08 febrero 2016

Rara avis en Caliwood

Liliana Sáez

Maldita sea, Cali es una
ciudad que espera,
pero no le abre las puertas a
los desesperados.
Andrés Caicedo


Caracas, febrero de 1992. Fecha que marca un hito en la historia venezolana, porque en los primeros días del mes un grupo de coroneles intentaron dar un golpe al gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez. El vocero del movimiento revolucionario no era otro que Hugo Chávez. Hacía más de veinte años que los venezolanos vivían en una calma política, social y económica, de la que se sentían orgullosos y eran ejemplo para el resto de la región. Ese 4 de febrero cayó abatida en Parque Central una compañera de estudios de la Escuela de Artes. El país estaba conmocionado.
En los días previos, me encontraba en la oficina de Programación de la Cinemateca venezolana, cuando dos personajes llegaron, cambiando el clima frenético con que cerrábamos la revista del mes. Verdaderamente, no los conocía. Pero esa imagen de un hombre delgado y alto y el otro bajo y robusto llegó a ser la contraparte de un tercero ausente, que ellos mismos me descubrieron.
Luis Ospina y Carlos Mayolo, los visitantes, conocían a Leonardo Henríquez, entonces director de Programación de la Cinemateca, quien los definía como “nuevos bárbaros, pájaros raros del cine colombiano”. En su encuentro, los tres amigos disfrutaban compitiendo con frases armadas con juegos de palabras, a cual más cáustica e inteligente, elevando el diálogo de manera genial. Los que los rodeábamos, asistíamos al duelo verbal, sorprendidos por el humor corrosivo que desenvolvían ante nosotros, y tratando de no interrumpir para no quebrar la magia que las palabras iban armando frente a nuestras mentes no iniciadas.
Al cine que traían bajo los brazos le revoloteaban vampiros tropicales y de sus latas chorreaba sangre en cantidades. Sobre sus espaldas cargaban una especie de ángel de las tinieblas, especie de fantasma, de alter ego, de ánima andante: el mítico Andrés Caicedo. Entre los tres habían formado el Grupo de Cali, germen de la legendaria Caliwood en el Valle del Cauca.


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