28 febrero 2007

(Mi) Fanny och Alexander

Marc Jardí


Creo importante empaparnos con literatura cinematográfica. Cantidad… no sé, supongo que mientras más mejor.

Porque mientras más libros sobre cine leamos, más nos ayudarán éstos a darnos cuenta que es en las películas donde no solo está la historia del cine, sino también la de sus autores.

Es como un pequeño secreto que acabamos de descubrir, seguramente no hemos sido los primeros, pero inmediatamente los hacemos nuestros y nos sentimos terriblemente contentos.

No hay libro sobre Ford que me haya enseñado más de su persona como El hombre que disparó a Liberty Balance. No hay documental que me haya enseñado más sobre Godard que sus propias Le mépris, Prénom Carmen y Histoire(s) du cinéma. No hay programa de radio que haya hablado mejor de Ingmar Bergman que su Persona y Fanny och Alexander.

Por no hablar de Hopper, Goya o Picasso. Por no hablar de Janis, Beethoven o Silvio. Por no hablar de Chaplin. Por no hablar de Truffaut.

Cuánta habladuría, cuántas palabras escritas. Cuántas películas, sí, películas.

Por eso, sí, yo también debo seguir filmando la mía propia. Volver atrás unos segundos para inmediatamente seguir hacia adelante. Mirar en mis películas qué soy para así saber dónde me encuentro y continuar creciendo.

Mirar atrás unos segundos, sí. La captura del tiempo, el cine tiene esa virtud.

Por eso, sin más, me tomo otra de esas vacaciones psicológicas. Solo que esta vez he sido menos sutil, lo he dicho en plena escritura y no en un primer comentario.

A reveure…

26 febrero 2007

the dream is over

Sebastián Russo


Dos seres. Dos almas. Dos cuerpos perdidos en una maraña de apatía, pavimento, máquinas, violencia. Cuerpos sufrientes que intentan abrirse paso en una megalópolis. Un avanzar errabundo que configura una ciudad, en tanto ámbito infernal, vital, sanguinario, dador de sangre, desde sus arterias siempre pobladas, siempre fluyentes, pero de sangre maldita, infectada. Ámbito de degradación, de cuerpos derruidos, de cuerpos en erosión. Donde las relaciones humanas son el único refugio, aunque precario, inestable.

En ese enjambre siniestro, una pareja. Dos hombres, de masculinidad estoicamente sostenida. Donde uno de ellos (el vaquero iluso, Jon Voight, tan vulnerable como arraigado en su grotesca y trágica pose de toro semental texano) aparece como símbolo de una ingenuidad –social– en dilución, en amargo despabile; y el otro, Dustin Hoffman, como símbolo –por oposición– del consumismo triunfante, de lo burgués reificado patológicamente (rengo, carterista, y con la cabeza puesta en Miami, y hotel de lujos varios) En tal aglomeración homogeneizante de seres ahuecados, el mirarse al espejo, verse duplicado, sublimado, actuando desde los movimientos prefigurados que Hollywood dispersó (...are you talking to me?), puede ser la única forma de desalienarse, o re-alienarse a través del tópico propuesto, de ser star, de ser otro, otro distinto a ese ser atormentado, a ese ser perdido, desamparado entre las fuerzas de la noche, de la ciudad.

Midnight Cowboy (1969, Schlesinger), podría unirse fatalmente a Joe (1970, Avildsen), y a Taxi Driver (1976, Scorsese), para conformar una tríada trágica que da cuenta de un sueño colectivo, una utopía que llega a su fin, la de los 60, para adentrarnos en los salvajes 70, de despiadado individualismo. Sus imágenes parecen clamar con cínica sorna: “esto es lo que les espera, sucios maricas comunistas: soledad, desolación, intolerancia... un mundo rudo, árido, sórdido, donde cada uno cuida su pellejo... el sueño terminó... las calles son selva, los autos armas, el otro tu enemigo...”

19 febrero 2007

Breve verdadera historia del cine español

Marc Jardí y Yume





1.- (PRE) PREHISTORIA

- SEGUNDO DE CHOMÓN

2.- HISTORIA

Franco le hizo un flaco favor a la cinematografía española.

ROSELLINI, DE SICA, TRUFFAUT, BAZIN Y LANGLOIS
ROSELLINI.

Y en España pasamos de José Val del Omar a Andrés Pajares y Fernando Esteso.

