11 mayo 2014

El cuarto desnudo. Nuria Ibáñez. México, 2013.

Liliana Sáez



Integrando el conjunto de las más de cien películas de la Sección Panorama del 16º Bafici, junto a la última de Alain Resnais (Aimer, boire et chanter) y a la película estrella de Claude Lanzmanm (El último de los injustos), El cuarto desnudo aparece como un pequeño y perdido documental de interés clínico.

Rodado con cámara fija, encuadrando en primer plano a los pacientes (niños y adolescentes) que acuden a la guardia de un hospital psiquiátrico infantil de Ciudad de México, Nuria Ibáñez navega por ese territorio que se dirime entre la representación de la realidad y la ética frente a lo que la cámara muestra.

Los niños que son entrevistados por los médicos argumentan sobre su comportamiento, sobre su relación con los padres y con las situaciones contra las que no pueden luchar. El espectador queda atrapado en la conflictividad de sus historias, en la incomprensión de su realidad, en la esperanza de que haya una salida para esos chicos. Hay por parte del espectador, también, un sentimiento de pudor frente a los testimonios que los niños brindan al médico. Y ahí es donde “hace ruido” el documental, en esa pequeña línea que separa el territorio de lo que se puede, o no, mostrar.

El cuarto desnudo no deja de alarmar por la realidad que expone, chicas que se ven gordas, a pesar de estar con buen peso; niñas que se cortan o han intentado suicidarse, porque no se soportan; chicos que sufren de incontinencia urinaria, a pesar de ser grandes para ello, o personitas que vuelcan su conducta violenta sobre los seres que más quieren. Estos chicos han llegado a la clínica por decisión propia o porque los han llevado. Han encontrado contención por parte de los médicos, y Nuria Ibáñez se encarga de cerrar el documental tan árido con una pequeña luz de esperanza. Todos creen que han hecho bien en ir a atenderse. Todos creen que podrán salir adelante.

No más que eso es lo que vemos. No más que eso es la propuesta de la directora, pero tampoco es menos que eso. No hay más discurso que esas caras tan jóvenes en primer plano y sus testimonios estremecedores. Si existe propuesta de reflexión, ésta se plantea en términos que son responsabilidad absoluta del espectador. Quizá el único comentario formal sea la elección del primer plano del paciente con cámara fija, donde vemos las expresiones de los chicos y escuchamos en off los comentarios de los padres o de la médica, ,  así como el montaje, donde se han ubicado hacia el final las esperanzas expresadas por estos pequeños.

El cuarto desnudo es un pequeño fresco sobre la niñez y la adolescencia en un país latinoamericano. Persigue con su mirada restringida en la imagen, un panorama general de una capa etaria y de una clase baja de la sociedad. Ibáñez deja hablar a los chicos, le da carta blanca a los médicos para que los entrevisten y consigue expresiones que van desde el miedo hasta la rabia, todas bañadas por una profunda tristeza, el gran desamparo que sufren y la descomposición familiar de su entorno. Lo demás, como dijimos, corre por cuenta del espectador, que asiste impotente a la representación de la fragilidad humana.

09 mayo 2014

Big Eyes. Uri Zohar. Israel, 1974.

Liliana Sáez



Big Eyes narra lo que sucede durante dos días en la vida de Benny Forman, un entrenador de baloncesto (interpretado por el mismo Uri Zohar) que suele guiar la vida de sus jugadores, presionar a sus amigos y engañar a su esposa y a sus amantes.

Objeto de culto por parte de las jóvenes generaciones de Israel, Big Eyes es una de las películas de este director que lo convoca a situarse en lo que se ha dado en llamar la Nueva Ola del Cine Israelí. Los devaneos amorosos del protagonista, las historias que debe inventar para no ser descubierto, las situaciones embarazosas que provoca y la lección de vida que recibe son algunos de los puntos que lo acercan a la contemporaneidad de la Nouvelle Vague francesa. Pero también la propuesta estética, en blanco y negro, los primeros planos en las conversaciones y discusiones, las intervenciones a cámara y el bajo presupuesto con que contó para rodarla.

Así como en The Rooster, aquí también están presentes algunas constantes temáticas: una misoginia poderosa que se apoya en las relaciones entre hombres y mujeres, donde los derechos y deberes no están bien repartidos, quizá debido al protagonismo que en Israel tiene el ejército, una institución que recluta a hombres y mujeres, pero con un fuerte contenido dominante y machista.

