27 febrero 2008

Diario de viaje: Chaplin en Barcelona

Liliana Sáez



Una de las materias que cursé en la Universidad fue "Evolución del lenguaje cinematográfico". Mi profesor, Alfredo Roffé, nos sorprendía cada clase con algún film desconocido para nosotros. Cierta vez me encontré llorando, sin lograr que las lágrimas cesaran, al visionar una película que había visto innumerables veces en mi infancia, cada domingo, cuando mi tío nos llevaba a mis primos, a mi hermano y a mí al cine para aliviar la sobremesa dominguera de tanto bullicio.

Éramos cinco chicos que ingresábamos al Teatro Independencia, de Mendoza, con la película ya comenzada. Siempre llegábamos cuando un oso sorprendía a Chaplin en un paisaje nevado. Reíamos con las ocurrencias de ese personaje que convertía la suela o los cordones de sus zapatos en un suculento almuerzo, gracias a la mímica elegante del actor británico.

Cuando Roffé nos proyectó La quimera del oro, reconocí aquella película de mi infancia, que hasta entonces no tenía nombre, y ese fue el motivo de mi llanto incontenible.

Hoy tengo una mirada crítica hacia el cine de Charles Chaplin, sobre todo por su esquematismo que sitúa al vagabundo del lado de los buenos, y a los feos y gordos del lado de los malos, pero debo reconocer no sólo su talento, sino también su genialidad. Es un verdadero autor (me niego a hablar de él en pasado, y mucho menos después de haber visto la exposición que ofrece Caixa Forum), pues no sólo dirigió y actuó sus películas, sino que también las produjo, las guionó y hasta compuso la música que debería acompañar su proyección, en una carrera que duró más de cincuenta años.

Si alguna vez vi en la obra de Chaplin la simplificación del bien y del mal, pienso también que este autor es un verdadero testigo del siglo XX.

La exposición que se exhibe en Barcelona reúne documentos inéditos entre otros más conocidos. Por ejemplo, se proyecta en una de las varias pantallas, un día en la vida del actor-productor-director, filmada con la misma gracia a la que nos tiene acostumbrados. Su obra cómica, hilarante en sus comienzos (el entrometido en las carreras de autos, el boxeador...), da lugar a un discurso más serio, en películas como Tiempos modernos, El gran dictador o Monsieur Verdoux.

La inmigración, la crisis del 29, las luchas sociales, la relación entre la libertad y la coacción, la Segunda Guerra Mundial, el desencanto final... son temas que van registrando en la obra de Chaplin su paso por el traumático siglo XX.

Nos hemos puesto serios. Sin embargo, los asistentes al museo, desde que entran esbozan una sonrisa que, con frecuencia, se convierte en carcajada. Definitivamente, la exposición apela al niño que llevamos adentro.

4 comentarios:

Raúl dijo...

Cuánto me alegra que hayas agregado capas y más capas a tu visión sobre Chaplin, Lili. Y por cierto, aquel Landrú que el mismísimo Orson Welles le recomendó que haga, es una obra maestra que merecería un mayor reconocimiento. Tal vez una nota en este blog. Veremos.

Que disfrutes de tu viaje y si pasás por Poble Sec dejale un abrazo al Nano...

Unknown dijo...

Si, vale, el tipo también abusaba un poco del b/n y no hablaba, pero es uno de los grandes, más que nada por lo que intentaba. Yo lo tomo como referente, bailo igual!
jaja

Salud!

Unknown dijo...

He tenido oportunidad de ver la exposición de Caixa Forum. Una vez más afloraron las risas, los recuerdos y, especialmente, ese cosquilleo inexplicable que uno siente cuando ama. Yo amo el cine. Yo amo a Chaplin. El cine (y yo)no sería lo mismo sin la aportación de Charlot, Landrú o Calvero.

Saluditos.

Faro Rojo dijo...

Para A. Bazin, chaplin fue el nº1.