De José Val del Omar a Pajares y Esteso.
De José Val del Omar a Pajares y Esteso

Luis Buñuel llega a la entraña del surrealismo, pero Goya ya había pintado la historia. Otros filmaban la verdad.

Mientras Chaplin peleaba contra el mayor régimen genocida del mundo, Franco hacía películas con una mano mientras con la otra masturbaba al Führer. Carlos Saura o José Luis Cuerda intentaron plantar cara, pero su lucha, al contrario que la de Chaplin o Fritz Lang, no fue universal.

Hacía películas con una mano mientras con la otra masturbaba al Führer.

Deformaciones. Godarcitos como Basilio Martín Patino y Wyldercitos como José Luís Garci.
Wyldercitos, Godarcitos.

Hoy día pasa lo mismo. Los protagonistas tienen diferentes nombres pero igual objetivo:

- LA DICTADURA DE LAS PALOMITAS, PISTOLAS Y CUERPO FEMENINO
- VICTOR ERICE Y ALEJANDRO AMENABAR

Pero tantos Amenábares por tan pocos Erices…
Pero cuántos Amenábares por un Erice.

3.- SITUACIÓN ACTUAL (QUE MUNDIAL)

Pilar Miró filma la boda de los Reyes. Sin duda no sabe que ficciona algo ficticio. Pedro Almodóvar, la extensión de Pajares y Esteso, tiene dos Oscars. Pero los Oscars no forman parte de la historia del cine.
Almodóvar, la extensión de Pajares y Esteso.
Alejandro Amenábar lleva a la gran pantalla programas del corazón como “Mar adentro” y gana los mismos premios que cantidad de revistas de dicha pornografía se compran en España.

4.- RESUMEN Y POSIBLE FUTURO

Erice y Guerín siguen sin ser lo suficientemente reivindicados por los jóvenes cineastas. Valderomar sigue siendo el gran olvidado. Muchas escuelas pero poco Buñuel. No existencia de revolución.

Y la culpa de esto la tiene el estado. Pues sois vosotros, el estado, y como estado me incluyo también por formar parte de esta sociedad. Como tú.
Sois vosotros el estado el único terrorista. Sois vosotros los únicos que no hacéis un rostro digno, una caricia con amor.
El estado, y como estado me incluyo también por formar parte de esta sociedad.
Como tú.


Marc Jardí


B.- Y MIENTRAS TANTO
en la no siempre merecida sombra… Se ama al cine con más o menos arte, se lucha contra los problemas desde trincheras aún más sucias y a veces se es restos de nufragio sobre los que se sostiene el resto de la industria.
Campeones de la constancia, el despropósito y la ilusión desmesurada:
La "Serie B" tan denostada. El horror.

Un fantástico típicamente español, tardío, radicado en el Romaticismo literario fustigado por el catolicismo atroz. Y la dictadura que lo mantuvo aletargado hasta que el género había muerto en el extranjero.

Son marcas perennes en su imaginario. Lo horrendo y lo lascivo: el pecado. Erotismo y violencia; impulso básico reprimido, vivido.

Suerte del bajo coste de producción de ese cine, y de su facilidad de exportación (lo que impide, junto a la censura, localismos en sus argumentos).

La batalla fue clara:
Jesús Franco fue el pionero. El revulsivo. Sin él nada sería posible. Aún hoy trabaja en la sombra.

Se anda (filma) renqueando hasta los 70. Explotación de temas, coproducciones. Ruido.

Entonces llegan los grandes:

Narciso Ibañez Serrador. Una vida en la televisión, dos únicas obras (maestras) del género. Y aún así, el más venerado.

Amando de Ossorio. El creador de Iconos. Suyos son los templarios. Primer papel de un joven Almodóvar, cuentan.

Clásicos. Les pido perdón por simplificarlos tanto.

Y llega el “después”...
Los mundos propios de Bigas Luna, el onirismo sádico de Juanma Bajo Ulloa, el hálito gamberro de Álex De la Iglesia, el neo clasicismo mimético de Amenábar, la escatología de Santiago Segura, la visión enfermiza de Jaume Balagueró...

Vuelven las coproducciones. La Fantastic Factory muere y renace. Que sigue después...?

El “ahora”.