Big Eyes retrata a una sociedad en crisis de valores, donde el hombre debate su razón existencial. Es un ejemplo del cine de este prolífico realizador, que llevó a la pantalla una serie de preocupaciones de toda una generación, planteada de manera aparentemente banal, pero con una posición crítica encubierta en su sátira.

La filmografía de Zohar transita un catálogo que puede caracterizarse por ser comercial o artístico, sin que por ello deje de ser una sólida. En muchos casos se apoya en la vulgaridad, pero vista desde una representación popular de la sociedad, como es el caso de The Rooster; otras, va más allá, en la representación de los conflictos de sus personajes, más bien como una búsqueda estética de estados anímicos, pero nunca pierde la alegría ni la vitalidad que lo caracterizan, como sucede en Big Eyes.

06 mayo 2014

Algunas chicas. Santiago Palavecino. Argentina, 2013.

Liliana Sáez


Llegó al 16º Bafici precedida por su inclusión en la Sección Horizontes del pasado Festival de Venecia. Cuenta la historia de Celina, una médica que luego de una crisis matrimonial visita a Delfina, una amiga que hace tiempo no ve. Sus conflictos se suman a los de las otras mujeres que se encuentran en el lugar: Paula, Nené y María. Celina no encontró peor lugar para ir a aclarar sus dudas existenciales. El pasado la abruma y sus fantasmas se propagan en el ambiente, contaminando con sus sentimientos negativos a las otras jóvenes. Los dos personajes masculinos, Sergio y Esteban, sólo funcionan como decantadores de estados anímicos de las mujeres y desencadenantes de sus momentos críticos.

En una entrevista realizada en Venecia, Santiago Palavecino contó que envió un ejemplar de “Entre mujeres solas”, de Cesare Pavese, a sus actrices para que construyeran su personaje con total libertad. Luego ajustó el guion a las propuestas de las protagonistas y dejó que su director de fotografía, Fernando Lockett (a quien le debemos las imágenes más poéticas) las siguiera cámara en mano. Consiguió filmar un thriller, cuyos personajes se internan en una atmósfera cada vez más opresiva, a medida que se van desintegrando psicológicamente.

Narrada como una serie de pesadillas entrelazadas que no encuentran el momento de despertar, Algunas chicas nos introduce en un ambiente donde los fantasmas abruman a las protagonistas (y hay que decirlo: también al espectador), donde existe la constante referencia al suicidio como única manera de escapar a la angustia y donde las reiterativas recorridas de un espacio abierto al campo luce paradójicamente, como un laberinto con pasillos que solo llevan hacia la oscuridad.

Con un ritmo moroso y una cierta mirada misógina, la historia se pierde ante la representación de los estados anímicos femeninos, dejando la sensación de haber tenido una pesadilla sin conclusión, con los ánimos absorbidos por la angustia de los personajes y con la certeza de que en menos tiempo, Palavecino podría haber ofrecido una propuesta mucho más efectiva, que no alterara la paciencia del espectador.

04 mayo 2014

Minuscule - Valley of the Lost Ants. Tomas Szabo y Hélène Giraud. Francia, 2014.

Liliana Sáez



Minúsculos cuenta la historia de una vaquita de San Antonio o mariquita, que emprende su camino lejos de su familia y se inserta socialmente en un grupo de hormigas negras, que están en permanente lucha con las hormigas rojas.

Tomas Szabo y Hélène Giraud compusieron un filme, evitando el típico antropomorfismo de los animales animados. Estos bichitos dibujados no mantienen diálogos, sino que se expresan por sus acciones y ruidos típicos. Se desplazan por paisajes reales y sufren las vicisitudes típicas de su tamaño y condición.

Los restos de un picnic sirven de desencadenante para que los dos ejércitos en pugna se enfrenten. En medio se encuentra la mariquita, que tomará partido por los más débiles. El reto de arrastrar una caja de azúcar hasta el hormiguero los llevará a pasar por una cantidad de obstáculos, donde se interpondrán seres peligrosos y altos riesgos para su trayecto.

Escenarios reales y animalitos modelados por ordenador logran una síntesis maravillosa en esta historia de acción y suspenso. Los realizadores sostienen que filmaron la superficie del agua del río con un brazo articulado para dar la sensación de los rápidos que arrastran a los personajes, también registraron latas reales en distinto grado de destrucción para que sirvieran como referencia en el momento del modelado,  y fotografiaron zonas montañosas reales para filmar una de las escenas más apasionantes del film.

