03 junio 2006

Cine argentino


2001-2006
LA MIRADA JOVEN EN EL CINE ARGENTINO
NUESTRAS REALIZADORAS

Marcela Barbaro

La niña santa

Dentro del período comprendido entre los años 2001-2006 la ficción ha vivenciado aires de cambio a pesar de los problemas que sobrellevó nuestro país y que, aún hoy, lo siguen aquejando. A pesar de ello, el cine argentino se las ingenia, siempre, para poder sobrevivir.

En el marco de esta supervivencia, el cine nacional mostró un crecimiento notable:

Cantidad de estrenos por año

2001: 47
2002: 47
2003: 53
2004: 66
2005: 63
2006 hasta 12/10 inclusive: 32

En kinephilos nos ocupamos de ver cómo el cine refleja nuestro acontecer, para saber, entre otras cosas, cuál es el papel del cine dentro de nuestra sociedad y cómo distintos cineastas expresan sus sentimientos, preocupaciones, deseos y decepciones a través de ese medio al que utilizan como un puente de comunicación.

La característica destacada de este período es que se trata de un cine realizado, en su gran mayoría, por jóvenes. Son egresados de distintas escuelas de cine y con experiencia en el campo del cortometraje; sus trabajos han participado y han sido reconocidos en distintas muestras y festivales tanto nacionales como internacionales. Hoy logran debutar con sus largometrajes. Contagiados por ese impulso renovador que propició el llamado Nuevo Cine Argentino a fines de la década de los 90, estos nuevos realizadores se permiten mayor libertad creativa y diversidad temática a la hora de generar sus obras. Juegan con distintos formatos, soportes y estéticas que los van individualizando. De esta forma se logra generar nuevos códigos, así como también nuevos lenguajes.

La mirada de estos realizadores está puesta principalmente sobre su generación y la de su familia. En cómo se ven y en cómo se sienten mirados. Cuestionan, reclaman, recuerdan y anhelan por sí mismos y por su entorno.

El cielito

Nuestras directoras

El surgimiento de jóvenes directoras de cine es algo relativamente nuevo. Prefiero no utilizar los términos “cine de mujeres” o “cine feminista” como comúnmente se lo denomina. No sólo me parece discriminatorio sino que se lo acota y se lo encuadra en algo diferente a lo que es el resto del cine. ¿Qué tiene de diferente si la sensibilidad no es una cuestión de género sino de necesidad de expresión? La diversidad y pluralidad de miradas también es parte de eso y es muy bueno que suceda. No niego que haya una comprensión más íntima del universo femenino cuando dirige una mujer, pero hay muchos cineastas que conocen y abordan ese universo, con la misma comprensión y profundidad, cuanto no más intensa, que las propias realizadoras, como por ejemplo, Rohmer, Almodóvar, Allen, etcétera.

El rubro “dirección” parecería ser un terreno casi exclusivo de los hombres, y esto abarca el resto de las cinematografías del mundo. Generalmente las mujeres se especializaban en rubros como montaje, producción, vestuario, dirección de arte, casting, etc. Como vemos, esto se está modificando un poco.

En el cine nacional, el mayor antecedente lo marcó María Luisa Bemberg al dejarnos un legado de películas de gran calidad artística. Toda su filmografía contó con la producción de Lita Stantic, quien, como realizadora, sólo dirigió Un Muro de Silencio (1993).


Tópico 1) Dicotomía campo/cuidad, lo urbano y suburbano

Dentro de esta nueva generación de cineastas, el puntapié inicial fue dado por Lucrecia Martel con La ciénaga (2000). Una obra personal e íntima donde se vuelca la mirada sobre la familia a partir de los recuerdos de infancia, y en el marco de la vida en la provincia, en este caso Salta. Minuciosa y aplicada, Martel controla y supervisa cada una de las piezas que conforman su obra. Su mirada sobre la realización cinematográfica, opuesta a cualquier tipo de convencionalismo, la convierte en una cineasta auténtica y singular. Martel va creando su propio lenguaje.

Al igual que sus puestas en escena, sus personajes son retratados bajo la idiosincrasia que los caracteriza. Cada uno es parte del otro y forman una pieza única como eslabones de un mismo espacio. Un espacio, donde también habitan los colores de la tierra, los sonidos del viento, del agua y de las hojas. La cámara se aleja de las grandes capitales. La naturaleza se abre paso; muestra la serenidad de su entorno y la libertad con la que respira. Escenarios bien opuestos y alejados de la frialdad grisácea del cemento, de los ruidos de un tránsito que no cesa, de muchedumbres inquietas, de cielos desteñidos por el smog de Buenos Aires.