Yume

15 febrero 2007

Babel

Las palabras lo eligieron a Juan Mosquera para que las ordene en frases suaves y hermosas, en ideas profundas, en sentimientos a flor de piel.
Encontré el texto sobre Babel en su bitácora, “Abre el cielo y llueve love”, una maravilla en la blogosfera.
Gracias a la intermediación de un amigo común, Andrés Correa, y a la gran generosidad del autor, hoy tenemos su escrito en kinephilos.
Juan, es un honor y un placer tenerte entre nosotros y esperamos contarte no sólo como comentador, sino también como autor de textos en este rincón de amigos.

LS

BABeL, BABeL, BABeL...
...escuchando el coro de tristes canciones tristes
Juan Mosquera



Un cuerpo inocente resulta culpable de encontrar una bala perdida. Y cae a pedazos la Torre de Babel. Ella es más hermosa que un pecado sin culpa, vive en el Silencio y en el Japón. Y cae a pedazos la Torre de Babel. Él es norteamericano, turista accidental, y sabe que su matrimonio duerme en una cama en llamas. Y cae a pedazos la Torre de Babel. Ella es mexicana y lo dejó todo por el american dream mientras despierta afuera del paraíso. Y cae a pedazos la Torre de Babel. Ellos son niños marroquíes jugando a encontrar la infancia perdida y descubren que un arma en sus manos nunca es un juguete y siempre es un arma. Y cae a pedazos la Torre de Babel. Yo, tú, él y nosotros también. Dame dios un motivo para creer en el santo que abandonó su fe.

La pantalla del cine del fin del mundo proyecta la película de Alejandro González Iñarritu y confirmas que el ingenio humano siempre encuentra nuevos métodos para arruinar una vida, incluso cuando no se lo propone. La sala de cine es el único lugar de clima fresco, naturalmente artificial. Por estos días la tierra tiene fiebre y el calor que para unos es incendio, para otros se llama tormenta. El hielo del deshielo amenaza con inundar todo mapa que aprendiste en clase de geografía y ya está a punto de enseñar una nueva realidad. El alfabeto del destino te cambia una letra y te cambia lo vivido: un Invierno es un Infierno y ya somos el último pensamiento de un dinosaurio a punto de extinguirse.

Mientras tanto, los fotogramas de esta historia llamada Babel se te quedan adentro de las pupilas. Nada tan íntimo como esta crónica transnacional que deja constancia que no sólo los actos de los gobiernos nos afectan a todos, el efecto mariposa es un invisible dominó tocándote el hombro pero vos nunca girás a mirar atrás. Guillermo Arriaga con su guión logra conjugar el verbo fluir al momento de narrar esta biografía de un planeta que también es un abismo en el espejo en que no queremos reflejarnos nosotros mismos. Y la verdad no vi a los actores actuar: los sentí sentir… a todos, a los de nombres que ya te sabes y a los desconocidos que ya no olvidas.

Hay un punto donde Génesis y Apocalipsis se encuentran, esta es Babel. Hablo de una película pero no sólo sobre ella: recuerdo las grietas que son heridas y esas son las líneas en la mano de esto que llamas vida. De vez en cuando el cine no es sólo cine sino también filosofía. Y a partir de esto pongo en la báscula el peso de la palabra Consecuencia.

¿Recuerdas la historia de la Torre de Babel? Cuando aquel dios como castigo nos dio el premio de tantas lenguas distintas para que nadie se entendiera al hablar (aunque fueran iguales los labios) y así los humanos no alcanzaran el cielo con la insolencia de levantar una torre tan alta como el nombre del creador. Y allí nacen los idiomas según la tradición de la biblia judeocristiana. Y allí muere la unidad y empieza la división.

Existen algunas alegrías incomprensibles, lo sé, pero todos comprendemos el dolor. Las lágrimas son el verdadero idioma universal. En estos días el planeta no tiene otra canción para cantar. Y cae a pedazos la Torre de Babel.

12 febrero 2007

Una Eva y dos Adanes/Some Like It Hot

Raúl Bellomusto

¿Cómo se crea un mito en la pantalla? Es muy simple: consíguete a la rubia más hermosa que hayas visto, vístela con un vestido claro con mucho vuelo y pídele que se pare en el respiradero de un tren subterráneo. Luego ponte a esperar. Con el horario del metro a mano, pon a rodar la cámara unos segundos antes de que la formación pase por debajo de la susodicha rubia. Cuando sus polleras se eleven, habrás culminado tu perfecta creación. ¿Acaso eso te parece insuficiente? Muy bien, entonces toma a la misma niña y fotografíala de espaldas desde la cintura hasta los pies, en glorioso blanco y negro; la blonda enfundada en un vestido que quite el aliento. Pídele a la providencia que el tren que está por partir de la estación suelte una bocanada de vapor; ahora sí, filma la genuina expresión de la sorprendida criatura en toda la alevosía de su extraordinaria belleza y deja que millones de seres humanos se enamoren perdidamente y para siempre. ¿Qué eso no te basta? ¡Como si no te bastase con ser Billy Wilder, por Dios!


