24 marzo 2006

Identidad y memoria

El cine como medio de comunicación y expresión está inmerso dentro de un contexto social que no puede dejar de reflejar. Y al ser parte y consecuencia de ese contexto, forma su identidad. Se identifica y se diferencia de otros. En nuestro país, la palabra identidad tiene una carga connotativa propia que se asocia indefectiblemente a la expropiación que sufrió esa Identidad a partir del Golpe de Estado de 1976. Hoy, al cumplirse treinta años de aquel suceso, no podíamos más que acompañar y cubrir ese cine que lo ha documentado.

NIETOS
Marcela Barbaro

Durante el período de facto que sufrió nuestro país 1976-1983, muchas personas desaparecieron. Algunas dejaron a sus hijos, otras los tuvieron en cautiverio donde terminaron siendo entregados en adopción legal o ilegal, y a otros… Esos hijos que quedaron desconociendo su verdadero origen hasta poder encontrarlo es el punto de inicio y en torno a lo cual girará todo el documental.

Con el apoyo y colaboración de Abuelas de Plaza de Mayo, Nietos nos muestra paralelamente la lucha que ellas emprendieron para esclarecer la verdad y la recuperación de la identidad, y la experiencia de vida que debieron transitar los hijos y/o nietos adoptados hasta recuperar, gracias a ellas, su verdadera identidad y rearmar su propia historia. En el 2004 ya habían restituido 77 chicos a sus familias biológicas, hoy ya se han encontrado 83. Son esos logros, como esas uniones, los que engendran la esperanza y la fe en el arduo y doloroso camino de la búsqueda.

En Nietos el discurso cinematográfico subordina su estética a la verdad y a la demanda del tema, alejando su mirada de sí mismo. El espectador viaja, en ese micro o en ese coche que vemos, y entra a los hogares de los entrevistados para escucharlos, respetando sus silencios y llorando junto a ellos, compartiendo los recuerdos de fotos que hablan, siendo partícipes de los espacios dejados por otros y celebrando la felicidad de su lucha cuando encuentran a quien tanto buscaban. Se construyen espacios intimistas y de mucho respeto, donde el enunciado está sujeto a los tiempos del entrevistado. El montaje, que hasta la mitad del film no se unifica y es un tanto desprolijo, da un vuelco hacia el final, logrando una mejor unidad argumentativa, donde se ensamblan las historias bajo una misma causa. Por otro lado, las imágenes de archivo enmarcan y enfatizan las diferentes situaciones contadas por los sobrevivientes. Un registro histórico que nos vuelve la mirada hacia un pasado para invitarnos a repensarlo. Hace énfasis en la importancia de la memoria para combatir el olvido. Sin memoria no se avanza y no se crece.

Ávila sabe de qué habla y no se siente ajeno a las exposiciones que registra. Es hijo de desaparecidos. Él forma parte de las historias que retrata con mucha calidez y espontaneidad. Formó verdaderamente un encuentro entre iguales.

¿Cómo se arma nuestra historia si desconocemos nuestra identidad?. ¿Cómo vivir con la pregunta constante de quién soy y de dónde provengo?. La identidad nos hace personas únicas e íntegras. Y la memoria enseña a no repetir pasados cruentos. El plano de una mano apoyada sobre un vidrio, y que al alejarse deja sus huellas, es una bella metáfora de esas búsquedas reparadoras e indispensables.

3 comentarios:

Liliana dijo...

Marcela, es cierto que hay un cine que va concientizando sobre lo que significa desde hace 30 años el golpe del 24 de marzo de 1976.
Y es necesario, porque el tema de la apropiación de bebés y la necesidad de restituirles su identidad está hoy, en nuestro país, más vigente que nunca.
Yo creo que hay heridas profundas, mutilaciones reales que no sé si algún día podrán curarse. Ojalá el cine ponga su grano de arena para, al menos, tomar conciencia de que la herida existe.

Anónimo dijo...

Che no es para tanto!!! solo escribí unas palabras y luego los referencie... el trabajo groxo lo hicieron uds.
Gracias por pasar.

Liliana dijo...

Igual, gracias, Javier