The Unicorn es el nombre de un LP de 1974 con catorce canciones de Peter Grudzien, considerado el primer compositor country gay. El documental de Isabelle Dupuis y Tim Geraghty nos acerca a este personaje que en su adolescencia cantaba en la iglesia y más tarde se hizo fan de John Cash y la música country. Peter vive con su padre centenario y su hermana gemela en la casa familiar de Queens, que alguna vez tuvo calor de hogar. Dos primos lo visitan porque están preocupados dónde quedará el legado del tío una vez que muera, instándolo a mudarse a un hogar de ancianos. Furioso, Peter los expulsa de su casa.
Es un hombre alto, viste de negro y luce despeinado, usa gafas y el cabello largo. De joven se encuentra parecido a Mick Jagger, ahora parece más bien un personaje sacado de la Familia Addams. Dupuis y Geraghty se instalan en la casa y con calma van indagando en su pasado, toman contacto con Terry, su hermana, y con el padre. La triste historia se devela entonces. Ya no importa si es un pionero, tampoco si le canta al colectivo gay, acompaña a su padre, tiene el amor incondicional de su hermana y está solo. Por las tardes se acerca a algún bar mugriento y canturrea desafinadamente algunas letras que antes le salían mejor. En una tienda de discos encuentra una casete con su música. Vive de una gloria pasada, aunque con sombras. Las sombras que acecharon a los hermanos en Creadmore, la institución para enfermos mentales donde sufrieron la aplicación de electroshocks, la terapia legal hasta 1973 para los gays.
En ambientes oscuros se mueve el padre, la hermana cambia de aspecto en la eterna búsqueda de un amor imposible. Peter tiene un cuarto pequeño, abarrotado de sus cosas. Todo luce con un barroquismo insólito, donde predominan el marrón y el rojo, contrastados con el negro de su vestimenta. Asistimos a la muerte de la dulce Terry y del patriarca. Peter tiene un solo día para festejar, el del Orgullo Gay. Ni el country ni la militancia gay ocupan el centro de nuestra atención. Estamos esperando más de a lo que nos convoca el filme. Pero no, se constituye en un alegato de la soledad en la vejez, de la espera de algo grandioso que nunca llega, del peligro de la invasión del espacio íntimo, de la inseguridad en el propio hogar.