04 febrero 2006

Conversaciones con Román Gubern

En el camino recorrido en la Escuela de Artes (Universidad Central de Venezuela) he encontrado compañeros muy valiosos que hoy son sólidos profesionales. Paula Segovia, Licenciada en Artes, Magister en Diseño y Creación de Sistemas Interactivos y gran amiga, ha tenido el maravilloso gesto de aceptar el espacio de kinephilos para compartir con nosotros su encuentro con Román Gubern, ese investigador lúcido y actualizado de cuya mano recorrimos la historia del cine y toda la problemática de los medios de comunicación de masas.
LS


ROMÁN GUBERN, EL MÉRITO DE LA EDAD
Paula Segovia*

“Desde hace casi 40.000 años, la especie humana ha producido imágenes figurativas como instrumento mágico o religioso, como medio de información y/o fuente de placer”. Con estas palabras Román Gubern nos introduce en su último libro, Patologías de la imagen. Su visión privilegiada por el tiempo nos lleva a recorrer los caminos de las imágenes conflictivas que escandalizan con su erotismo o nos elevan con sus poderes sobrenaturales, que confrontan ideologías, que son poderosas armas en el imaginario religioso y político, que engañan y ofenden sin piedad, siempre beligerantes, en un ancestral campo de batalla luchando eternamente por su visibilidad.

Recorriendo su bibliografía, a vuelo rasante, desde su mítico libro de Historia del cine (1969), pasando posteriormente a sus reflexiones sobre los Mensajes icónicos en la cultura de masas (1974), El simio informatizado (1987), hasta nuestros días con El eros electrónico (2000) y Patologías de la imagen (2004), sólo mencionando una pequeña parte, ¿cómo podría describir Román Gubern ser testigo ocular de toda esta evolución de la imagen en los últimos cincuenta años?

Eso tiene luces… Esto es un mérito de la edad, no es un mérito mío, es la fortuna de nacer en el año 34. He visto buena parte del siglo XX, y desde muy joven me interesé por el mundo de la imagen. Yo recuerdo cuando estudiaba en la Universidad de Barcelona, yo dirigí el cineclub. Y en esa época quedó vacante la dirigencia y me la ofrecieron. Yo era un aficionadillo, un inculto, un ignorante y un mal formado, pero fui creciendo viendo cine.

Pero antes de esto hay otra cosa previa, más política, que quiero decirte. Yo crecí en España con la postguerra, me refiero al año 39, era una dictadura militar aliada con la iglesia más reaccionaria. Y aunque vengo de una familia burguesa que nunca tuvo problemas económicos, el clima moral y político era tan sórdido, que incluso un niño como yo que era un ignorante de política, percibía que el mundo era muy irrespirable. Y nos metíamos en el cine para soñar despiertos. Entonces el cine empezó de una forma acrítica, porque entrar en el cine era poder volar con la mirada a Samarkanda, a Alaska, y así fuimos acumulando una masa crítica de información. Masa crítica, de una forma acrítica, quiere decir de una forma alegórica y desordenada, que fluye porque creíamos en amores cinéfilos. Y realmente debo decirte que los primeros ejemplos de cine que me interesaron de un modo distinto, ya no únicamente como vaciado, fueron dos:

Primero, lo que se llama hoy día el cine negro americano. Había una mirada pesimista sobre el hombre como sujeto de ambiciones, de pasiones, de venganzas, de la lucha por el dinero, del crimen, era un mundo que daba el reverso negativo de ese mundo optimista que era típico de Hollywood. Y segundo, la llegada a España del neorrealismo italiano. Aunque no llegaron muchas películas, llegamos a ver El ladrón de bicicletas y El limpiabotas, y me hicieron ver que había otro cine posible, alternativo.

En la universidad existían ciertas complicidades de lecturas de autores prohibidos, algunas librerías tenían una trastienda de libros prohibidos, y allí estaba todo revuelto, Marx y Jung junto con Stendahl, el Marqués de Sade al lado de Flaubert. Por ejemplo, las primeras ediciones que leí de los grandes autores españoles, como Rafael Alberti o García Lorca, eran argentinas. Claro a mí me gustaban, pero eran autores que estaban exiliados del franquismo. Entonces aplico una cosa que le oí decir a Pasolini, que su conciencia política nació porque a él le gustaba mucho Rimbaud. Cuando Pasolini supo que Rimbaud estaba prohibido en Italia vio que algo no andaba bien: “si me gusta, está prohibido”. Pues nos paso algo parecido, me gustaba Lorca, y Lorca había sido fusilado, me gustaba Alberti, y Alberti estaba en el exilio. A partir de ahí, de una forma muy autodidáctica, muy espontánea, porque no tuvimos libros, no tuvimos maestros, me fui formando una conciencia cultural y política, que me fue llevando hacia la izquierda. Y así empecé, luego tuve la oportunidad de vivir en París, con las ventanas abiertas a la información. Asistí al nacimiento de la nueva ola francesa, fue la época en que Godard estrenó À bout de souffle. Y luego, más tarde, me fui a Estados Unidos, en el año 71, con una beca de investigador en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, ahí conocí a Chomski. En la costa oeste estuve un año y me fui a California, me ofrecieron enseñar historia del cine, y me quedé prácticamente hasta la muerte de Franco. Entonces ya me volví para acá y ya me hicieron catedrático y me quedé. Un viaje de ida, sin billete de vuelta. Y así, leyendo, leyendo, he publicado 39 libros y cientos de artículos.

