22 agosto 2006

Todos somos putas

Marc Jardí



El plano de una ciudad. Un título, La calle de la vergüenza impresionado en dicho plano. Súbitamente, y por qué no, magistralmente, la cámara empieza un paneo hacia la derecha, mostrándonos panorámicamente toda la ciudad. Pero el título continúa impresionado en el plano. Por lo tanto, la calle de la vergüenza no es la bellamente descrita en la película, no es donde se desarrolla toda la acción (que también), sino toda la ciudad, todo un sistema.

Todos somos prostitutas viviendo en un enorme burdel.

Porque en La calle de la vergüenza resulta ser que las menos putas son las chicas que se prostituyen en los burdeles. En esta ciudad, un marido, un alcalde o cualquier persona es capaz de vender su cuerpo, o lo que es peor, su propia ética, con tal de conseguir un beneficio propio. O lo que es más patente, no perder lo que ya tienen. Hay miedo.

Y se recuerda a las Geishas.

Lo occidental llega, es lo nuevo, lo hermoso, lo explosivo. Lo occidental ha llegado para intentar chocar con una cultura ancestral, pero como somos putas, casi nos regalamos ante eso nuevo. No habría nada de malo si no renegáramos de nuestro pasado, o de lo que hemos estado pagando durante años para ahora dejarlo tirado e insultado por algo con un papel de regalo más joven y hermoso. Esta puta se llama Micky y lleva minifalda. La referencia es clara. Existe un choque al estilo Ozu, solo que éste es casi transparente.

En esta ciudad vergonzosa el que tiene el dinero tiene el poder. El que tiene dinero elige qué quiere consumir. Lo realmente triste es que se reniegue de la carne que se ha consumido durante años, y lo que es peor, se pisotee hasta el punto de humillarle solo porque ha llegado una carne más fresca. Y esta carne quiere propaganda.

En el film existen dos maneras muy distintas de ver la prostitución: la de las mujeres y la de la sociedad. La de la sociedad es la deplorable, la que Mizoguchi ataca y rechaza. Es la prostitución de los cobardes, la prostitución por el vicio del dinero. La prostitución de la cultura y la sociedad. Y la de algunos hombres.

Para la prostitución vista desde el punto de vista femenino no tengo palabras, puesto que si todas las putas fueran así, yo no dudaría en ser una de ellas. Si todas fueran así sería cliente habitual de un prostíbulo. Porque esas chicas, esas mujeres, esas madres, esas personas, transforman un oficio que, de cierta manera detestan, en algo digno y hermoso.

5 comentarios:

Liliana dijo...

No la he visto, debo reconocerlo. Otra más para mi lista. Y van...
El tema es atractivo. Que el poder y el dinero envilecen más que el oficio de una puta, seguro.
Aquí estuvo de moda, durante algún tiempo, hablar del "erotismo del poder": Lo que se consigue, lo que se paga, lo que se logra, lo que se pierde, los mecanismos de seducción, los pases de factura... Un tema riquísimo. Y si no, miremos un rato nomás a nuestros políticos, o a los empresarios, seguro que veremos paralelismos con el ejercicio de la prostitución. Y este señor lo recreaba en esta película de 1956.

mimismidad dijo...

Desde luego, hay más corrupción en el camino de la consecución del poder y en el poder mismo, por lo general, que en cualquier burdel de cualquier parte.

¿? dijo...

Filme ejemplar, de los muchos y buenos que tiene Mizoguchi, como olvidar 'La Vida de Oharu' o su famosa 'Cuentos de la Luna Pálida de Agosto'.
Me quedo con lo que dice el historiador del cine, Noel Burch: 'Mizoguchi fue a lo largo de su carrera un maestro de la dramaturgia'

Un saludo.

Anónimo dijo...

Tampoco la ví. Tu nota me invitó a verla, me gustó mucho. El tema, desde ya es de lo más actual.
Ahora que sea un oficio digno y hermoso, escapa a mi criterio, pero seguramente Mizoguchi lo ha mostrado de esa manera.
Saludos.

Anónimo dijo...

Estuve leyendo el texto y me pareció muy bueno, realmente me identifico mucho con el estilo que tiene Marc de escribir