03 mayo 2007

Citizen Kane 2007

Raúl Bellomusto


¿Qué se podría agregar a todo aquello que ya fuera dicho acerca de Citizen Kane? Se sabe perfectamente que se ha escrito una incalculable cantidad de textos acerca de la obra de Welles en general y de esta película en particular. El pobre Charles Foster Kane ha sido sometido a infinitos análisis críticos, definiciones axiológicas, paralelos filosóficos y demás yerbas del pensamiento. ¿Qué podría, ciertamente, sumarse, sin caer en repeticiones o formalismos? Nada prácticamente. Pues… ¿habría de sorprender a alguien, todavía, esta astilla de oro enclavada en la historia del cine?

Debo confesar que he malgastado mucho tiempo en los cabildeos del primer párrafo, teniendo ante mis narices la llave de todas las respuestas: ¿qué le pasaría hoy, en el año 2007, a alguien que no ha visto la película si lo sometemos a la experiencia de espectarla? ¿Qué sentiría un público actual con lo que Welles pergeñó en 1941?

Otrosí digo, debo confesar que planteado todo como fuera dicho suena más a experimento científico que a ejercitación para el alma (¿qué otra cosa es, al fin y al cabo, ver películas?). Por eso opté por tratar de resolver mi dilema desde un costado más sencillo y ver entonces la película con amigos que aún no la hubiesen visto. Cortito y al pie, como decimos los futboleros.

A la infinidad de obviedades que pueden surgir del planteo teórico de una situación semejante (“es una gran película”, “está en todas las listas de las mejores de todos los tiempos”, “pensemos que fue el debut de Welles con 25 años de edad”, etc., etc., etc.), agregué, no por redundante menos obvia, la siguiente frase: “¡No podés no haber visto El Ciudadano con lo que a vos te gusta el cine!”

El caso es que la experiencia finalmente se realizó, un par de semanas atrás, en casa. No está de más aclarar que mi propia mujer no había visto la peli a pesar de reposar (la peli, no mi esposa) en una excelente edición en DVD en las estanterías cinéfilas de nuestro living. Digo… estaba experimentando hasta con mi esposa, por eso creo que no sobra el comentario. Tantas veces le había hablado de esta obra y recién ahora, experiencia colectiva mediante, Silvia la iba a ver. Para mí no era un tema menor, disculpe el Lector poco afecto a la vida privada de los escribas.

Finalmente, en tren de exponer todas las confesiones que me sean posibles, confieso –como agregado confeso a las confesiones que ya hice hasta acá- que no sé si realmente esperaba mucho, siendo que no sé si esperaba algo de toda esta práctica.

Pero sucedió un pequeño milagro, una cuestión irrepetible, una tremenda afirmación. Acto seguido al profundo silencio que acompañó a toda la “proyección”, cuando finalmente supimos (yo, una bendita vez más) qué cosa era “Rosebud”, se produjo un espontáneo, cerrado, entusiasta y colectivo aplauso. Tómese debida nota: en la modesta intimidad de un departamento del barrio de Congreso, en la sureña Buenos Aires, un anónimo grupito de amigos aplaudía, desde el alma, a El Ciudadano.

¿Qué se puede agregar a todo aquello que ya fuera dicho acerca de Citizen Kane? Quizás esta pequeña anécdota. Quizás un nunca de más: “¡Gracias, Orson!”.

6 comentarios:

Liliana dijo...

¡Qué placer, ese de saber que de tu mano vas a develar una maravilla ante los ojos de tus amigos (alumnos, familiares, etc.)!
Citizen Kane tiene el karma de ser perfecta. La he visto tantas veces, alguna de ellas tratando de buscarle defectos... y no se los he encontrado. Cada vez que me asomo a ella, me sigue sorprendiendo.
Pensar que cuando se estrenó, no sólo fue un escándalo (por su referencia a Hearst), sino también un fracaso de taquilla (por la coincidencia con el ataque a Pearl Harbor).
Hoy le hacemos homenaje cada día que la vemos, y eso, desde hace 66 años...
Ese aplauso no sólo iba dirigido a Welles, sino también a vos.

Anónimo dijo...

Amo a Wells.

Faro Rojo dijo...

Soy descendiente de los decadentes Ambersons. Su podrida sangre de aristócrata corre por mis venas.
Yo fui quien ordénó cortarse el pelo a Rita H. (La dama de...)

Anónimo dijo...

pequeña anécdota? maravillosa. a mí me emocionó, a welles lo hubiera echo engordar diez kilos.

Raúl dijo...

Si hubiese más para agradecerle a Welles, es que ahora se ha perpetuado un Cine Club en mi casa. Las proyecciones continuaron, después de Kane, con "The lady from Shanghai" y la maravillosa, tremenda "Touch of evil" (con la que con Lili tenemos una experiencia en común). Ahora estamos con Bergman y ya discutimos acerca de "El séptimo sello".

Tremendo lo que hizo este ciudadano del cine... Yo estoy gozando como loco!!!

Liliana dijo...

Aplaudo eso.