Si algo es de destacar en esta película, donde los malos luchan por sobrevivir tanto como los buenos, es, además de las hermosas imágenes logradas, la utilización del sonido, donde los ruidos del lugar, así como las expresiones sonoras de los animales le dan verosimilitud a los personajes y a los ambientes, pero es la música clásica elegida, inspirada en composiciones de Prokofiev, lo que le imprime una suave estilización a Minúsculos.

Además del río, donde los insectos luchan por sobrevivir a la fuerza del agua y a la agresividad de sus habitantes, otra locación que centra el interés de los más pequeños es donde se lleva a cabo la lucha: el hormiguero. Construido como una maqueta de dos metros, con un panel circular con el paisaje que lo rodea, el nido de las hormigas se muestra como un gran castillo, donde su reina recibe obsequios de los obreros. En el enfrentamiento entre los dos ejércitos, se utilizó un software creado para El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings, Peter Jackson, 2001), que permite mostrar grandes movimientos de masas en una dirección específica.

Szabo y Giraud estuvieron trabajando durante dos largos años e invirtieron un presupuesto de diez millones de euros. El resultado es un bello collage de imágenes y sonidos con una historia simpática. El defecto que tiene es que es mucho más extensa de lo que la atención de un niño pueda prestarle.

A vingança de uma mulher. Rita Azevedo Gomes. Portugal, 2012.

Liliana Sáez


Rodada en espacios teatrales, con una fuerte carga literaria y extensos monólogos, la adaptación del cuento homónimo de Barbey d’Aureville, A vingança de uma mulher, fue la obra más destacada por los organizadores, de la retrospectiva dedicada a Rita Azevedo Gomes.

El cine de la directora portuguesa tiene una impronta estética romántica, con una puesta en escena pictórica y largos textos retóricos. La cámara acompaña con morosidad, como un pincel que acaricia el lienzo, mientras los personajes adoptan posiciones de modelos vivientes, cuyos trajes de telas gruesas los aprisionan en situaciones sin retorno. Se nota tras la mano de Azevedo Gomes un riguroso tratamiento del guion, una apasionada mirada sobre la composición del encuadre y un conocimiento literario de peso, que sabe transmitir al espectador. Teatro, pintura y literatura puestos al servicio del cine en una obra cargada de oscuro romanticismo.

A vingança de uma mulher consta de un prólogo y un epílogo. Lo demás es un monólogo que se extiende largamente, mientras la figura de la mujer se desplaza en escasos espacios de la estancia. Estamos ante uno de los pocos casos en que el cine se apoya más en los parlamentos que en las imágenes. Todo lo que sucede se desgrana del extenso discurso de la dama.

Hay influencias de Manoel de Oliveira en su obra. Lo constatamos en el homenaje que Azevedo Gomes realizó al director con motivo de su 98º cumpleaños, Parabens Manoel de Oliveira, que también se vio en el Festival. Un recuento de imágenes seleccionadas de su filmografía, como si fuera una composición musical, que daba cuenta de una obra extensa, coherente y poética.

Los registros artísticos de Azevedo Gomes también pueden constatarse en el cortometraje A Coleção Invisível, una pequeña obra inspirada en el cuento homónimo de Stephan Sweig, en homenaje a la alicaída Cinemateca Portuguesa. La historia cuenta los últimos días de un hombre que ha guardado por años una colección de estampas pintadas, largamente codiciadas por los expertos. Su hija se ha debido deshacer de ellas para poder mantener al padre ciego. Un coleccionista visita al hombre, presionado por la hija para que simule estar ante la verdadera colección que ya no existe. Azevedo Gomes logra mantener el suspenso durante todo el tiempo, mientras los protagonistas van internándose cada vez más en un callejón sin salida. Hermosa metáfora para hablar de la colección fílmica perdida o deteriorada por la inoperancia oficial en el archivo fílmico de su país.

Esta sí ha sido una verdadera sorpresa del Festival. Y se agradece.

02 mayo 2014

Costa da Morte, Lois Patiño. España, 2013.

Liliana Sáez



Aunque se haya ido del Bafici sin llevarse ni un reconocimiento, el documental Costa da Morte, del director gallego Lois Patiño, ha sido para mí lo mejor que he visto en el Festival.

