10 febrero 2018

Las guacamayas se fueron con Diego Rísquez

Liliana Sáez

Si tuviera que establecer una vara para medir el cine de Diego Rísquez en Venezuela, podría acudir a la filmografía de Leonardo Favio en la Argentina. Si bien ambos provienen de ambientes, formación y de clases sociales diferentes, tienen un sino común que los identifica como realizadores totalmente nacionales. Ver una película de ellos es estar en su país, rodeado de los paisajes naturales o urbanos que identifican el lugar de donde proceden, porque su cine es totalmente iconográfico.
El pasado 13 de enero falleció Diego Rísquez. Debo reconocer que la noticia me movió el piso por varios motivos. Se iba un referente artístico del país donde viví muchos años, se iba el cineasta que ofrecía un imaginario alimentado de lecturas y paisajes avasallantes a los ojos de una extranjera. En sus películas estaba la selva, el río, una fauna colorida y alegre, los ambientes coloniales y unos personajes que cautivaron mi imaginación cuando Venezuela comenzó a seducirme.

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