04 mayo 2006

El camino es largo y la carretera negra

Una buena amiga mía ha sido víctima de un secuestro express, me dijo que al ver la película se sintió muy identificada con ella y que en su opinión, era muy fiel a la realidad.

Yo no he sido víctima de un secuestro, así que no sé hasta qué punto es cierto lo que dice mi amiga. Por supuesto, le creo.

Si hay cosas de Caracas que la película expone y sé que son ciertas, puesto que yo mismo las viví durante mi estancia en esa ciudad, ahora llamada crack ass. Supongo que como yo a mi amiga, tendréis que creerme.

Lo que más me disgustó de la película es ese montaje copiado de Requiem for a dream y de Lock, stock & two smoking barrels, para esas dos películas le encontraba sentido, pero para ésta lo creo estúpido, mera estética por estética.

Debo admitir que la película me gustó, la encontré interesante porque encierra un carácter documental y una carga crítica. Eso mismo hace que a veces parezca maniquea, sobre todo si resumimos el trato que se le ha dado a los secuestradores y a los policías. Aunque en ese mismo maniqueísmo he encontrado algo tan interesante como desolador: que en nadie podemos confiar, que estamos solos en esto.

Por otra parte, Secuestro express es una película joven y sin miedo. No duda en plantear uno de los problemas más grandes de toda Latinoamérica.

La calidad, sobre todo del sonido, es altamente notable, algo casi inaudito en el cine venezolano.

Volviendo a lo de mi amiga... viendo la película recordé tantas y tantas películas yankees sobre disparos, muertes y secuestros. Yo no sé cuántos de esos actores y directores han tenido la oportunidad de disparar un arma o han tenido la mala suerte de que alguien les apunte con ella. Yo he disparado varias veces y también he sido víctima de robos a mano armada, y debo decir que acojona, y mucho. El hierro es increíblemente frío y no hay susurro que salga de una boca. Lo digo porque esas miradas (tanto la del atracador como la de uno mismo), no logro verlas en Bruce Willis, Mel Gibson o Steven Spielberg, pero sí pude verlas en los actores de Secuestro express, lo cual me emocionó y por eso les hago mención.

Espero que en Venezuela se siga apostando por este tipo de producciones jóvenes y que intentan retratar el país. Ya lo hacen directores como Chalbaud o el mejor de ellos: Carlos Azpúrua.

No quisiera acabar este escrito sin antes hacer mención a las innumerables críticas en contra de la película. He tenido ocasión de leer unas cuantas y he podido constatar que denuncian, sobre todo, el abundante maniqueísmo del film. Pues a estas críticas también debemos aplaudir, porque significan que la gente ha visto la película y la ha tenido en cuenta, algunos a favor y otros en contra ¡y falta que hace eso! Lo que me pareció curioso en muchas de las críticas es que denuncian la mala imagen que deja la película sobre Caracas, pero no atacan la manera en que el secuestro express está narrado en el film, lo que encuentro positivo, puesto que por lo visto se ajustará a la realidad y porque si es así, todos estaremos un tanto más advertidos sobre la realidad en la que vivimos.

Marc Jardí


11 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues yo he de decir que aunque nunca me han atrcado a punta de de pistola, sí de arma blanca, sí he disparado, y seguiré defendiendo que nadie ha rodado una escena bélica, ni lo hara en mucho tiempo, como Spielberg. Sigo estremeciéndome con las escenas de Salvar al soldado Rayan o con las ejecuciones de la Lista de Schlinder. Un saludo.

Andrés David dijo...

Las críticas sobre la mala imagen son típicas. Es parte de nuestra tradición de meter bajo la alfombra ciertas realidades porque no encajan con la imagen que vendemos adentro y afuera. Recuerdo una visita de Bill Clinton a Colombia. Fue contratado para dar una conferencia en Cartagena —media hora de este es un gran país por un cojonal de plata— y se decidió que había que limpiar la ciudad: esconder a los pordioseros.

Pasa lo mismo con el secuestro. Las estadísticas son abrumadoras y la realidad es patente, sin embargo, tiende a ser desechada bien por ignorancia bien por desidia. Se vuelve tan común que se olvida lo horrible que es. Películas así, que logran despertar reacciones, sirven mucho para provocar reflexión sobre el tema.

Cierro con una pregunta: ¿el título del post es alguna cita, alguna referencia?

Liliana dijo...

