14 junio 2006

Hacer del cine poesía

Los trazos de la escritura fílmica son individuales y únicos en cada creador. Sin embargo, los temas, sus obsesiones, su estética… bien pueden establecer algunas conexiones entre ellos. En esta oportunidad, Lior Zylberman nos brinda una mirada enriquecedora sobre los lazos que permiten vislumbrar una especie de paralelismo en la cinematografía de dos autores muy particulares: Terence Malick y Andrei Tarkovski.

Bienvenido, Lior.
LS


MALICK-TARKOVSKI: EXPERIENCIAS VISUALES
Lior Zylberman (*)


Tras ocho años de “corto” silencio Terrence Malick nos ha dado una nueva película. El nuevo mundo (The new world, 2005) llega para marcar una diferencia nodal en la cinematografía mundial, un estilo único e incomparable, y esta concepción del cine diferente hace pensar a Malick como uno de los más importantes realizadores vivos y en producción.

Mucho se ha escrito sobre la influencia heideggeriana en este realizador, pero aquí no nos centraremos en esto. Néstor Almendros entendió a Terrence Malick por sus características como un director de dos continentes, y así lo es. Cada vez más alejado del cine narrativo, saliéndose de los cánones del cine estadounidense, se ha ido volcando hacia el cine-poesía en el cual la trama pasa a un segundo plano y las imágenes son las que cargan el impulso revelador. Muy europeo para los Estados Unidos, estadounidense para Europa, Malick se desenvuelve solo en el mundo con esquemas de filmación muy propios.

Pero es ahí donde radica la fuerza y el estilo único de este realizador, la fuerza que producen sus imágenes, una fuerza que por medio de las cadenas de montaje adquieren una gran emotividad. Los encuadres y la puesta fotográfica no hace más que remitirnos a la pintura, todo en pos de alcanzar verdaderas experiencias visuales e inquietantes, construyendo poesía con cuatro elementos básicos: el aire, el agua, el fuego y la tierra.

Es aquí donde queremos abordar la reflexión que este escrito se propone. Los cuatro elementos están presentes en todos sus films, no en forma de atrezzo sino como elementos fundamentales en su estilo. A lo largo de su filmografía los elementos como signos de la naturaleza se sobreponen a los personajes humanos, ellos median entre la cámara y la naturaleza ya que el fin último de Malick es reflexionar sobre aquélla.

Podríamos pensar que en las cuatro películas hay una lucha, un conflicto, entre el hombre y las cosas. En Badlands (1973), Kit y Holy huyen hacia los “badlands” mimetizándose con la naturaleza, pero debido a la maldad que acarrean son expulsados del paraíso. Lo mismo sucede en Días de Gloria (Days of Heaven, 1978) con Bill y Abby; Witt también es desterrado del paraíso en La delgada línea roja (The thin red line, 1998); en El nuevo mundo el padre de Pocahontas le da la espalda y a la larga ella conocerá su fin. Estas son las líneas argumentales que rodean a sus películas y junto a ellas los elementos se entremezclan.

Otro gran director que apelaba de manera constante a ellos fue Andrei Tarkovski. Si rastreamos su filmografía encontraremos puntos en común entre estos dos realizadores, ambos hacían del cine poesía. Lógicamente que entre ellos también encontramos diferencias muy importantes, pero aquí nos abocaremos a las semejanzas. La herencia pictórica en las películas es patente en cada uno, imágenes muy elaboradas que tienen como destino final propiciar en el espectador experiencias sensoriales antes que racionales. Los cuatro elementos en Tarkovski son una constante obligándonos a pensar que en su cine el lazo con la naturaleza también es una preocupación. La pérdida de la fe del hombre contemporáneo obligó a desandar ese camino y esa unión. Malick no se plantea un regreso a lo perdido, en ese sentido es mucho más pesimista. Lo perdido está perdido y nunca más podremos volver a ese estado. Los personajes lo desean pero la naturaleza, las modificaciones que el hombre ha hecho a ella, se lo impide.

No es descabellado pensar a estos dos cineastas como semejantes. Más allá de los criterios formales y la concepción de cine que cada uno posee, los dos, por medio del cine-poesía, intentan manifestar ideas universales por medio de estímulos sensoriales. En Malick el tiempo no tiene la preponderancia que en Tarkovski, los conflictos existenciales son tomados de manera diferente pero, a largo plazo, en ambos vemos al Hombre cruzado por ellos. Los travellings en Tarkovski son únicos, realizados en un tiempo donde la steadycam no existía; la cámara posee una precisión inobjetable, sobre todo en El espejo alcanzando la perfección en sus dos últimos films. Malick no llega a esa perfección porque para él la verdad se alcanza en el montaje (rasgo crucial en la diferencia con el ruso). Para Malick las cosas se develan en cada toma, cada toma debe alcanzar el status de perfección, mientras que para Tarkovski ésta se logra con la fluidez en el tiempo, es decir con sus tomas largas. Sin embargo cada movimiento de cámara de Malick es una revelación, al compás del cuerpo a tierra de los soldados en La delgada línea roja, alejándose en el momento en que Bill regresa a la casa en Días de gloria, y en la sublime entrada de la cámara en la corte del rey en El nuevo mundo.

