Un grupo de profesores espera la visita de las autoridades para defender ante ellas la labor llevada a cabo por el Instituto donde trabajan, algo que llaman “el sacudón” y que tiene que ver con la defensa de su trabajo a través de la realidad virtual. Ocasión que es aprovechada por los estudiantes para realizar sus propios reclamos, abortando la posibilidad de lucimiento de las investigaciones que serán desplegadas, virtualmente y con fallas, ante los directivos. Es una crítica a un universo cerrado, donde sus integrantes se sabotean unos a otros en defensa de debates inútiles que no logran aportar mucho fuera de su recinto.
Espacios minimalistas, personajes desencantados, intereses económicos y diálogos voraces dan un tono muy particular a esta sátira minimalista, musical y controversial sobre el papel que ocupa la Academia, tan mercantilizada para obtener recursos, que deja de lado lo que debería ocuparla y preocuparla: la ciencia al servicio de la humanidad. Un tema tan áspero solo es posible suavizarlo con lo inesperado, como es la introducción de cuadros musicales para darle un cariz poético y subversivo.
No hubo siquiera sonrisas en la sala, solo una larga impaciencia por entender de qué iban esos académicos en un paisaje futurista y pop, con un globo terráqueo de goma que no cumplía mayor función que estar presente para recordarnos, nada más ni nada menos, que la vida del planeta está en peligro y que quienes se están ocupando, están más preocupados por subsistir en sus cargos que en investigar científicamente una solución para el problema global.
No hubo siquiera sonrisas en la sala, solo una larga impaciencia por entender de qué iban esos académicos en un paisaje futurista y pop, con un globo terráqueo de goma que no cumplía mayor función que estar presente para recordarnos, nada más ni nada menos, que la vida del planeta está en peligro y que quienes se están ocupando, están más preocupados por subsistir en sus cargos que en investigar científicamente una solución para el problema global.
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