Inspirado en las leyendas que escuchaba de niño, la mítica costa se convirtió en una obsesión que lo llevó a consolidar éste, su primer largometraje. Antes ha realizado una serie de cortos experimentales que pueden revisarse en su página web. Quien la visite se encontrará con un documentalista que ha desarrollado una obra muy personal. Y Costa da Morte no es una excepción.

Esa región costera gallega, que se extiende sobre el Atlántico, desde Carballo hasta el cabo de Finisterre, es azotada continuamente por fuertes tormentas que provocan cantidad de naufragios contra los acantilados que se observan en su paisaje. Para los romanos era el fin del mundo, para los gallegos es un centro de míticas leyendas que suelen ser transmitidas oralmente de generación en generación.

El documental está filmado totalmente en grandes planos generales. El paisaje es el verdadero personaje. El hombre aparece en una escala pequeñísima, solo o acompañado, lidiando con la inmensidad y el trabajoso oficio de sobrevivir en una tierra donde las dimensiones del entorno lo exhiben minúsculo.

Allí están los leñadores, los pescadores y los mariscadores, seres anónimos que pueblan esa geografía de cuya espectacularidad da cuenta la cámara de Patiño. Esos bosques sumidos en la niebla, donde los leñadores van eliminando uno a uno los árboles; la pétrea roca, donde un pescador parece sostenerse en equilibrio frente al vértigo que ofrece la furiosa rompiente del mar; la playa calma al amanecer, donde los mariscadores con sus linternas parecen estrellas al ras del suelo; el faro, imponente e inútil, frente a la cantidad de naufragios históricos que superan cualquier estadística; el pueblo y el puerto, como refugios de su gente y destino de su trabajo… Grandes palas mecánicas ayudan a trasladar las colosales dimensiones del producto de su labor. Hasta en esos momentos, Patiño logra transmitirnos imágenes sugerentes… como las de la cantera, donde la pala del tractor va levantando las piedras para ubicarlas en un transporte que las lleve al puerto; en un momento, la pala hace rodar la piedra para poder levantarla, y lo hace con tanta delicadeza que parece más una caricia que una función puramente mecánica.

La imagen parece decirlo todo, como alguna vez Patiño sostuvo, intenta “retratar los movimientos sutiles de la naturaleza”. Una naturaleza que encuentra en su aridez, poesía. Sin embargo, la imagen no es prevalente. Esa gente anónima que se desplaza por las playas, por los bosques, por el mar o la ciudad, esos minúsculos seres contenidos por un apoteósico paisaje, tienen su protagonismo en la banda sonora. Si bien la imagen es la que ocupa el cuadro completo de la pantalla, las voces de estos seres han sido registradas en primer plano. Los escuchamos contar las leyendas que oyeron de niños y lo que vivieron hace ochenta años atrás. Narran casos de naufragios donde no hubo ni un sobreviviente, o la vez que pudieron rescatar latas de leche condensada y el pueblo entero, pensando que eran de pintura, pintó sus casas. Los relatos nos llevan a la prehistoria y las tumbas construidas en la piedra, a la época de los romanos que consideraban la zona como el fin del mundo, a los tiempos de la guerra cuando zozobró un barco nazi… Con esas voces en primer plano, Patiño logra ubicar a los pobladores de Costa da Morte como personajes de peso en un paisaje que les pelea protagonismo.

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23 abril 2014

Aniceto, Leonardo Favio. Argentina, 2008.

Liliana Sáez


Hablar de la película de mi vida para celebrar el quinto aniversario de EL ESPECTADOR IMAGINARIO me permitiría construir otra donde estuvieran escenas inolvidables de todo el cine que he visto. Podría detenerme en Greed (Erich von Stroheim) o en muchas de Stanley Kubrick, que con Martin Scorsese forman una dupla entre mis debilidades, así como Andrei Tarkovsky e Ingmar Bergman; Andrzej Wajda y Roman Polanski o Luchino Visconti y Bernardo Bertolucci. Pero mi vuelo por ese cine requiere de unas alas que hoy no quiero ponerme, porque prefiero quedarme al ras del suelo, donde un actor en sus comienzos y un director con todas las letras al final de su carrera me seduce para que le preste atención.

Leonardo Favio es un autor consumado, con una obra completa y finita, ya que dejó este mundo hace dos años. Nació en mi tierra, Mendoza, una provincia argentina que descansa a los pies del Aconcagua y que requiere del deshielo estival para mantener sus áreas verdes irrigadas. Con  unos pobladores que disfrutan de la siesta cada tarde y ven pasar las horas sin prisas para otear la tranquilidad del atardecer a través de los álamos.