He vivido 20 años en Caracas y por suerte nunca me asaltaron. Le tengo terror a las armas, creo que nunca empuñaría una, simplemente, porque creo que el individuo con un arma deja de ser "ser humano".
Conseguí la peli para verla, así que en cuanto pueda, incluiré mi comentario.
Sobre el título, esperemos que Marc nos diga.
Y sobre la primera escena de "Buscando al soldado Ryan", creo que es espectacular. Pero no sé si puede compararse con el "tú a tú" que pueda existir entre un criminal y uno/a, y no quisiera averiguarlo.

Anónimo dijo...

Andrés: el título del post es una cita de la película, una línea de diálogo.

Un abrazo a todos y gracias.

Joaquín Llorca dijo...

Estoy de acuerdo en que ninguna escena puede compararse con ese tu atu. Creo que el cine no puede, ni tiene porqué, documentar con el mayor realismo algo, entre otras cosas porque el tipo de escenas que se nombran tratan de recrear algo con un lenguaje, pero lo que que se quiere expresar tal vez está más allá de lo que vemos y hay muchas maneras de lograrlo. Ahí está la mirada del creador que no re-creador.

Liliana dijo...

Estoy de acuerdo que el cine no tiene por qué re-crear, digo: no es obligación, aunque pueda existir la intención (y no está mal, para mí), pero cuando hablamos de las escenas que nos transmiten algo o no, siempre estamos hablando de lo que sentimos frente a la composición de un autor, no si es realista o no, sino si me mete miedo y me puede dar una pálida idea de lo que debe ser estar frente al cañón de una pistola.
Esto es lo malo de los comentarios, y la falta de la charla de café/bar, que quizá estemos pensando lo mismo, pero lo decimos de una manera tal que es malinterpretado.
Eso nos pasa por estar en Caracas, Cali, Madrid, Barcelona o Buenos Aires. Pero, qué alegría reunirlos aquí.

Liliana dijo...

Termino de verla... Ufffffffffff... Demasiada tensión para una noche tan lejos de eso en que (pareciera) se ha convertido Caracas.
Amo esa ciudad, amo a su gente, escuchar los diálogos, a pesar de lo brutal de la película, ha sido volver a sentirme EN Caracas.
Genial sonido de ese maestrazo que es Stefano Gramitto. Buenas actuaciones de los "chorros". Angustia a mil por hora.
Este "Después de hora" tropical es demasiado... demasiado.
Efectista, puede ser... Los hechos se suceden in crescendo, sin pausas, el callejón no debería tener tantos vericuetos antes de llegar a la salida.
Ladrones que son robados. Policías corruptos y más bandidos que los propios ladrones. Bandidos que piden/dan la bendición a su madre/hija. Cadenas con crucifijos, medallitas piadosas que cuelgan de cuellos hinchados por la droga.
El centro, los cerros, Parque Central (¿en qué te has convertido, Parque Central?). Caracas, tierra de nadie.
Caracas, me dueles como no tienes una idea.

Andrés David dijo...

Tengo que verla. Muchos detalles me recuerdan las películas de Víctor Gaviria sobre Medellín y el narcotráfico, especialmente el detalle de las medallitas piadosas en las que confia todo sicario, encomendándose a la Virgen para que pueda matar, besando las balas con fe para que lleguen a su destino. Esa relación entre fervor religioso y crueldad me ha parecido lo más simbólico de todo el asunto. Encierra la contradicción entre el amor a la vida (propia) y el irrespeto total por la vida (ajena).

Liliana dijo...

Sí, Andrés, y también es cierto que lo que "Secuestro Express" cuenta no se remite sólo a Caracas, pasa también en Buenos Aires, y supongo que en Bogotá, así como en otros países de nuestra inmadura Latinoamérica.
Sobre las medallitas y crucifijos, yo veo que lo religioso más que acto de fe, es superstición, algo que no "aprendimos/entendimos" de nuestros colonizadores, simplemente, porque la fe no se enseña, y menos, se impone.

Andrés David dijo...

La línea es delgada. Pienso que el proceso es similar y lo que cambia es la fuente del fervor. En el caso de la fe la fuente es interna, se dirige hacia afuera y vuelve a reforzarnos. En la superstición, por el contrario, el objeto externo es visto como la fuente, provee cierta energía internamente pero termina por secarnos.

No había hecho este análisis antes y ahora creo ese ciclo refuerza la carga violenta al drenar de seguridad —en sí mismos, en el entorno— a los violentos. Eso hace que recurran cada vez más a las fuentes externas y se hundan y nos hundan.

Liliana dijo...

Puede ser. Es para pensarlo... sí, es tema de reflexión.