
A veces nos preguntamos sobre la necesidad de crear un mundo opuesto al nuestro, donde se disfrute la ilusión de vivir en la irrealidad, a fin de realizar lo que deseemos. Dar paso a lo imposible; como que lo efímero pueda eternizarse y la soledad deje de estar sola. Cuestiones que se desprenden de 2046, el último film del honkonés Wong Kar Wai.
Chow (Tony Leung) es un periodista solitario que decide escribir una historia sobre un lugar llamado 2046. En ese mundo del futuro habitan androides con humanos. Allí nada cambia, nada se modifica. Por eso, las personas viajan hacia ese lugar en busca de los recuerdos perdidos. Ningún hombre ha vuelto, excepto uno, quien narra, quien escribe esa historia de amores desencontrados.Bajo un bellísimo despliegue esteticista tanto sonoro como visual, 2046 comparte con Con ánimo de amar, al protagonista Tony Leung y a sus tópicos habituales: la imposibilidad de concretar un amor, la dificultad de las relaciones afectivas y el tiempo como rector del destino y al cual queda todo sujeto.
En el film, la construcción de ese mundo donde lo que rige es la inmovilidad y lo inalterable nos permite entrever el deseo interno sobre la perdurabilidad del amor como un factor determinante para lograr la felicidad. En toda su filmografía, se percibe esa lucha contra el tiempo y su fugacidad, su movilidad y, en definitiva, contra su finitud. Bajo una mirada agnóstica, el destino del amor recae en manos del tiempo. Un tiempo que establece las coordenadas precisas para que dos seres puedan encontrarse y enamorarse para siempre, si éstas no se cruzan, sólo serán relaciones pasajeras y momentáneas.
En 2046, todo está en función de un tiempo que se rechaza constantemente. Las secuencias se dividen en lapsos: por fechas del calendario (24 de diciembre), por cantidad de horas, o por los viajes realizados en el tiempo. Esta construcción del relato no es más que una paradoja de ese tiempo violado intencionalmente por Wong Kar Wai, quien rechaza contar historias lineales, escapando de la lógica y abriendo un Universo anacrónico.
En dicho Universo, sus personajes son seres solitarios que, sentenciados por los recuerdos de un pasado feliz, buscan el amor en un presente condenado a un futuro incierto. Cada uno de ellos ha sufrido penas de amor, ya sea, por haberlo perdido, por no ser correspondido o por prohibición. Así, viven su angustia bajo una prisión interior.A pesar de su maestría, Won Kar Wai no logra deslumbrar con una verdadera autencidad como en otras de sus obras: Chungking Express, Felices juntos o Con ánimo de amar. Porque en 2046 el relato se prolonga demasiado en torno al personaje principal, Chow. Un faldero incurable y caprichoso, que con su pedantería y descortesía aleja toda contemplación piadosa sobre la soledad que siente ante su necesidad de amar y sentirse amado. Sumado a una ciudad futurista, que se intercala con androides y efectos visuales, a la manera de Blade Runner o Armageddon, y por último, los encuadres hechos a la manera inconfundible de Antonioni, terminan generando un discurso que, por momentos, se agota.
Sin embargo, uno de los personajes cuenta que “en el hueco de los árboles dejamos nuestros deseos, para luego taparlos y que nadie los escuche”. 2046 es el interesante secreto que Won Kar Wai nos ha dejado en aquel hueco del árbol. Yo, ya puse mis sentidos en él. Pase el que sigue.