Si bien Favio comenzó como actor bajo la batuta de Leopoldo Torre Nilsson y se convirtió en director para seducir a la entonces joven actriz María Vaner, compuso con sus tres primeras obras en blanco y negro una trilogía que lo define y que, según mi modo de ver, es lo mejor de su filmografía y, me atrevería a decir, del cine argentino. Crónica de un niño solo (1964) es la historia de Piolín, un chico de reformatorio al que la libertad se le vuelve esquiva; Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más… (1966) resume en su título la historia de su segunda obra y antecedente de la que nos convoca hoy, y El dependiente (1969),  relato provinciano de soledades encontradas.

Lo que filmó después es una larga elipsis, casi comparable, si me permiten el exabrupto, a la que más fama le ha dado a 2001 (2001 A Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968), hasta llegar a Aniceto (2008), que cierra su filmografía.

La cinematografía de Favio podría enmarcarse dentro del género costumbrista con grandes dosis de humanismo. Sus personajes sudan realismo y viven situaciones cotidianas, abúlicas, bajo un ritmo cansino y demorado, que permite el regodeo por imágenes bellamente compuestas en blanco y negro, a través de la obsesiva búsqueda formal que le imprimía a cada una de sus obras. Así logra la acompasada simetría de Crónica…, el escenario despojado de Este es el romance… o los largos y significativos silencios que se instalan en los encuentros de la pareja de El dependiente.

Aniceto llega cuarenta años después y derrocha movimiento y color. Una nueva versión del cuento de su hermano Zuhair Jury, El cenizo, cobra vida en la pantalla. Como en Este es el romance… está retratado el cuento de amor y desamor que transcurre en la Mendoza de las acequias y de las alamedas. Aniceto conoce y se enamora de Francisca. La inclusión de la joven en su vida cambiará la geometría de su pieza, donde antes pasaba largas horas tomando mate y compartiendo el silencio con Blanquito, su gallo de riña. Ahora es un nido limpio y cálido que cobija a la pareja, hasta que aparece Lucía. Francisca, entonces, se aleja para siempre con lágrimas en los ojos y un peso que le oprime el corazón.

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04 abril 2014

Lo que queda de la guerra

Liliana Sáez


Las noticias del último mes remiten al posible enfrentamiento en dos lugares del mundo occidental. Por un lado, en Venezuela la Oposición y el Gobierno se enfrentan diariamente en una lucha que va teniendo visos de guerra civil. En el otro extremo, Rusia se anexa Crimea y pone a punto de hervor sus relaciones frente a Europa, en una movida de piezas que bien podría desatar una guerra de grandes proporciones.

El frágil equilibrio occidental nos inquieta sobremanera. Porque hay memoria. Y porque aún sufrimos las consecuencias de guerras tan inoportunas e injustas como las que trataré en este espacio, que no pretende ser un tratado bélico, sino apenas una pequeña reflexión sobre cómo el cine, a través de unas pocas películas, elegidas con la carga de subjetividad que eso trae consigo, muestra sobre los efectos de la guerra. Son pequeñas obras cuyas historias me han conmovido en el momento en que las he visto, de tal manera, que para escribir este texto han aparecido en mi memoria al instante. Sin pretender buscar ni ahondar más allá de una filmografía extensísima sobre el tema, he preferido quedarme con estas resonancias para expresarme sobre lo que para mí es la guerra. No es el enfrentamiento en sí, con su armamento y vidas perdidas… sino lo residual que queda de ella, las cicatrices profundas que no cierran jamás.

El único rigor que me permitiré será el cronológico, porque creo que cada una de estas guerras no es inocente con respecto a la que le sigue. Todas obedecen a la ambición de grandes potencias por dominar el mundo, con sus respectivas ideologías, y en eso estamos desde los inicios de la Humanidad. Como es imposible cubrir el trayecto histórico de los múltiples enfrentamientos, elegiré para iniciar mi ruta un punto a medio camino entre las dos grandes conflagraciones mundiales y más cercano a nuestras vivencias.