Bajo la producción de Lita Stantic y El Deseo (España), La niña santa es el segundo largometraje de Martel. La autora vuelve a retomar sus paisajes salteños y los recuerdos de infancia para hablar sobre la semejanza pasional con que se unen y se relacionan, tanto el misticismo generado por la religión católica como el despertar sexual de una adolescente. Martel se caracteriza, entre otras cosas, por la importancia y dedicación que le otorga al plano sonoro. Ella describe y narra con la ayuda de los sonidos, de la música y de los silencios, como si aquello que no pudiese ser dicho u observado se dejara escuchar y comprender de igual manera. Este film, en particular, es netamente sonoro. Todo se remite a un “llamado”, bien sea del más allá para determinar la vocación que nos asignan en nuestro paso por la vida, o del interior de nuestro cuerpo cuando las pasiones internas deciden despertarse. Las concepciones y creencias religiosas, el culto a las imágenes, los rezos y las estampitas también forman parte de las diferencias que hacen a la dicotomía campo/ciudad.

María Victoria Menis es otra realizadora que con El cielito continúa con este tópico, al que agrega contenidos sociales. La autora hace referencia a los olvidados de nuestras provincias, a la falta de empleo que allí se incrementa aún más, a la migración interna que sufren los habitantes de nuestro país y la que ocasiona, entre otras cosas, la disgregación familiar dentro de la lucha cotidiana y en beneficio de la crianza de los hijos. Su delicado trabajo visual se compone de bellas metáforas. Toma a la naturaleza de los pueblos para estetizar su relato. Su discurso narrativo se mezcla con pasajes oníricos y sonoros a través del silencio, de los ocasos y del agua del río que se la pasa juntando y separando almas y sueños.

La autora refleja las distancias interminables que deben recorrerse tras la búsqueda de un porvenir, la soledad de los pueblos y sus escasos recursos, el atraso, el aislamiento. Lugares donde el cielo despejado acompaña siempre y donde las noches son verdaderamente nocturnas y llenas de grillos. Todos estos elementos profundizan las diferencias con la ciudad. Una ciudad que casi no duerme, desde donde vemos cada vez menos el cielo y donde la noche se confunde con el día. Allí llegan Félix y Changuito. Su cámara se inquieta, se siente tan perdida y desorientada como sus personajes, se mimetiza con la vorágine de la Capital Federal y cambia todo. Sus planos se acotan, sus encuadres dejaron de lado la metáfora para saltar a la crudeza de la inseguridad, al realismo del desempleo y del sálvese-quien-pueda como modelo de vida.

Tópico 2) La mirada sobre el pasado

A pesar de ser una generación de cineastas que comenzaba a crecer durante la etapa de la dictadura militar, el pesar de su recuerdo se deja ver a partir de la recuperación de la memoria como factor indispensable para nuestro crecimiento. Funcionan como un puente que une dos generaciones. Las realizadoras construyen miradas reflexivas y comprometidas a partir de estéticas bien diferenciadas, como es el caso de Albertina Carri con Los rubios, haciendo ficción documental dentro de la ficción para investigar y reconstruir el pasado de su familia desaparecida. Carri demuestra un alto grado de creatividad y originalidad. Es atrevida y busca experimentar con diferentes soportes y técnicas que verdaderamente funcionan en la construcción de su relato.

En Géminis, su siguiente film completamente de ficción, demostró una mayor solvencia visual y un manejo de la composición de escenas dramáticas pocas veces visto. Aquí explora las dualidades y contradicciones internas de cada individuo en relación a sus lazos afectivos. Con un tono intimista y perturbador, el dramatismo se va desarrollando hasta estallar en mil pedazos. Carri puso su cámara al servicio de escenas familiares conflictivas, donde el dolor y el desasociego parecen inundarlo todo. La realizadora propone replantear la hipocresía familiar como formadora de falsas identidades.

Julia Solomonoff con Hermanas aborda las secuelas dejadas por la dictadura militar en el seno de una familia en la cual dos hermanas tuvieron distintos compromisos políticos durante esa etapa. Inteligente, sobria, y sensible Solomonoff da mucha importancia a la memoria como motor de cambio y recuperación. Invita a repensar el pasado. Su búsqueda hace a la identidad personal y también colectiva. Sus encuadres hablan por sí mismos y sus planos condicen con la intención narrativa, el trabajo del montaje y las elipsis de tiempo tienen el ritmo adecuado para completar las historias del pasado con el presente. Su guión fue ganador del premio de desarrollo en el Festival de Sundance dirigido por Robert Reford, quien apuesta a los proyectos independientes de realizadores inéditos y de cualquier origen.

