04 septiembre 2017

Sabuesos temerarios: El Sur también existe

Liliana Sáez




Desde hace unos días, la Argentina se encuentra convulsionada por la desaparición de un joven durante una marcha de protesta de la comunidad mapuche. Quieren recuperar sus tierras hoy ocupadas por el emporio de Benetton, que posee la friolera de 900.000 hectáreas en la Patagonia. Un desaparecido en democracia es grave, pero más aún para un país que tiene a tantos acumulados desde la última dictadura.

La Patagonia es una tierra extensa y árida, barrida por los vientos, ubicada al sur del país. Arrasada su población ancestral por el presidente Julio A. Roca, en su denostada Conquista del Desierto, fue repartida entre grandes terratenientes extranjeros. Siempre hubo ricos y pobres, en niveles tan extremos que cuesta ponerse del lado de los hacendados, porque las víctimas siempre fueron los peones, que malvivían hacinados y cobraban con vales o con mercancías.
Lo cierto es que esta gran porción de tierra posee cicatrices perennes que se profundizan de tiempo en tiempo. Hoy es el caso de Santiago Maldonado, un joven que apoya la lucha mapuche en Cushamen, al noroeste de la provincia de Chubut. La protesta de un pueblo originario, su demonización y la chilenofobia a la hora de encontrar justificaciones a la desaparición del joven, son resonancias de otros hechos violentos sucedidos en la Patagonia: La Campaña del Desierto (1833-1834), emprendida por Rosas para empujar a los indígenas hacia la frontera con Chile fue sólo el comienzo; la Conquista del Desierto (1878-1885) ya mencionada, con la que se intentó exterminar a un pueblo “invasor” proveniente de Chile, cuando para los mapuches la tierra es de ellos y se extiende de mar (Pacífico) a mar (Atlántico); los fusilamientos de peones (donde también se utilizó el argumento xenófobo) durante las huelgas de 1922; la masacre cometida sobre dieciséis jóvenes militantes peronistas y de la izquierda, que permanecían presos en la cárcel de Trelew (1972)… Lo dicho, son ecos de un mismo discurso y un mismo accionar. Siempre están presentes los hacendados y los campesinos, los militares y los políticos, la represión armada y el tendal de víctimas.
Mientras una parte de la población mira hacia otro lado, los muertos suman y los poderosos siguen enriqueciéndose. Por suerte existen aquellos que se paran en la línea de fuego para oficiar de testigos para la posteridad. Son periodistas insumisos, curiosos y con el talento de encontrar, como un sabueso, dónde están sucediendo los hechos, esos hechos que se esconden en la prensa diaria.