15 mayo 2016

La última Navidad de Julius

Liliana Sáez

La última Navidad de Julius

Julio Barriga es poeta en Tarija, un pueblo de calles de tierra, en Bolivia. Recibe a su interlocutor en una casa derruida, con baño compartido y una pileta en el patio para asearse. Su hogar se limita a una habitación con las paredes cubiertas de estantes, donde reposa la excesivamente ordenada biblioteca del escritor. La cama deshecha, además de lugar de descanso, es el espacio de trabajo del poeta, donde semidesnudo lee sus anotaciones.
Quizá con menos metraje, este documental hubiera crecido en énfasis y profundidad. Pero se queda en la repetitiva ceremonia de lectura, un soliloquio casi interminable, poblado de frases ocurrentes, como podrían ocurrírsele a un poeta bohemio en cualquier parte de la tierra.
Si ese documental hubiera sido el corto que creemos sumaría a la obra que obtuvo una Mención Especial en Bafici 2016, lo único de lo que no podría prescindir es de un sensible homenaje, una poesía entre sarcástica y humorística, pero cargada de honda admiración hacia Amy Winehouse, a quien ha descubierto con la noticia de su fallecimiento: “Ya cerca de la muerte he visto la luz… y es Amy”. La describe como una mujer de “patética belleza y siniestra ternura”. De ella dice: “Hay momentos en que pasa a ser la luz de mi oscuridad”. Una oscuridad que tiene que ver más con la muerte: “nos redime sacrificándose a sí misma”. Y concluye: “Si la vida es insoportable, el suicidio es un deber”. A modo de travesura, por haber encontrado ese juego de palabras que no es políticamente correcto, define a Amy con una generalidad: “Las únicas chicas buenas son las malas”.

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