Para cuando el gran maestro austriaco realizó Una Eva y dos Adanes (1959), ya contaba en su haber con varias obras maestras: Perdición (1944), Sunset Boulevard (1950), El gran carnaval” (1951) y Testigo de cargo (1957) por nombrar sólo unas pocas. Pero con este relato acerca de dos amigos músicos que, travestidos, se insertan en una orquesta de señoritas para salvar el pellejo de las garras de la mafia del Chicago de la Ley Seca, escribe una página de oro en la historia de la comedia americana (que no: mundial). Este film de Wilder está considerado en muchos círculos como la mejor comedia de la historia del cine. Equidad, exageraciones y gustos aparte, no puede negarse que la obra cuenta con todos los elementos necesarios como para acercarle justicia a esa sentencia. Veamos.

En primerísimo lugar, el propio Wilder. En su doble rol de director y coguionista, Billy hace un trabajo maravilloso. Nada sobra, nada falta en el relato. La puesta en escena es lo suficientemente transparente como para no distraernos de la fábula. Y las líneas de diálogo son desopilantes. Además, BW demuestra su enorme destreza en la dirección de actores. Es sabido que Marilyn Monroe tenía buenas dotes de comediante, pero también es cierto que este film la encuentra al comienzo de sus años más oscuros en lo personal. Mil y un problemas se suscitaron en el rodaje. Marylin llegaba tarde, bebía y olvidaba sus líneas de diálogo. Hay varios mitos al respecto, incluyendo el de la necesidad de hacer retomas por 59 veces ante la simple urgencia de que dijera: "¿Dónde está esa botella de bourbon?". Sobre estos episodios, Wilder diría: “Sobre la impuntualidad de Marilyn debo decir que tengo una vieja tía en Viena que estaría en el plató cada mañana a las seis y sería capaz de recitar los diálogos incluso al revés. Pero, ¿quién querría verla?... Además, mientras con todo el equipo esperamos a Marilyn Monroe, no perdemos totalmente el tiempo... Yo, sin ir más lejos, tuve la oportunidad de leer “La Guerra y la Paz” y “Los Miserables”…”. Genial, obviamente.

Pero la cosa no terminaba allí. Uno de los más molestos con la diva fue Tony Curtis. Harto de repetir la escena del beso, finalmente declaró: “Fue como besar a Hitler”. Seguro, Tony.

Aún con todos los inconvenientes, el resultado es grandioso. Al mismo tiempo, Jack Lemmon está sublime y Curtis aporta su singular y acostumbrada simpatía (hasta imita a Cary Grant en su faz del “millonario” Junior).

Y el guión, perfecto ejercicio de literatura cinematográfica. Los personajes están absolutamente dibujados, redondeados, nada es difuso en sus parlamentos o en sus acciones. Hay sentencias difíciles de olvidar, como la del final de la película, línea que ya se encuentra en la historia grande de este arte. En el título original (Some Like It Hot) tenemos una doble significación, puesto que al decir “algunos las prefieren calientes”, no sólo se habla en sentido picaresco de la sensualidad y sexualidad que desborda la pantalla, sino también del tipo de música que ejecuta la orquesta de señoritas, variante del jazz denominada, precisamente, “hot”.

Y además (claro que hay más) tenemos guiños al propio mundo del cine en su pasaje al sonoro; la graciosa situación de la moneda al aire, con un George Raft parodiándose a sí mismo respecto de sus tiempos de Scarface (1932, Howard Hawks); a Lemmon/Daphne bailando “La Cumparsita” con un millonario pretendiente e improvisando ese ballet de maracas… Evidentemente, la presente lista de elementos que comprueban la exquisitez de esta comedia es poco exhaustiva, pero, ya se sabe: salvo la cautivante comicidad de Jack Lemmon, la enorme simpatía de Tony Curtis, la inconmensurable belleza de Marilyn y Usted, Usted señor Wilder… salvo eso, “nadie es perfecto”.