Entre 1936 y 1939, España se desangró en una guerra civil que dividía la contienda entre falangistas y republicanos, desencadenando conflictos ideológicos, sociales y políticos, y que dio fin al gobierno de la Segunda República española, con la victoria de los fascistas, a la orden de Francisco Franco. Si bien la contienda duró tres años, sus efectos se hicieron sentir hasta 1975, año en que murió el Generalísimo, que sostuvo al país bajo una dictadura que lo sumió en el atraso con respecto al resto de Europa e instaló el reino del terror entre quienes permanecieron en el país y el ostracismo para quienes pudieron huir. Aún hoy se debate en España la necesidad de investigar las desapariciones cometidas entonces, que involucran fosas colectivas y apropiación de menores. Unos quieren instalar un manto de olvido sobre aquella época, mientras que otros claman por la verdad.

De la etapa final del franquismo datan dos de las películas más hermosas y conmovedoras. Ambas tratan sobre la vida en pueblos españoles, donde sus personajes sufren o han sufrido las consecuencias de la guerra, pero no directamente, sino que en sus cotidianidades la guerra, o lo que ha quedado de ella, sobrevuela sus existencias con un halo de misteriosa y espantosa presencia. En El espíritu de la colmena (1973), Víctor Erice nos narra la infancia Ana e Isabel. La acción transcurre en la meseta castellana, a poco de finalizar la Guerra Civil, donde la vida se desarrolla bajo la presencia de los fantasmas que ha dejado la Falange. El monstruo del cine (Frankenstein) se corporiza cual metáfora de la situación política de España. Bajo una apariencia amigable, la brutalidad de su esencia pone en peligro la fragilidad de la vida humana. En cambio, en La prima Angélica (1973), Carlos Saura es más literal, pero logra pasar el veto de la censura, y nos cuenta la historia de Luis, que trae a su memoria escenas de su adolescencia, en una vuelta al pasado para tratar de comprender aquellas situaciones que para él eran entonces una incógnita. Luis ha quedado marcado por aquellos años en que vivía en la casa de la familia materna, de claro corte patriarcal, donde sus integrantes se repartían los roles de la religión (una tía monja que se nos aparece como una pesadilla con la boca cerrada con candado), el ejército (su tío falangista), la educación impartida a través del rigor, y el amor, con una fuerte carga de represión. Represión que viene dada por su situación y la de Angélica (sus padres pertenecen a dos ideologías encontradas) y por la religión, que impone ese manto hipócrita de puritanismo a una relación amorosa. Una cadena de situaciones que ha dejado a Luis adulto viviendo una existencia vacía de contenido y a Angélica, una vida anodina. Tanto Saura como Erice componen dos obras de alto contenido poético, donde es necesario leer entrelíneas para tratar de encontrar la sustancia antifascista de sus filmes. Es que era un buen recurso para burlar a la censura y poder hablar de las preocupaciones que vivía gran parte de los españoles como producto de una guerra fratricida que los había dividido de una manera infame y cruel.

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01 abril 2014

Bafici 2014

Liliana Sáez


Del 2 al 13 de abril se llevará a cabo una nueva edición del Festival de Cine Independiente  de Buenos Aires, con alrededor de 400 películas que imprimirán, una vez más, esa sensación de vértigo en que nos sumergimos los espectadores ante tanta oferta cinematográfica. Desde EL ESPECTADOR IMAGINARIO realizaremos una amplia cobertura que ofreceremos a nuestros lectores en el próximo número.

El 16º Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente abrirá con una función al aire libre, en el anfiteatro del Parque Centenario, donde se proyectará The Congress, del realizador israelí Ari Folm, donde Robin Wright, Paul Giamatti y Harvey Keitel componen una trama, en la que la animación juega un importante papel para llevar a la pantalla la pequeña novela de Stanislaw Lem, Congreso de Futurología.

En la Competencia Internacional disputaran el premio tres películas argentinas (Algunas chicas, de Santiago Palavecino; La Salada, de Juan Martín Hsu; y Mauro, de Hernán Rosselli), la ecuatoriana Carlitos, de Antonio Guayasamín; las chilenas Volantín cortao, ópera prima de Diego Ayala y Aníbal Yofré y Naomí Campbel: no es fácil convertirse en otra persona, el documental de Nicolás Videla y Camila Donoso; la peruana El mudo, de Daniel y Diego Vega; y la recomendada brasilera Castanha, de Davi Pretto. También veremos El futuro, notable ópera prima del español Luis López Carrasco; el thriller asiático Ice Poison, de Midi Z (Birmania-Taiwán); la canadiense Sarah prefere la course, de Chloé Robichaud; las norteamericanas Fifi Howls from Happiness, de Mitra Farahani y The Wait, de M. Blash; y las francesas Grand Central, de Rebecca Zlotowski; Iranian, de Mehran Tamadon, y Un Chateau en Italie, de Valeria Bruni Tedeschi; la británica 20000 Days on Earth, de Ian Forsyt y Jane Pollard; y la tailandesa Mary is Happy, Mary is Happy, de Nawapol Thamrongrattanarit, realizada a partir de 410 tuits de una adolescente.

