenece el octavo film de Eduardo Mignogna, Cleopatra, una road movie a la que se ha dado en clasificar como la Thelma y Louise latinoamericana al presentar la travesía que inician dos mujeres de distinta edad, formación y condición social, desde Buenos Aires hasta los más apartados y recónditos pueblos y paisajes argentinos, en un viaje que las llevará hacia su liberación. Por cierto, ha sido algo recurrente, en el cine argentino de los últimos años, apelar al subgénero de la road movie. Si no, recordemos los Caballos Salvajes, de Marcelo Piñeyro, donde un joven empleado y un viejo jubilado que lo obliga a robar el banco donde trabaja, emprenden la huida para convertirse en prófugos heroicos de la justicia; o más recientemente Historias mínimas, de Carlos Sorin, cuyo trío de historias tienen como desplazamiento geográfico la vasta y desolada Patagonia argentina; y aunque no sea exactamente una road movie, en Kamchatka, de Piñeyro, los padres del niño protagonista se la pasan moviéndose de un lado a otro, de un hogar a otro, intentando escapar a la captura que la ley les ha impuesto. Ciertamente de Mignogna hemos visto muy poco, concretamente Sol de otoño (1996), historia de amor otoñal interpretada por Norma Aleandro y Federico Luppi, presentada en uno de esas Muestras de Cine Iberoamericano exhibidas en Caracas hace ya años.

Volviendo a Cleopatra, evidentemente la crítica social o la visión desoladora, de las que hablábamos anteriormente, están fuera de las intenciones de Mignogna, quien con la ayuda de su coguionista, Silvina Chague, por el contrario, confecciona la travesía de estas dos mujeres bajo los parámetros de la comedia amable y simpática. Cleopatra (Cleo) es una maestra jubilada, esposa de un marido alcohólico desde hace tiempo desempleado, y madre de dos hijos adultos que viven en el extranjero; Sandra es una bella joven, actriz de telenovela, rodeada de fama, admiradores y con un futuro muy promisorio. Pero, contrario a lo que uno pudiera esperar, Mignogna evita por completo enfilar el cuento hacia la típica alegoría de relación madre-hija. Por tanto, no hay superioridad alguna de una con respecto a la otra, ni por juventud ni por vejez. Ambas mujeres detestan el mundo respectivo que les ha tocado vivir. Cleo jamás se convierte en el lado consciente o la salvadora de Sandra. Su figura es la de una colegiala –entrada en años, por supuesto- que por primera vez se escapa de su hogar huyendo de esa especie de cárcel opresiva. Una colegiala que se emociona al estar por primera vez frente al volante de un vehículo. Y desde esa perspectiva descubrirá en su recorrido la existencia de personas tan atrapadas, tristes y amargadas como ella. Sandra en cambio, es la chica que lo ha tenido todo fácil debido a la fama. El corte de pelo será el inicio hacia el camino de su liberación. La búsqueda de su padre, de sus raíces, la llevará a conocer el verdadero amor y la verdadera razón de su existencia.

Por otro lado, la sencillez de Cleo (magnífica Norma Aleandro) nunca pretende imponerse como superior, aunque es también desde su perspectiva que Mignogna nos advierte la existencia de un mundo tanto o más complejo más allá del que nos rodea, un mundo donde existen personas que sufren por un presente o por un pasado, incapaces, al parecer, de afrontarlos y superarlos. Es este el aprendizaje que llevan a cabo ambas protagonistas, pero que en la figura de Cleo es mucho más contundente. Por eso contrasta la imagen final de ella, sentada explicando las tres opciones que posee ahora, rodeada de una naturaleza exuberante y una luz resplandeciente, con la primera escena del film donde la muestra semidormida, regresando a su hogar (su cárcel) en un vagón del metro de Buenos Aires bajo una noche lluviosa.

Tampoco la amistad entre Cleo y Sandra pretende imponerse como una respuesta vehemente a un mundo en el que las mujeres, por una u otra razón, se ven atrapadas en una realidad asfixiante, dominada por la figura masculina: he allí lo que representan el “novio” productor de Sandra o el marido alcohólico de Cleo. La huida de ambas, más que ofrecerle una lección a esos hombres o a la sociedad en general, es como ya lo hemos dicho el encuentro con ellas mismas y la superación de su amargura y desdicha. “Si eres capaz de darte cuenta de que la felicidad no está en lo que te rodea, pues también eres capaz de buscarla y encontrarla por otros derroteros” parece decirnos Mignogna; y aunque no sea esto novedad alguna, lo dice, eso sí, con mucha calma (ese es aparentemente su estilo, ya visto en Sol de otoño), pero también con mucha convicción y el suficiente encanto con el que ha rodeado a esta pequeña pero valiosa pieza, retrato amable de personajes comunes y corrientes, como ya parece costumbre en el cine argentino actual.

5 comentarios:

Liliana dijo...

No he visto "Cleopatra", aunque sí muchas de las que mencionas en el artículo completísimo que has elaborado. En cuanto la vea (me han entrado ganas, después de leerte, Pablo)la comento. Prometido.

Juan Lorza dijo...

ey me ha costado mucho trabajo conseguir Kamchatka en Cali, siempre me han dicho que es una de las grandes películas del cine argentino.....una pregunta ¿Martin (hache) es argentina o española?
otra: ¿como se llama la última película que hicieron sobre la guerra de las malvinas? me gustaría verla

ahhh y por ultimo te invito a mi blog de viajes, que no habla de cine pero habla de nuestras posibilidades cinematograficas...la verdad es que todavia no nos acercamos a la calidad del cine argentino pero en eso estamos http://viajeshumeantes.blogspot.com

Liliana dijo...

Hola Hildebrando. Es grato encontrarte por aquí. Aquí algunas de las respuestas a tus inquietudes: La última de Malvinas es "Iluminados por el fuego" (no tuve estómago para verla completa); "Martín (hache)" es una coproducción argentina-española. El director, Rodolfo Aristarain es argentino (le tengo bastante respeto, ya que muchas de sus pelis son mis preferidas: "Un lugar en el mundo", "Los días de la víctima" o "Tiempo de revancha", son algunas); y en cuanto a "Kamchatka", no sé si decirte si es buena o no, porque lo que cuenta es algo muy parecido a lo que mi familia vivió en esa época y que me ha marcado profundamente y no puedo tomar distancia. Si alguien viaja a Cali, te mandaremos una copia de la peli.
Y, por último, visité y viajé con ustedes a Santa Marta, gracias a tu blog de viaje. Hermosos lugares y una bonita experiencia.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Pablo: qué alegría encontrarte aquí.- No sé si me recuerdas,soy Lala, mamá de Liliana, y me emocionó mucho poder leerte.- Tus artículos son excelentes las películas que eliges para tus críticas, son casi imperdibles,muchas de ellas las he visto, otras no y tus comentarios despiertn mi curiosidad siempre.-
Las relacionadas con el cine venezolano, que leí en este espacio, me llenaron de nostalgias,y sabes qué? reflotaron los recuerdos entrañables que tengo de tu hermoso país . Paisajes, sabores, sonidos... el ritmo vibrante del diario vivir en Venezuela qued{o definitivamente incorporado en mi corazón donde flamean tres banderas: la de Argentina, Chile y Venezuela.-
Un abrazo para ti, Pablo, y de corazón un VIVA VENEZUELA !!!!!

replicante dijo...

Yo la vi en su estreno en Madrid y me parecio bueniiiisima, cuenta una historia que me llego.

Por mi parte un 10 para esta pelicula