Eso muy interesante, para generaciones como la mía, ya que usted ha vivido una historia distinta, anterior a la nuestra.

Déjame contarte una cosa. El lunes pasado estuve en Valladolid, y di una conferencia, y la presentadora tenía 34 años, y me hizo una pregunta, para mí fue una conversación muy interesante, pero un poco triste. Me dijo: “¿Cómo es que usted estuvo enseñando en California y se volvió a España? Es una señal de privilegio, ese país es un lujo, con unas universidades muy buenas y muy bien pagadas”. Yo le dije: “Volví porque Franco murió”. Y me di cuenta que no lo entendía. Pasamos nuestra vida luchando contra la dictadura, intentando que se iniciara la democracia en España, y un día acaba aquella pesadilla. Yo le iba explicando esto y me daba cuenta que no entendía mucho, y me di cuenta de lo que llaman la brecha generacional, ella no podía entender que yo estando en California, bien pagado, regresase a la incierta España del post franquismo por el sueño ideal de que por fin el dictador había muerto.

En los años del franquismo los medios de comunicación estaban en manos del Estado, un fenómeno que no era nuevo, ya que si retrocedemos más escalones en el tiempo Napoleón se llevó la imprenta a Egipto. Entonces los gobernantes estaban detrás de los medios, pero ¿qué pasa hoy en día cuando los gobernantes están delante de los medios como imagen visible? En Venezuela, por ejemplo, hay un programa que se llama Aló presidente, cuyo conductor es el mismo presidente.

Eso es una anomalía. Yo no he visto el programa, he leído sobre él y me parece una anomalía. Pero como no soy experto en política venezolana, lo que puedo abarcarte es que una sociedad libre necesita información libre. Bush también tiene un programa por radio, y eso viene de Roosevelt que tenía unas charlas junto a la chimenea, en los años treinta, en la depresión. Pero McLuhan dice en algún lado que Hitler triunfó porque era un político radiofónico y que en la televisión hubiera fracasado, quién sabe… Pero es verdad que tenía una palabra enérgica, y probablemente era un mejor político radiofónico que televisivo. Y hoy en día la política se hace para los medios, y hay que mencionar el caso de Bush y Kerry, no por un programa político bien articulado, sino por la impresión de su imagen figurativa. Con esa nariz aguileña, agresiva, esa mandíbula cuadrada, esa forma de caminar a lo cowboy, con esa imagen de la determinación y la seguridad del ser internacional barrió al senador Kerry, más que con cuestiones políticas. De modo que en la guerra de la imagen es muy importante la autoridad. Y Chávez, por lo que he visto, cuida mucho su presencia mediática en los medios. Es un barómetro de la democracia en el país, cuando el líder tiene exceso de visibilidad, mala señal. El líder debe estar al servicio de la colectividad, pero cuando su visibilidad es excesiva significa que faltan contrapesos para esta visibilidad excesiva.

Hoy en día hay una eclosión de imágenes en el mundo, un ansia irrefrenable de ver. Y en esta excesiva cantidad de imágenes en el mundo cabe la duda. ¿Qué tan ciertas son esas imágenes, y qué tan inciertas son?

Uno de los problemas modernos es la densidad de la iconosfera. En épocas remotas había mayor escasez de imágenes. Con el invento de la serigrafía, de la fotografía, del cine, de la televisión, llegamos a una hiperabundancia de imágenes que crea un problema de conocimiento. Y no sólo de conocimiento, sino de acaparamiento de imágenes con fines mercantiles.

Hablemos de África. África es un continente perdido, África es un agujero negro, África no es un buen mercado para los países exportadores porque la gente no tiene dinero, por tanto, África ha quedado relegada al último escalón en la escala informativa. De África no sabemos nada, o muy poco, sólo cuando hay un genocidio brutal. En cambio tenemos mucha más información de un mundo Occidenta,l donde Estados Unidos y Europa generan una gran cantidad de imágenes y noticias. Hay un problema de visibilidad. Y esta visión selectiva nos dice: la elección de Miss Universo en Florida debe ser vista, en cambio no tiene que ser vista una epidemia de hambre en un país africano. Entonces esta visibilidad no es latente, es selectiva, está orientada por una serie de criterios políticos, mercantiles, y por tanto, el mundo es tuerto ante la realidad, porque sólo ve una parte de ese mundo.

¿Esa otra realidad saldrá en algún momento a la superficie?

