25 septiembre 2009

Ateneo: reunión de sabios y artistas

Liliana Sáez





Por años (veinte, para ser precisos) mi vida transcurrió en un espacio de Caracas, donde llega el metro a la estación Bellas Artes, porque muy cerca está el Museo con ese nombre, junto al de Ciencias, el Ateneo de Caracas y el Teatro Teresa Carreño.

La Cinemateca, lugar que recorría al final de mi jornada de trabajo y durante los fines de semana, cuando se mezclaba labor y ocio, también estaba en ese núcleo cultural de una ciudad pujante, rodeada de cerros y animada por un clima agradable, estable todo el año.

Ponerse al día con la cultura era estar en ese eje que hoy se demoniza, pero que no sólo formó a toda una generación, sino que era el escaparate donde los venezolanos con su magnífico talento podían demostrar su arte. Y no sólo los venezolanos, sino muchos de mis compatriotas que, como yo, fueron recibidos con los brazos abiertos por ese país generoso. Ellos pudieron desarrollar libremente su arte, sin las ataduras y la censura a la que se veían sometidos en este Sur angustioso de los 70.

El Ateneo, un edificio de concreto, sólido en su estructura y vidridado en sus paredes laterales, ofrecía espacios integrados a la vegetación del parque Los Caobos que lindaba con los terrenos de todos estos espacios culturales.

Allí pudimos ver puestas en escena de Cabrujas, de Carlos Giménez, el prestigioso Festival Internacional de Teatro, los festivales de cine francés, español, brasileño, argentino… imposible recordar todo lo que vimos en la Margot, como se denominaba la sala de cine, en honor a esa señora que honra con su obra al cine venezolano: Margot Benacerraf. Allí vi, entre muchísimas películas, un ciclo completo de Glauber Rocha; pude hacer un recorrido por el cine de mi país en una retrospectiva de unas 25 películas que se iniciaba en 1952, con Las aguas bajan turbias, de Hugo del Carril, hasta 1993 con Gatica, el mono, de Leonardo Favio.

No era un cine comercial el que se exhibía. Como bien se subtitulaba la sala de cine, era de Arte y Ensayo. Tuvo el beneplácito de los intelectuales de entonces, de los profesores de Artes (me consta, fui alumna de ellos), de los artistas que allí exponían obras de proyección internacional. Como las salas de artes plásticas, este espacio nos llenaba de orgullo a quienes vivíamos en Caracas, por la calidad de las obras, por la propuesta actualizada y vanguardista en muchos casos. Ese espacio era como la segunda casa de uno.

En el Ateneo trabajé antes de ocuparme de la programación de la Cinemateca. Mi primer trabajo de recién graduada: debía crear un videoclub en la librería del Ateneo (la más prestigiosa, sin duda, en los 80) que se diferenciara de todos los clubes existentes. Nada comercial, para entendidos, para iniciados… Una propuesta que había surgido de la mente lúcida de Sergio Dahbar, quien contagió a Víctor García, el gerente, que confió en mí. El sueño del cinéfilo: comprar aquellos videos que me gustaban, elegir el cine que me habían enseñado a apreciar en la Escuela de Artes de la UCV. Esos espacios eran queribles para mí.

Hace unos días se grabó allí “Aló Presidente” y recién hoy pude ver fragmentos en video de ese programa que estuvo dedicado a la inauguración de la Universidad Experimental de las Artes, nueva habitante del Ateneo. El presidente Chávez recorría los pasillos y algunos de sus seguidores, encargados de la transformación del espacio, le iban relatando para qué se utilizaban los distintos salones: los Espacios Cálidos, si habrá alojado exposiciones de pinturas y de fotografías… según ellos eran lugares cerrados que sólo se utilizaban para las ferias artesanales. Por favor… no hace tanto allí se podían ver, por ejemplo, las fotos de Robert Capa…

Luego se dirigieron a la sala de cine, donde dicen que los estudiantes verán cine para aprender a filmar… esa era una de las funciones que cumplía la Margot; lo sé porque fue testigo de mi formación cinéfila y académica. Habían colocado algunos afiches de las últimas producciones de la Villa del Cine, como para demostrar que ese es el arte popular que se espera desarrollar a partir de ahora…

