06 octubre 2007

El valor del reencuentro

Liliana Sáez


El cine ocupa en este post muy personal sólo el lugar de telón de fondo, porque fue él el que permitió que lo que voy a narrar haya sucedido. Fue el cine el que estaba allí, cuando conocí a dos seres tan especiales como lo son mis amigos Isabel y Pablo. Y fue el cine el que cimentó nuestra amistad.

Hoy, han pasado diez años desde que dejé algo más que una ciudad, algo más que veinte años de mi vida, algo más que un grupo de gente conocida, algo más que un lugar que se fue convirtiendo en mi geografía...

Ya he dicho en varias oportunidades lo que me ha costado reinsertarme en una ciudad como Buenos Aires, con unos pobladores encerrados en sí mismos, con el frenesí de la gran metrópoli que todo lo engulle, con sus amplias aceras que permiten recorrerla, apresuradamente a veces, amorosamente, otras... Buenos Aires es incalificable, un poco más ordenada que Caracas, un poco más fría que aquella caótica, efervescente, cálida, colorida y bulliciosa ciudad caribeña.

Buenos Aires te invita a cambiar de ánimo en cada estación: a ponerte melancólico en el otoño y a recluirte en el invierno, a sonreir en la primavera y a brindarte en el verano. Esa ciudad inmensa que hoy me contiene fue mi ángel guardián mientras recibí a mis dos amigos queridísimos, especie de hermanos en la formación profesional y en el crecimiento personal. Ellos han sido mi familia en el exilio, y hoy hemos comprobado, gracias al reencuentro, después de esa década en que el desánimo me invadió mil veces y pensé que no los vería más, que ese reencuentro fue más que físico. Fue recuperarlos con un plus, fue encontrarme con amigos que había dejado allá a la distancia y reconocerlos en el afecto que alguna vez nos tuvimos y pensamos -acertadamente- que seguíamos teniéndonos.

Hoy que he despedido a mis amigos, a esos hermanos del afecto, a esos seres que cuidaron como yo el amor que nos teníamos, siento que he recuperado mi lugar en el mundo, en esta ciudad inmensa y hermosa, porque tengo la certeza de que no es la distancia la que nos aleja, sino el amor el que nos acerca... sin importar dónde estemos.

Gracias, Isabel; gracias, Pablo, por traerme tanta felicidad y por romper esa barrera ilusoria que me tenía atrapada en este fin del mundo.

14 comentarios:

Canichu, el espía del bar dijo...

bueno, era lógica tu desaparición por el blog. La buena amistad es lo que prima. Hiciste bien en disfrutarles.

Anónimo dijo...

Liliana,
Lo que más me sorprende de esta página de diario, entre confesión agustiniana y epístola amorosa, es el tono sentimental tan ajeno al de una porteña.

Los reencuentros son la arqueología del afecto.

Besos,

GR

Raúl dijo...

Pero, claro!!!

Jorge López Fernández dijo...

Me alegro mucho de que te reecontrases con tus amigos, Liliana. Seguro que disfrutaste mucho a su lado, tanto hace años como en este reencuentro. ^_^
Seguro que este cálido momento te ha ayudado a sentirte más viva, más llena de alegría y buenos sentimientos (suena un poco pastelazo, pero es la verdad ;) ). Y te agradezco que compartas con nosotros a través del blog estos momentos tan importantes para ti, aunque no tengan que ver con el cine directamente. Yo también los publicaré en el mío cuando viva momentos tan felices, aunque no tengo tantos lectores como tú en este gran blog. :)
¡Un abrazo!

Raquel dijo...

¡Qué hermoso sentir eso, Liliana! Mi enhorabuena, posees un auténtico tesoro. Besos.

Anónimo dijo...

Cuando se abre el telón, aparece Liliana, compartiendo un espacio íntimo como son sus afectos, sus recuerdos, su lejanía y este lugar en el mundo que, por suerte, compartimos con ella.

Un abrazo.

Edgar Luis Borges dijo...

Yo también agradezco a Isabel y Pablo por haberte brindado ese paréntesis con sabor venezuela, a pasado cercano y lejano.

Es muy lindo saber de vos. Me alegra abrir algo tan cuadrado como un computador y llevarme esta sorpresa: tu escrito.

Me identifico con tus letras ya que soy extranjero(me persigue una implacable nostalgia que tiene su fundamento en una ciudad llamada Cali). Alcanzo a imaginar eso indescriptible que sentiste al ver a tus viejos amigos.

Un beso grande,

Carlos.

Elvira Jm dijo...

Mi querida Liliana, leer tus líneas me trae mucha nostalgia y alegría a la vez, esa epoca en que estuviste aquí en Venezuela fue maravillosa para muchos que te recordamos. me alegra profundamente que nuestros amigos en común te hayan llevado mucha felicidad. gracias a ellos.

Liliana dijo...

No sé si son los años, no sé si es la perspectiva desde la que veo hoy hacia atrás, pero sí sé que debo enorgullecerme de algo: es de los inmejorables amigos que he hecho en el camino. A todos ustedes que me han dejado un comentario, a quienes me han respondido por mail porque no les gusta escribir aquí, a los que me lo han dicho por teléfono y personalmente, gracias. Porque ustedes también forman parte de ese universo maravilloso que me rodea y que me hace sentir tan bien. Los quiero mucho.

Canichu, el espía del bar dijo...

¿qué tal está "La señal" de Darín, es que la han estrenado esta semana en España y quiero ir a l cine a verla.

Liliana dijo...

La vi la semana pasada. Es un homenaje de Darín a Mignogna. Pero Darín no es Mignogna... y la película es el resultado de la lectura de un manual, carece de vida, de emoción... No me gustó ni un poquito. Iluminación afectada, actuaciones almidonadas, un guión rígido y una música demasiado efectista. Lamento tener que decir esto de una película que se queda en las mejores intenciones y repite todos los lugares comunes del cine negro.

Faro Rojo dijo...

Liliana, que feliz estoy, editan en dvd Johnny guitar!

Dante Bertini dijo...

también vuelvo de una ciudad maravillosa y del reencuentro con amigos maravillosos, algunos veinte años después...
hace mucho que no sabía nada de tí.
un abrazo

Liliana dijo...

jazznoize, enhorabuena!!!

cachito, entonces sabés de qué hablo. Magníficas las fotos de tu viaje. Yo ya volví.