En ambos directores los paisajes dejan de ser simples marcos pictóricos donde encerrar la acción para expresar por sí mismos estados del alma. Y los elementos participan de ellos, y así como en Tarkovski la lluvia predomina por sobre los otros elementos, en Malick el aire (y sus variantes) parecen prevalecer; en sus películas son muchas las tomas dedicadas al respiro de los personajes o a, simplemente, sentir el aire en sus cuerpos.

Asimismo los personajes se desenvuelven de manera diferente entre los elementos. En Tarkovski la búsqueda final es alcanzada por medio de la fe, lo místico está presente constantemente. Los elementos forman parte de esa redención para alcanzar esa fe. La procesión de Andrei o el suicidio a lo bonzo de Domenico en Nostalgia nos prefigura que la redención puede alcanzarse por medio del fuego; lo mismo en El sacrificio, Alexander, en su diálogo con dios acaba quemando todos sus bienes materiales a fin de lograr la salvación. En Malick la salvación no está presente, no hay posibilidad. La salida mística religiosa de Tarkovski en Malick no se asoma, sino todo lo contrario. Por lo que se expresó antes, no hay vuelta atrás y por más que el hombre busque su salvación no la encontrará. En Malick el hombre perdió el paraíso, la naturaleza, de alguna manera, se le termina imponiendo ya que por más que el hombre la haya transgredido, ésta lo superará y lo terminará venciendo.

Ambos realizadores, al aferrarse tanto a estas visiones, se dirigen en sentidos diferentes: Tarkovski, por un lado, hacia el misticismo religioso, y Malick, por el otro, viendo lo indígena como signo del bien absoluto, bordeando la ingenuidad. El testamento fílmico de Tarkovski, El sacrificio, nos presenta un mundo al borde del fin debido a un desastre nuclear inminente; la solución radica en la vuelta a Dios. En Malick la visión del “buen salvaje” se ha ido exacerbando en sus últimos dos films.

Estos dos realizadores, con poéticas diferentes, han aportado al cine la capacidad de hacer relacionar al hombre con los elementos de una manera singular. Abriendo hacia la reflexión esa unión, propiciando una mirada diferente a lo que nos rodea y por sobre todas las cosas haciendo del cine una experiencia primordialmente sensorial.

(*) Lior Zylberman es sociólogo y da clases de cine en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA) y en el Instituto ORT.

6 comentarios:

Liliana dijo...

No he visto "El nuevo mundo", pero sí "Badlands", "Días de gloria" y "La delgada línea roja". En ellas, los personajes parecieran estar abandonados en la inmensidad del paisaje. ¡Qué sensación de soledad y de orfandad!
El paisaje como estado del alma, qué hermosa metáfora.
Valioso el paralelismo que se establece entre ambos autores.
Indudablemente, Tarkovski es un poeta del cine, pero no había descubierto esa veta en Malick, a pesar de que su cine ejerce cierta fascinación en mí.
Gracias por develarla.

Anónimo dijo...

Al cine de Tarkovski no lo pude comparar con ningún autor porque me pareció siempre muy singular y sumamente poético y metafísico.
A Malick le debo su oportunidad. Cauando lo haga voy reparar en tu nota nuevamente.
Saludos.

Anónimo dijo...

Liliana me ha parecido sumamente interesante la nota de Lior Zylberman. Como siempre me ocurre con tus críticas y las que insertas de otros colaboradores, me despiertan el interés de ver aquellas películas que no he visto e incluso reveer las que sí , para volver a disfrutar ya con el aporte que ustedes hacen y que las revalorizan. ¡Muchas gracias!
LSC

Anónimo dijo...

Liliana me ha parecido sumamente interesante la nota de Lior Zylberman. Como siempre me ocurre con tus críticas y las que insertas de otros colaboradores, me despiertan el interés de ver aquellas películas que no he visto e incluso reveer las que sí, para volver a disfrutar ya con el aporte que ustedes hacen y que las revalorizan. ¡Muchas gracias!
Lala

Anónimo dijo...

Vi la película hace como un mes y me encantó, bueno, por ahí es un poquito larga, me parece una muy peculiar manera de contar la historia de Pocahontas desde otra perspectiva, la de ella.
Algún día podré escribir tan bien como escriben ustedes (quimeras y utopías las mías), realmente me encanta la forma como lo hacen, usan las palabras de una forma
exquisita como este colaborador Lior Zylberman .

Liliana dijo...

Gracias a las tres por sus comentarios. Espero que Lior nos envíe pronto otro texto tan disfrutable como este. Un abrazo.