02 noviembre 2006

Desde Miami


Nunca pensé que el paso por FC fuera tan particular para mí. Allí crecí y aprendí mucho. Sin embargo, al alejarme, pude hacerlo sin sentir que me desgarraba. Esto no me había pasado antes. Suelo establecer relaciones muy estrechas entre mi trabajo y mi vida. Pero esta vez aprendí (eso siento que hice) a separar a la gente de los lugares donde se relacionan conmigo. Rescaté de ese naufragio (porque eso creo que fue) a Euge, a Pamela y a alguien muy especial, que se convirtió en compañera de largas jornadas de trabajo y gran, gran amiga.

Me refiero a Olga. Ella se fue de FC antes que yo. Además, se fue a vivir a otro país. Y aunque estoy acostumbrada a las despedidas y a los recibimientos –porque toda mi vida se puede reducir a esa serie de abrazos de tristeza y de alegría–, mi felicidad fue increíble cuando la vi nuevamente en Buenos Aires y pude, al estrecharla, demostrarle cuánto la había extrañado.

Olga llegó hace unos cuantos años a Buenos Aires desde Ucrania. Vino del frío y se instaló en este país que parece una película en blanco y negro, donde supo hacer amistades muy fuertes. ¿Cómo definirla? Olga es hermosa, pero su belleza la trasciende, porque además, es un ser humano increíble. Se ve frágil, pero es sólo apariencia, por suerte, porque su fortaleza y su tosudez le permitieron cumplir la promesa que dejó al irse el año pasado: volver a visitarnos.

Estuvo aquí dos semanas, en las que cada uno de sus amigos la disfrutó como pudo. A mí me trajo varias cosas, entre ellas, dos películas del Hitchcock menos visto: Los 39 escalones y El hombre que sabía demasiado en sus versiones británicas; y dos libros hermosos que resumen en fotos y textos dos décadas del cine mundial, cuyas imágenes ya pasarán a formar parte de kinephilos.

Olga toca el piano. Alguna vez ella creyó que había dejado de hacerlo para siempre. Recuerdo que no sabía cómo explicarle que eso era algo que sólo moriría con ella, que no se olvida, que las manos no se atrofian, que la música y las ganas de interpretarla viven con uno. Ya se convenció de que es así. Hoy enseña piano en dos escuelas de música. ¿A qué viene esto? A que ella conoce mis ansias de dibujar. Sabe que me gusta, sabe que lo intento y sabe que me siento impotente por no poder plasmar lo que quiero como lo quiero. Así que también llegó con un libro que explica las diversas técnicas de dibujo (justo las que quiero experimentar: tinta china, el pastel, el carboncillo, el grafito). De alguna manera, ella me demostró también que puedo hacerlo.

Yo no sé si ella sabe cuánto la quiero y cuánto la admiro, que la siento muy cercana en la distancia. Quizá este post no tenga mucho que ver con el cine (aunque FC es una escuela de cine, aunque los presentes de Olga sean pelis y libros sobre cine...). Quizá sea muy personal y por ello quiero que me disculpen. Pero sentí la necesidad, hoy que Olga ya debe haber llegado al país que esta vez la alberga, de expresarle lo que el poco tiempo que tuvimos no me permitió.

Liliana Sáez

8 comentarios:

Andrés David dijo...

Que bueno volver a ver a los amigos. Que buenos regalos recibiste. Se que te gusta dibujar y que lo tienes pendiente hace rato. Aprovecha y ya nos mostrarás como va la cosa.

Un abrazo.

Cristhian Carvajal dijo...

¡Qué sentimientos tan bellos y qué amistad tan bacana!

Aunque sé que este tipo de post no son de los que nos tenés acostumbrado, yo disfruto mucho conociendo las sensaciones de alguien que (sin conocerla personalmete) también siento muy cercana.

Por último (y muy a propósito de mi semana un poco depre, en la que pensé-pienso que no voy a escribir nunca un guión, ni un libro, ni mucho menos hacer una peli), no dejes el sueño de dibujar, pues tal parece que la vida te está dando la mano para que lo hagas.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Con mi paso también por FC pude conocer a la persona tan encantadora que describís,Olga. Teníamos un lindo diálogo y siempre me brindó toda su cordialidad; por eso me impactó el día que me dijo que dejaba Buenos Aires. Me alegro mucho que la hayas visto y disfrutado, aunque siempre es poco. Espero que el incentivo del libro de dibujo te permita dar ese paso que te falta, el animarse a expresar lo que salga.

Y para Olga... mi mejor recuerdo y un gran abrazo.

Liliana dijo...

Pues sí, quería compartir con ustedes esto que me movilizó durante los últimos 15 días. Agradezco los comentarios e intentaré ser una buena alumna de ese libro que Olga me dejó, a ver si logro dibujar algo que valga la pena.
También quiero hacer una aclaración. FC no sólo me dejó tres amigas. También hice allí contactos que hoy mantengo con alumnos y profesores que son muy valiosos para mí. Sólo que el día a día, la jornada de largas horas de trabajo y de estrés (las chicas saben a qué me refiero) estableció entre nosotras una camaradería muy particular.
Espero que de la gente que conocí en FC nadie se sienta menospreciado por este post. Al contrario, ya habrá oportunidad de hablar de lo importantes que son para mí esos seres que comenzaron a significar mucho luego de mi ida de FC. Son pocos, pero están convirtiéndose en verdaderos amigos, y ahí te incluyo a vos, Marcela.

Tatiana dijo...

Bueno, cualquiera que toca el piano y enseña que cualquiera puede dibujar me cae bien. Saludos a Olga.

mimismidad dijo...

Lo mejor de Olga, según la describes, es su fuerte sentido de la amistad.

Canichu, el espía del bar dijo...

se intuye una vieja amistad ahí, y profunda. Eso es bueno. Un saludo y que se vean más veces.

Liliana dijo...

Es una amistad profunda, sí, aunque no vieja. Tiene apenas unos tres años. Pero es como si la conociera de toda la vida. Y este viaje me confirmó esa sensación. Por eso mi alegría. Por eso esta necesidad de expresarlo.