07 abril 2015

Paisajes protagónicos: Into the Wild y Wild, reflejos de un espejo distorsionador

Liliana Sáez


Se ha dicho que el paisaje, como parte inherente de la naturaleza, muchas veces es convocado por el cine para subrayar o establecer estados de ánimo. Imposible olvidar en Nosferatu (F.W. Murnau, 1922), los árboles sin hojas, con las ramas retorcidas, agitadas por un viento cerrado, que nos introducen en un ambiente tenebroso, donde se dirime la vida y la muerte. Pero también, los espacios naturales han sido utilizados por los narradores para ofrecer a sus personajes un reto a cumplir, un obstáculo a sortear, un camino de ida que implica un crecimiento, un aprendizaje, una sanación.
En contraposición al ejemplo dado, el paisaje abierto, luminoso y limpio, aunque no por ello menos “oscuro”, es el que se abre con toda plenitud a Chris (Into the Wild, Sean Penn, 2007) y a Cheryl (Wild, Jean-Marc Vallée, 2014), cuando van dejando en su trayecto jirones de su pasado para, desprendidos de todo, internarse en tierras salvajes.
Con siete años de diferencia, ambas películas, inspiradas en sendas obras literarias, sostienen un relato que por momentos parece recorrer el mismo camino y el mismo sentido. Jon Kracauer publicó Into the Wild, a partir de las notas escritas por Chistopher McCandless durante los ciento trece días que duró su travesía. Cheryl Strayed narró su experiencia a lo largo de tres meses y 1800 kilómetros en Wild: From Lost to Found on the Pacific Crest Trail.
Si Chris se despoja de su pasado, al punto de cambiarse el nombre (algo parecido hacía la joven de Nothing Personal, al tachar en su documento todo dato filiatorio) para recorrer con piel nueva un camino desprovisto de las vicisitudes urbanas, pero sobre todo de la carga de hipocresía en que vive su familia, Cheryl se propone como meta la Cresta del Pacífico a modo de flagelación por el dolor que le produce la temprana muerte de su madre.
Ambos salen en una búsqueda, pero más que nada, ambos parten dejando atrás un lastre que es demasiado pesado para sus espaldas. El despojo es literal. Chris (ahora Alex Supertramp) quema su vehículo y su identificación; Cheryl se deshace del equipo que le asegura la supervivencia.
Las planicies del comienzo ofrecen un entorno amable, propicio a la decisión tomada. Los primeros pasos son esperanzadores. El cuaderno de Cheryl va registrando sus altercados; el de Alex, sus sentimientos. Si Cheryl quiere demostrarse que “todo lo puede”, Alex solo quiere “reencontrarse”. Quizá esa sea la premisa que diferencia sus experiencias, aparentemente semejantes. Realmente están siendo reflejadas por un espejo distorsionador.

No hay comentarios.: