Marcela Barbaro

Hay muchas palabras feas, como “saqueo”. Término que remite a la apropiación violenta o robo por parte de un grupo de gente de cuanto haya en un lugar. Es precisamente en lo explícito de su significado donde radica la fealdad, porque es algo que despreciamos, que tememos, que aborrecemos y que asusta.
También hay palabras necesarias y valientes, como por ejemplo “memoria”. Vocablo que nos permite recordar y almacenar datos, sucesos, personas, fechas, etcétera. Sin ella no se crece, no se evoluciona. Es de vital importancia para forjar nuestra identidad y construir una historia: la propia y la de un pueblo. Pero fundamentalmente debe ser valiente para poder sacar a la luz aquellas cosas que han sucedido y que, por tremendas que sean o por muy hermosas, no pueden pasar inadvertidas ni quedarse dormidas en el olvido.
Ambas palabras toman forma en el último documental del cineasta argentino Fernando “Pino” Solanas, Memoria del saqueo. Film documental que hace un recorrido histórico por la Argentina desde el golpe militar sufrido en 1976 hasta la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, que desató la gran crisis del 2001. Crudo testimonio del latrocinio cometido hacia esta República en sus tres niveles: social, político y económico, al que agregaría un cuarto nivel: el moral.
Desde su antecesora La hora de los hornos (1968), creada bajo la proclama del “cine de liberación” junto a Octavio Getino, la pantalla cinematográfica se convirtió, para estos autores, en un espacio de militancia política, en el marco de la efervescencia idealista e ideológica de los años sesenta. Solanas aún lucha por un cine de alta calidad artística, sin que por ello su discurso se aleje de la comprensión masiva. Cada una de sus imágenes encierra su lucha política. Las imágenes militan y hacen de las voces de los más sentenciados.

El autor deja ver claramente que la posibilidad para lograr un cambio positivo está en manos del pueblo, en la unión que surja de los movimientos sociales, de los focos de resistencia que luchan por la restitución de los derechos perdidos. Aquellos capaces de decir ¡BASTA!.

Sin ser ajena al saqueo ni a la memoria como tantos otros latinoamericanos. Vivo aquí. Esa fue parte de la historia de mi país, razón para hacer temblar mi pulso a la hora de escribir objetivamente. Es más duro y doloroso tener que rever lo visto y volver a oír lo escuchado.
La virtud que encierra el cine documental es la resignificación de la realidad en función de su propia historicidad, la cual no sólo es su columna vertebral sino que también será su verdugo si de ella no se aprende.