09 diciembre 2014

Ventos de Agosto, Gabriel Mascaro, Brasil, 2014

Liliana Sáez



Ventos de Agosto, una postal de Pernambuco rural, donde los cuerpos se mezclan con la naturaleza, porque de ella viven y a ella se deben. Una pareja de jóvenes gozan del sol y del mar sin rubor, son los protagonistas en una zona azotada por fuertes vientos que soplan en el mes de agosto. Hay en el pueblo un gran estado de abandono. Algunas cosas persisten, como la actividad de los cosechadores de cocos y la de los pescadores. La chica ha sido enviada allí para cuidar a su abuela anciana y, tenemos la sensación de que con ello ha sido clausurado su futuro. El joven es pescador. Cada uno puede acompañar al otro en su trabajo y al finalizar pueden hacer el amor sobre la carga de cocos o en la pequeña barca con que salen al mar. Son seres primitivos, casi virginales, especie de Adán y Eva en un Paraíso perdido. El viento del título aparece como el responsable del estado calamitoso de las casas, del nivel del mar que arrasa hasta con el cementerio, de un pueblo fantasma donde solo permanece el ladrón en el calabozo, y es así porque está encerrado y no puede escapar. Estamos ante una especie de Pueblo Blanco, como el que cantaba Serrat, donde el futuro se ha ido con los últimos emigrantes. Es un retrato de una zona del Brasil más profundo, una historia sin final, una estancia en un lugar perdido, una postal arrugada cuyos pliegues no puede disimular ni siquiera el barroquismo de su selva.

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