14 julio 2014

Violette, Martin Provost. Francia, 2013

Liliana Sáez


Durante sus 65 años, Violette Leduc recorrió su país, desde la norteña Arras hasta Faucon, en la Costa Azul, al sur de Francia. Durante ese trayecto, del cual partió perseguida por los fantasmas que la acosaban (su bastardía, una madre expulsiva y la imagen poco agraciada que le devolvía el espejo…), pasó por las miserias de la posguerra, donde contrabandeaba alimentos, hasta que motivada por sus “descubridores” comenzó a escribir y su vida cambiaría para siempre.
Martin Provost ya había llevado luz hacia la oscura existencia de Seraphine, la pintora de Senlis y su multicolor obra en un filme de profunda belleza que, en su momento, nos deslumbró. Violette no tiene el poderío visual de su antecesora, pero nos descubre una vez más la tormentosa existencia de una escritora casi desconocida. Estructurada en seis capítulos, según los nombres de quienes fueron transformando su existencia (entre otros, Maurice Sachs, Jean Genet, Albert Camus o Jacques Guérin), la historia se centra en la etapa en que Violette Leduc conoció a Simone De Beauvoir. Gracias a la insistencia y mecenazgo de Simone, Violette tuvo el impulso de escribir y pudo publicar una obra desprejuiciada, en la época en que el feminismo daba su lucha de la mano de la intelectualidad de izquierda, en la Francia de finales de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta.


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