Me siento mal, me duele la cabeza, me duele el estómago, tengo ganas de llorar, sobre todo cuando veo a aquellos que eran niños mimados del Ateneo renegar de lo que ofrecía ese espacio. Ver a Hernández Montoja, a Donald Myerston, Nicolás Curiel o, peor aún, al que fue considerado el mayor cineasta venezolano, Román Chalbaud, como pobres obsecuentes de un presidente que inaugura un espacio ya creado (existen las escuelas de Bellas Artes y, a nivel universitario, la Escuela de Artes de la UCV) para, dicen, permitir el acceso del Pueblo (palabra bastardeada hasta el cansancio) a los espacios que ocupaban los “mercaderes de la cultura”. Román, ¿te has parado a pensar qué diría Cabrujas si te viera balbuceando unas palabras sin sentido para justificar lo injustificable?

A veces pienso que quizá sea cierto que ese lugar tan querido haya sido marginal y, en algún sentido, elitesco… pero nunca estuvo cerrado. Sólo que el sistema dejaba afuera a cantidad de personas que no sabían que existía o ni siquiera tenían la inquietud por acercarse. Yo creo que la labor del gobierno no debe ser la de reproducir instituciones paralelas para ponerlas al alcance del “pueblo”. Creo que debería formar a ese “pueblo” para que tenga el mismo acceso que tuvimos quienes con suerte supimos aprovechar lo que nos ofrecía.

Mientras miraba el video donde los funcionarios mostraban los espacios al presidente, me parecía estar viendo a los chinos recorriendo la Ciudad Prohibida. Hermosa, pero vaciada de contenido, no una obra de arte arquitectónica, sino la muestra del ocio y de los vicios de la monarquía.

No se está construyendo, sino que se están abordando los espacios, a la manera de los corsarios. Es triste que no se conserven los sitios positivos, que no se construyan los que falten, que no se forme a la gente para que pueda acceder a ellos… Y lo más triste es que cuando se vaya este gobierno, el que venga, borrará de la faz de la tierra lo que se están preocupando en construir… Esto es lo que se está generando, y no es positivo. Recuerdo un edificio fantasmal muy cerca de La India, en El Paraíso, la estructura de lo que iba a ser el Hospital de Niños, en construcción durante el gobierno de Pérez Jiménez. La democracia no tuvo la grandeza de aprovechar la estructura y allí quedó, igual que El Helicoide, desaprovechados, como muestras de una época pretérita.

Me dueles, Venezuela.

23 septiembre 2009

Felices 60, Bruce

Dancing in the dark, de Bruce Spreengsteen, una de mis favoritas, de esas que me llevaría al fin del mundo.

10 septiembre 2009

El espectador imaginario - Septiembre 2009

Te invitamos a compartir pareceres en la nueva edición de El espectador imaginario.



Investigamos (con motivo del estreno de Enemigos públicos)

Cine de gangsters, por Manu Argüelles
Enemigos públicos, por Arantxa Acosta
Enemigos públicos, por Manu Argüelles
Enemigos públicos, por Javier Moral

Cinerama

Cineclub, por Arantxa Acosta
Los chavales del arroyo, por José Miguel Viña Hernández
Pack Guerín, por Liliana Sáez
Ciclo: El delator en el cine, por José Miguel Viña Hernández

La mirada del otro (críticas)

Anticristo, por Javier Moral
Brüno, por Manu Argüelles
El año que mis padres se fueron de vacaciones, por Manu Argüelles
El lector, por Marina Villelabeitia
El secreto de sus ojos, por Liliana Sáez
Libertador Morales, el Justiciero, por Pablo Abraham
Mapa de los sonidos de Tokio, por Arantxa Acosta
Parador Retiro, por Marcela Barbaro
Resacón en Las Vegas, por Javier Moral
Return to Bolivia, por Marcela Barbaro

Hemos habilitado comentarios para cada nota y el Libro de visitas sigue habilitado por si quieres compartir tu opinión con nosotros.
Serán bienvenidos.