01 octubre 2013

Yazujiro Ozu. La negación del artificio

Liliana Sáez



El cine japonés irrumpió en Occidente en 1951, cuando Rashomon (1950) obtuvo el León de Oro de la Mostra de Venecia, y la dupla Akira Kurosawa/Toshiro Mifune siguió conquistando preseas, entre ellas la del Oscar a Mejor Película Extranjera, lo que permitió la apertura de los mercados cinematográficos occidentales para el cine oriental. Sin embargo, para Yasujiro Ozu, considerado hoy otro maestro japonés, la entrada en las pantallas de este lado del mundo se haría esperar. Los festivales más renombrados nunca recibieron sus filmes, por ser considerados como “demasiado japoneses” para poder deslumbrar las pupilas occidentales. A pesar de ello, algunos círculos de cinéfilos, sobre todo en Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania, lo conocían; en cambio, los franceses accedieron a su cine en 1978, cuando se proyectó Cuentos de Tokio (Tokio Monogatari, 1953) por la televisión.

Japón sufrió una humillación histórica durante la Segunda Guerra Mundial, a partir del bombardeo atómico a Nagasaki e Hiroshima, que llevó a la rendición del ejército imperial y a la posterior ocupación de la isla por parte de las tropas norteamericanas, lo que le significó al país la debacle económica, y a sus habitantes, uno de los traumas más difíciles de sobrellevar. Esta situación precipitó un quiebre en los valores tradicionales que soportaban las estructuras sociales y políticas. El cine de Yasujiro Ozu se ocupó de registrar historias donde queda en evidencia esa resignificación de los valores sociales tradicionales, en los que el respeto por los ancianos y la lealtad habían sido hasta entonces los que sostenían a la institución familiar.

Los japoneses habían sido dilectos espectadores de dramas históricos (jidai-geki), generalmente ambientados en la época feudal, pero por las condiciones históricas recientes habían dejado de interesar, inclinándose más hacia las películas que mostraban situaciones de la vida contemporánea (gendai-jeki), o de historias que tenían como protagonistas a personajes de las clases humildes (shomin-geki). De estas últimas se nutrió el cine de Ozu, así como también de un género que se convirtió en un producto exclusivo de la posguerra, como fueron las kachusha-mono (películas de madres y esposas). 

Yasujiro Ozu nació en Tokio, en 1903. De una familia de extracción popular, fue enviado a estudiar a Matsuzaka, donde asiste sorprendido a la proyección callejera de las primeras películas que ven sus ojos. Desde entonces, ya sabe que su vida la dedicará al cine. Prepara su ingreso en la Universidad y busca trabajo en los Estudios Shochiku, donde es contratado, primero, como ayudante de operador, y luego como asistente del director de comedias Todamoto Okubo, un gran admirador del cine norteamericano.

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