Lucía Cedrón también refleja y reflexiona sobre nuestro pasado. Muestra de ello son sus cortos En ausencia donde deja hablar a las imágenes por sí mismas para poder relatar el exilio sufrido tras el golpe militar. La fotografía y la cámara de Marcelo Lavintman aportan el tono dramático esencial para ajustarse al entrecruzamiento de los hechos que va sucediendo. Asimismo, participó en la realización del film 18-J en alusión al atentado a la AMIA el 18 de julio de 1994, con una historia intensa, clara y determinante. Cedrón ha demostrado tener un claro compromiso social al que acompaña con una gran solvencia narrativa.

El panorama de realizadoras continúa con la premiada Celina Murga con Ana y los otros; Anahí Berneri con Un año sin amor; Victoria Reale con Rodeo Colorado y Vera Fogwill, quien debutará en la realización, con Las mantenidas sin sueño, entre otras.

Intuitivas, renovadoras, reflexivas y directas, las realizadoras han dado muestra del aporte que realizaron dentro del cine nacional. Los cambios y las oportunidades pueden ser posibles y esto da la pauta de crecimiento. El cine ha permitido a una nueva generación de cineastas el poder mezclarse y ser parte de un mundo compuesto de imágenes, sonidos y palabras.

Bienvenidas.


8 comentarios:

Liliana dijo...

Bemberg es todo un referente. Más allá de estar de acuerdo o no con la ideología presente en sus películas, hay un reconocimiento a esa señora que supo hacer del cine argentino arte. Mi preferida: "Yo, la peor de todas".
Las nuevas directoras están bien plantadas y eso me da mucha mucha esperanza sobre nuestro cine. Y la mirada hacia el interior del país es algo que estaba pendiente desde hace tiempo. Hay una renovación en nuestro cine y eso me alegra.

Joaquín Llorca dijo...

Curiosamente oportuna la aparición de este post ya que en estos momentos estamos en el MICEC (muestra internacional de cine europeo contemporáneo) en Barcelona y en la presentación Domenech Font habló de las tres cinematografías del mundo: La (Norte)Americana, la Oriental y la Europea.
A España llegan normalmente algunas comedias o cine social latinoamericano, obviamente este no es el mundo en que se mueve la muestra pues los invitados son Chantal Akerman, Manoel de Oliveira, Marin Karmitz..etc, pero las cifras expuestas en el post y la información hacen preguntarse sobre el papel de la cinematografía latinoamericana en el mundo ya que tiene una tradición y el hecho que no sea tan difundida no la hace inexistente. No sé si el caso de Africa sea igual pero se demuestra cómo la difusión es bastante pobre por variadas razones desafortunadamente.

Anónimo dijo...

Marcela, te felicito por el artículo, lo he encontrado muy interesante y lleno de información que desconocía.

Muchas gracias.

Anónimo dijo...

Joaquín:
El tema de la distribución y exhibición es de lo más desigual. Son muchos los factores que hacen que la cinematografía de los países periféricos no tenga el lugar que se merece.
Yo pensaba que en España se conocía mucho más nuestro cine,no sólo por los lazos históricos que nos unen sino también por los actores argentinos que viven y trabajan allí, dándo lugar, muchas veces, a coproducciones entre ambos países.
Saludos.

Anónimo dijo...

Marc,
De nada y gracias por tu comentario.
Ni bien pueda, les daré un lugar a los realizadores que, sin duda, hay y muy buenos.
Saludos.

Liliana dijo...

Lo lamentable de las cinematografías latinoamericanas es que para encontrar espacio en las pantallas de sus propios países deben ajustarse a los estrenos norteamericanos. No hay nada más injusto. Y si eso sucede en su tierra, ¿qué puede esperarse de su proyección internacional? En fin, yo siempre digo que sabemos más de las costumbres y geografía norteamericanas que de las del interior de nuestros países. Lamentable...

Anónimo dijo...

Madre mía, me abrumas y me deprimes con tus conocimientos sobre cine. He de reconocer, no obstante, que he estado un poco reacio a ese boom del cine argentino del que hablas. es cierto que han salido gtandes películas en los últimos años, pero en ciertas ocasiones, sobre todo desde el Padre de la novia, me ha dado la sensación de que trataban de colarme muchos trabajos de calidad inferior o nada originales con el pretesto de que eran argentinas. Pero que conste de insisto en que han salido grands películas de vuestro país en estos últimos años.

Anónimo dijo...

Pedro, lo de colarse ciertas películas es cierto. Estas coladas son películas hechas generalmente por los multimedios y con fines comerciales. Cuentan con un buen presupuesto, actores conocidos como enganche y toques sensibleros para captar un público poco exigente. La publicidad abunda entre los planos que muchas veces están armados para que sea vea determinado producto y no con el fin estético y narrativo que deberían tener.
A pesar de ese cine, por suerte tenemos otro que crece.
Gracias por tu comentario.
Saludos.