"Sólo quisiera el olvido, nada más. Me parece injusto, casi indecente, haber sobrevivido los dieciocho meses de Buchenwald sin siquiera un minuto de angustia, sin siquiera una pesadilla, impulsado por una curiosidad siempre renovada, sostenido por unas ganas de vivir insaciables -cualesquiera que fueran, por lo demás, la certidumbre de la muerte, su experiencia cotidiana, su vivencia innombrable y valiosa-, para acabar encontrándome a mí mismo, ahora, de vuelta de todo eso, pero preso a veces del desasosiego más primigenio, más insensato, alimentado como está por la vida misma, por la serenidad y las alegrías de la vida, en igual medida que por el recuerdo de la muerte".
Leer a Jorge Semprún me ayudó a comprender muchas cosas, entre ellas, que una vez que sabemos de la existencia del horror, ya nunca las imágenes de nuestra vida serán límpidas; también, que el desarraigo es algo que no tiene remedio. Aunque suene triste, entenderlo hace más fácil el camino.
Hoy este escritor y guionista se ha ido, pero quedan sus guiones, especialmente, los que inspiraron Z, de Costa-Gavras y La guerre est fini, de Alain Resnais. Y ese libro al que acudo cada vez que busco respuestas: La escritura o la vida.
LS
1 comentario:
Después de experiencias fuertes, ya la vida no es la misma.
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