09 marzo 2006

Re-visiones: Saraband

SARABAND
Marcela Barbaro


La aparición de Saraband no sólo fue una sorpresa, sino también una alegría para todos los amantes del cine de Ingmar Bergman. Sorpresa, porque a sus ochenta y cuatro años, cuando muchos daban por culminada su carrera, él demuestra que sigue más vigente que nunca. Y alegría, porque quedan pocos maestros del cine con una destreza visual inigualable.

El film, realizado en video para la televisión sueca, y presentado en DVD, se divide en diez actos, a través de los cuales se narra la historia del reencuentro de un ex matrimonio después de treinta y dos años de separación.

Marianne (Liv Ullman) nos relata el viaje que realizará, para ver a su ex esposo Johan (Erland Josephson), después de dieciséis años de no verse. Johan, refugiado en una solitaria casa, en la que alberga su omnipotencia, le presentará a su hijo Henrik, a su nieta Karin y al recuerdo de su nuera Martha. A partir de ese momento, comenzarán a entremezclarse las historias y los conflictos de todos los personajes. Un lugar donde habitarán las sorpresas, las mezquindades, el amor y los silencios.

Saraband es un film más. Miento si dejo de decir que esperaba algo novedoso o que por lo menos me sorprendiera. Es intenso y profundo como el resto de su filmografía. En realidad, ¿hay algún film de Bergman que no lo sea? Se abordan los mismos temas existencialistas que siempre le han preocupado: nuestro paso por la vida, el enfrentamiento con la muerte, las relaciones humanas, las dificultades en el amor y las pasiones.

En esta oportunidad, se centra en el análisis sobre las dificultades en el amor, en cuanto a la pareja, la familia y en la relación padre-hijo/a. La problemática de los afectos, y cómo éstos, por ausencia o por exceso, marcan nuestra vida y la sentencian a eternos conflictos, con los que se debe (sobre)vivir. Junto con la muerte, estas contrariedades afectivas son la otra cara del abandono.

El relato en primera persona, a través de Marianne, funciona como una suerte de confesión. ¿Cuál es el objeto de abrir y mostrarnos su intimidad?. Frente a terceros, parecería más fácil (auto)justificarse y al mismo tiempo sopesar: los conflictos internos, los años cargados de soledad, la culpa y los remordimientos. Se puede asemejar a la exposición que se realiza frente al psicoanálisis. Proceso, que no es otra cosa que un pedido de ayuda. Una búsqueda interna con fines reparadores. Al mismo tiempo, la división del film en actos fortifica el desarrollo de los temas y de cada uno de los personajes que harán ese proceso de autoconocimiento, así como también logra distribuir la intensidad dramática, dándonos respiros.

Una vez más, Bergman conjuga la crudeza más cruda con el refinamiento más noble, la intensidad más vital con una serenidad que nada tiene de serena.

2 comentarios:

Liliana dijo...

Tengo entendido que Bergman retomó en "Saraband" la conmovedora historia de dos personas que comparten un espacio bastante opresivo en "Escenas de la vida conyugal". Algo así como lo que hizo Lelouch (salvando las distancias, claro) con "Un hombre y una mujer".
Bergman sorprende, sí... Por suerte, nos sigue sorprendiendo.
LS

Anónimo dijo...

I want not approve on it. I regard as precise post. Specially the designation attracted me to read the whole story.