Como siempre, además de la Competencia Internacional, disputarán el reconocimiento otras  secciones competitivas como las Argentina, de Cortos, Vanguardia y Géneros, Baficito y Derechos Humanos. Tendremos dos realizaciones del rumano Corneliu Porumboiu, cuyas Bucarest 12:08 y Policía, adjetivo tuvieron sendos reconocimientos en ediciones anteriores; esta vez podremos ver sus últimas realizaciones, The Second Game, con la que cerrará el Festival, y Cae la noche en Bucarest. Dos realizaciones del taiwanés Tsai Ming-liang también estarán presentes en esta edición: la premiada por el jurado de Venecia Stray Dogs y Journey to the West.

Como siempre, habrá una sección dedicada a la Música, en donde sobresalen la ya mencionada 20000 Days on Earth, extraordinario retrato de Nick Cave, y Mistaken for Strangers (Tom Berninger) sobre el indisciplinado integrante de The National. Por ser el año del Mundial de Fútbol, el Deporte estará presente con una programación que incluye, entre otras, Ciudad Dorada, de John Huston, y la entrevista que Roman Polanski le realizó a Jackie Stewart, Weekend of a Champion. Entre las secciones Panorama y Vanguardia y Género, además de las mencionadas, hay varias destacables: la valiente Afternoon Delight (Jill Soloway), la cruda Big Bad Wolves (Navot Paushado y Aharon Keshales), la contundente Upstream Color (Shane Carruth), el homenaje a Guimarães de 3x3D (Edgar Pêra, Peter Greenaway y Jean-Luc Godard) y Verónica Mars (Rob Thomas) que va Fuera de Competencia.

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10 marzo 2014

TV: Operación Palace, Jordi Évole

Una operación mediática

Liliana Sáez

Si de periodismo arriesgado se trata, no dude en mencionar a Jordi Évole. Humorista de televisión devenido director de documentales, rompió la cuota de pantalla el pasado domingo 23 de febrero, para celebrar una fecha que es particularmente significativa para los españoles y que en su momento removió algunos temores en el resto de Occidente.

Es que aquellos que recordamos la irrupción del teniente coronel Antonio Tejero en el Congreso, cuando los diputados debatían el apoyo a Leopoldo Calvo-Sotelo, candidato de la UCD, ante la dimisión de Adolfo Suárez, no podemos olvidar la sorpresa que nos llevamos ante lo que se veía como un golpe de Estado en un país que apenas llevaba escasos años de vida democrática, luego de la eterna noche en que la sumió el franquismo. Lo que se ponía en juego era demasiado.

Este año se cumplieron 33 años de aquel día en que tambalearon las instituciones españolas.

Jordi Évole, intérprete del Follonero en la televisión, aquel personaje que ponía en duda todo lo que tuviera enfrente, convirtiéndose en un “contra” ante los personajes más acreditados, es además, humorista y guionista de televisión. En esta oportunidad, parece ser que rompió el molde al presentar un “documental” sobre el 23 F para la cadena de televisión española La Sexta.

Durante varias semanas previas a la emisión de Operación Palace, Évole venía anunciando un programa sobre el intento de golpe de Estado que no dejaría a nadie indiferente. Llegado el momento de la emisión, los televisores españoles se aprestaban a mostrar una realidad nunca antes presentada. Y así la audiencia asistió a una nueva versión del 23 F, donde se develaba que el golpe fue armado por los principales políticos, con la anuencia del Rey, para evitar un mal mayor. Es decir, todo lo que sucedió ese día había sido hábilmente orquestado. Los organizadores del falso golpe habían confiado la puesta en escena al cineasta José Luis Garci, quien se prestó a representar una ficción que llegaría a todos los españoles, ya que las cámaras estarían conectadas en un momento en que habría presentismo completo en el recinto de Diputados, debido al sensible tema que se trataría.

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