06 febrero 2007

Cuando el cine es nuestro aliado

Marcela Barbaro



La denuncia sobre instituciones que atentan contra los Derechos Humanos es un acto de justicia, de bien. No sólo se sacan a luz los hechos cometidos sino también quienes los ejecutan. Mientras la intencionalidad de la denuncia tenga fines humanitarios y consiga salvar tan sólo a un hombre, ya es suficiente.

El camino a Guantánamo, dirigida por los británicos Michael Winterbotton y Mat Whitecross, es un ejemplo de esa clase de denuncia. Bajo un formato semidocumental el film se basa en la verdadera historia de tres jóvenes que sobrevivieron al infierno de la, aún vigente, cárcel de Guantánamo (base militar norteamericana en Cuba).

La historia comienza en septiembre de 2001 cuando Shafiq Rasul, Ruhel Ahmed y Asif Iqbal, ingleses de origen musulmán, viajan desde Tipton (Reino Unido) a Pakistán con motivo de la boda de uno de ellos. En el camino deciden llegar hasta Afganistán para ayudar a sus hermanos musulmanes ante la inminente caída del régimen talibán y la invasión de tropas norteamericanas. A pesar del contexto desfavorable, la travesía narrada como una suerte de road movie, los dejó atrapados en medio de los bombardeos, de los campos de mutilados y de las fosas comunes donde veían arrojar cuerpos de vivos y muertos. La Alianza del Norte (una Fuerza Antitalibán dentro de Afganistán) los capturó junto a cientos de afganos para entregarlos al ejército norteamericano, que los envió a la prisión de Sheberghan, y bajo la ley del más fuerte, el que sobreviva al hacinamiento irá hasta Guantánamo, último destino de la travesía.

La prisión es un gran jaulón donde los hombres son encerrados en jaulas individuales, al igual que un zoológico, pero con algunas diferencias importantes: a los animales se los alimenta, se los higieniza, nadie les impide comunicarse entre ellos, se los visita, se los trata bien, se los cura si se enferman y se les imparte cariño. A ese contraste, se suman las torturas físicas y psicológicas, las vejaciones y los interrogatorios bajo los métodos más descabellados. La pesadilla duró algunos años.

El relato está dirigido por los verdaderos protagonistas y reconstruido por actores en los escenarios donde sucedieron los hechos. También se intercalan imágenes de archivo y comentarios, como por ejemplo los de George W. Bush: “Conocemos a estos muchachos y son malos. No comparten los mismos valores que ustedes y nosotros: son asesinos”. Otra frase para recordar es el lema escrito sobre el cartel de la cárcel de Guantánamo: “El honor para defender la libertad”. Paradoja si las hay.

La película remarca la inocencia de esos jóvenes que llevaban una vida como la de tantos otros y que no tenían participación en ningún hecho asociado al atentado del 11 de septiembre, ni pertenecían a la red Al Qaeda. Se los muestra muy occidentalizados, sin militancia y en pleno apogeo de su adolescencia. Pero están solos. Nadie los defiende, ni siquiera los británicos. Nadie pide perdón, nadie da una explicación y nadie les cree. ¿Habrá alguien que les devuelva todo lo que allí perdieron? ¿Seremos testigos de la fecha de vencimiento aplicada a la tortura?

El cine tiene el maravilloso poder de la comunicación, de mostrarnos cosas que aunque conocidas nos enseñen algo más; nos permite ver aquel lado que la sombra nos tapaba y saber más para valorar otro tanto. Es una herramienta educativa y concientizadora. Esta vez la ficción no finge y la historia no es inventada, aunque me gustaría que lo fuera y que me estén mintiendo descabelladamente con el relato más absurdo que se pueda imaginar.

02 febrero 2007

Raúl se presenta

MI RELACIÓN CON EL CINE
Raúl Bellomusto


Amigos:

Les voy a resumir (muy resumida) la historia de mi relación con el cine. Arranqué bárbaro. Una inevitable cuestión de índole generacional me hizo debutar con un tal Lamorisse, por ejemplo, y corrí detrás de aquel globo rojo montado en un caballo de crin blanca. En las tardes lluviosas, saltando los charcos (también me crucé con Karen Kachina, aunque nunca comprendí checo) nos acercábamos hasta “El Vesubio”, en Corrientes, y allí me fagocitaba un suculento chocolate con churros. Siempre en familia, con mi hermano y mis primos como socios infantiles. Siempre con mis viejos y mis tíos, en eterna patota. Mi tío, el hermano de mi vieja, mi Bazin particular, siempre ahí, como hoy. Eran otros tiempos, es verdad, para mí, para los chicos y para el cine.