Está claro que los medios tienden a apostar por lo glamoroso, por lo llamativo, por lo satisfactorio, y ese es el problema de la visibilidad. Hay que luchar para que esos espíritus invisibles emerjan y sean también visibles, es una de las funciones de las políticas del tercer mundo, que los problemas hoy en día invisibles afloren a las pantallas de televisión, a las pantallas de cine, a los periódicos. Porque algo que no se ve, no existe. Eso pasa en Somalia, que es un país en estado de guerra, y no nos llegan imágenes de Somalia. Ha ocurrido también con Watergate, hasta que no se supo, no existió. Ocurrió con la matanza de Maryland, hasta que no aparecieron las fotos más tarde, no existió. Cuesta mucho imaginarse el Gulag soviético, en cambio los campos nazis están muy documentados, porque al no tener testimonios gráficos hace que sea algo fantasmal, hay duda sí existieron. Las mujeres están llevando a cabo en muchos países las luchas de género, que es hacer visible la imagen de la mujer más allá de la imagen glamorosa de la modelo, la actriz de cine, de la imagen comercial de la mujer como objeto de consumo. Luchar para hacerse visible en los medios rompiendo los estereotipos de la cultura patriarcal.

Y ahora, de cara al futuro, tomando la perspectiva de las nuevas tecnologías, ¿la imagen del futuro daría más lugar a las imágenes invisibles?

Internet tiene unas virtudes, aunque todavía es minoritaria. Entonces cuando decimos que es global, no, será global en Manhattan, en Canadá, pero en Zambia no es global. Pero admitiendo que tiene esta vocación de globalidad, está claro que Internet permite hacer una comunicación horizontal, democrática. Permite consolidar lo que se ha llamado una cultura intersticial, es decir llenar los espacios, intersticios, que dejan desocupados las empresas multinacionales de la comunicación, bien porque no es rentable , o bien porque no interesa. El ciberespacio planetario permite consolidar esas inmensas minorías transnacionales que pueden ir a la contra de las tendencias dominantes y hegemónicas de las multinacionales. Y allí hay una esperanza de futuro, no de presente. Voy a decir un ejemplo que no me gusta, pero que es el efecto de bola de nieve, el efecto multi eco, que ilustra bien esto que quiero decir. La relación que tenía Mónica Lewinski con el presidente Bill Clinton, era conocida por el New York Times y por el Washington Post, los diarios nacionales. Pero creyeron que era una cuestión de vida íntima, personal, que no tenía relevancia política y decidieron no entrar en ello. Pero en el momento en que una modesta publicación digital de Washington publica la noticia, ya no puede ser ignorada y hay que entrar. Y esa pequeña noticia digital se convierte en la bola de nieve, que va creciendo hasta que estuvo a punto de hacer caer a Clinton de la presidencia. Ese mecanismo es interesante, es lo que llaman los expertos en la teoría del caos, el efecto mariposa: una mariposa en el mar de China, puede provocar un tornado en el Golfo de México. Esa es una potencialidad que yo veo en Internet, en el ciber espacio, que podría abrir puertas a futuro al dominio vertical, hegemónico, de los medios y de las grandes compañías que nos dominan y nos hacen ver el mundo desde ese punto de vista.

Ahora, ¿qué va a pasar con de la televisión digital, un medio de comunicación masivo que puede ofrecer interactividad?, ¿se cambiaría sustancialmente la imagen al poder, el espectador, tener acceso a modificar lo que se le ofrece?

Hay un fenómeno que se llama la pedagogía de la rutina. Es decir, que la gente acostumbra a pedir aquello que acostumbra a consumir. Por tanto hay una tendencia conservadora, se consume lo que se conoce. Ha habido fracasos al permitir que el público vote para elegir uno u otro final. Por una razón muy obvia, es que a mí me gusta que el que me cuente la historia sea un profesional que sabe contar historias. Por tanto, es verdad que el digital permite una intervención del público, pero es verdad que el público está modelado por su experiencia espectatorial. Pero es un instrumento interesante que a mediano plazo puede marcar nuevas tendencias en la programación televisiva.

Y para cerrar, después de Patologías de la imagen, que vendría…

Mis dos últimos libros se han decantado un poco hacia la antropología. En la postguerra, en los cuarenta, la moda estuvo en la cibernética. Pasaron de moda los modelos cibernéticos y entró el estructuralismo. Pasa la estructura y en los años sesenta llega la gran moda de la semiótica que estudia los signos. Y cada una de éstas se presenta como pan cierto, que lo resuelve todo. Y finalmente estamos en al antropología, en los estudios culturales. No sé lo que durará, pero yo me siento cómodo en ese ámbito.

* Extracto de entrevista realizada por Paula Segovia (19-04-2005) con motivo de la presentación del libro Patologías de la imagen en el Instituto de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, en la cual Román Gubern ha ejercido como catedrático de Comunicación Audiovisual en la Facultad de Ciencias de la Comunicación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Saludos a ambas, Liliana y Paula, desde Caracas! Ya pusimos el link de "kinephilos" en "El dedo en el ojo". Me alegra saber que nos leemos mutuamente. Suerte, amiga, y sigue con el blog!!

Liliana dijo...

Muchas gracias, María Gabriela, por el comentario y por el link en "El dedo en el ojo".

Se los extraña. Por suerte leerlos me los acerca.

Muchos cariños para todos ustedes.
Liliana Sáez