14 mayo 2017

Atrás hay relámpagos, de Julio Hernández Cordón

Liliana Sáez




En Atrás hay relámpagos, del guatemalteco Julio Hernández Cordón (también autor de Te prometo anarquía, 2015), exhibida fuera de competencia, dos amigas descubren un cadáver en un auto viejo y no saben qué hacer con él. Aparentemente, un buen tema. Lástima que no se desarrolle. La historia va por otro lado, prefiere detenerse en la camaradería de las chicas y su inclusión en un grupo de amigos cuya principal preocupación son sus bicicletas y las acrobacias que pueden hacer con ellas. 

A lo largo del filme, los veremos realizar acciones tan extremas como burlarse de la gente, robar luces de los negocios, mentirle a la Justicia o tentar a la muerte, que aparece al comienzo con el cadáver encontrado y termina con caída del más popular del grupo, que hasta ahora ha lucido su torso desnudo, su cara bonita y sus destrezas con la bicicleta. Apenas asoman preocupaciones, como una posible xenofobia entre los costarricenses y los nicaragüenses o el choque de clases sociales, otra arista desaprovechada. 

Un filme con varias puntas para desarrollar, pero que fueron dejadas de lado para contar una historia sin demasiado sentido. Durante una “bicicleteada”, los jóvenes, que han robado lámparas, se desplazan por las calles iluminando la noche. Ya se sabe que la oscuridad y la luz artificial pueden hacer maravillas. Aquí cada uno de los chicos cubre su pecho con farolitos, convirtiéndose esta en la única y verdadera escena con una carga poética, a cargo de Nicolás Wong, el director de fotografía. 

Intentando encontrar puntos positivos en la cinta, se me ocurre que es un fresco de una juventud ociosa, donde los mayores suelen estar ausentes y los amigos acompañan los momentos de vértigo propios de la adolescencia. Vértigo que no puede estar mejor explicitado que en las bicicletas, que les permiten arriesgar sus vidas, pero también compartir cruzadas divertidas por la ciudad durante la noche. Si la película pretende borrar las marcas de moralidad, les digo que las tiene y más que ninguna. Porque el comportamiento de estos jóvenes es castigado, de la misma manera que, en el cine clásico, quien se atrevía a salirse de los márgenes de la civilidad terminaba ajusticiado.

De la crónica de Bafici 2017.

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