Les hago una elipsis para agilizar el relato. Ya adolescente, mi cinefilia estaba definida, establecida, muy cómoda conmigo. Algunos creen que ser cinéfilo es simplemente gustar del cine y ver muchas pelis. No sé, yo puedo ver a mi suegra todos los días y a lo mejor no me gusta, ¿no? (por suerte es solo una bromita a guisa de ejemplo). De la cinefilia, como amor por este arte, deben surgir, irremediablemente, tanto el cariño como el respeto. Así fue hasta hoy mi relación con el cine (nuevo corte, nueva elipsis): una ligazón amorosa que disfruto de poseer.

Salto tarantinesco (un poco, no abusemos) hacia atrás. En 1994, me decidí a formalizar. Y, ya Ingeniero por otra parte, me anoté en el curso de Introducción al Cine que por ese entonces se dictaba en la actual ENERC. Me fue bárbaro, sobre todo por el disfrute. Terminado ese año, me dije “es hora de hacer algo concreto con este amorío” y me quise inscribir para comenzar la carrera en la especialidad de montaje. Allí recibí un artero golpe de parte de un chico malo en este culebrón: un tal Maharbiz, por entonces a cargo del INCAA, me indicó, reglamentación mediante, que no podría ingresar al establecimiento debido a mi “avanzada edad” (tenía entonces 35 añitos, ¿a ustedes les parece?). Por aquellos tiempos, el gran Akira Kurosawa había pergeñado la que se configuraría como su obra póstuma: “Madadayo”. Contaba con 84 abriles. Qué tremenda contradicción: yo no podía consumar mi sueño con menos de la mitad de la edad de un maestro que me seguía diciendo cómo había que soñar. Indignado, a modo catártico, le escribí una carta al infame funcionario que terminaba más o menos así: “Sr. Maharbiz, si he de verme obligado a comprender el por qué de la negativa del Instituto para que comience a estudiar cine a mi edad, le pido tenga a bien convencerme fehacientemente: tómese un avión, vuele hasta el Japón y mate a Kurosawa”. Obvio, jamás tuve respuesta.

El salto en el tiempo ahora es mayor. Viajamos al 2003. Allí me decidí, nuevamente, a estudiar cine. A estas alturas ya habían corrido por los pasillos de mi alma los fantasmas contenidos en kilómetros de celuloide, abrevados por infinitos ríos de tinta que entraron por mis voraces ojos (siempre, ellos, de niño de “El Vesubio”). Ví, veo y veré todo tipo de cine. Leí, leo y leeré todo tipo de críticas. Me ofusco, me deleito, me emociono; bah, reacciono como cualquier mortal normal debería reaccionar frente a las películas. Finalmente hice la carrera de Crítica Cinematográfica y aquí estoy, contando esta historia (en la que, claro, Liliana tiene mucho que ver). Me sé dueño de un espíritu crítico forjado de antemano al rigor académico, siendo que reconozco que el último me ha completado en tanto a la teoría y la historia de este arte. Me declaro defensor acérrimo de la subjetividad del crítico, siendo que siempre defendí la del espectador. Soy devoto creyente de las películas, sé que me hablan, que me interpelan, que se quieren completar en mí. Quiero ayudar a tender puentes entre el cine y la gente, a lograr, aunque más no sea (y como si fuera poco) un cinéfilo más sobre la faz de la Tierra. Como lo logró –y de eso puede estar orgulloso– mi tío baziniano, remedo entrañable del entrañable Monsieur Hulot.

Es así que el cuento va llegando a su conclusión. Sólo una última apreciación de “orden técnico”: comprenderán por lo que cuento que el cine, sin dudas, forma parte del universo diegético de mi vida; es una música que suena desde adentro de mi historia, jamás la acompaña, sino que más bien la va forjando. Por fin, ¿a qué viene esta historia, no? Es que de ella, en mi afán de aferrarme a mi nueva-muy esperada-felizmente recibida profesión, surge la necesidad de presentarme como redactor de Kinephilos, cosa que, por el momento, no había hecho. Ojalá entonces que se produzcan futuras mil y una charlas alrededor de un clásico, o de un estreno, o, ¿por qué no? de qué pensamos del cine en general. Como forma de arte que nos apasiona y nos aglutina en este blog. ¡Qué viva el cine, pues!

Buenas noches… y buena suerte.