12 mayo 2018

Una Storia Volatile (Carla Vestroni, Italia, 2017)

Liliana Sáez


La voz de Carla Vestroni se oye en off por momentos durante los 44 minutos que dura este mediometraje. La cámara, asomada a una ventana de un piso alto, muestra los tejados y, atrás, la silueta del monasterio recortado tras los distintos ropajes que se pondrá el cielo durante el transcurso de los días y las estaciones de todo un año. La motivación de este ejercicio lo produce el descubrimiento de que, en el tejado, frente a su ventana, una gaviota ha dado a luz a tres pichones. Desde entonces se plantea irlos grabando hasta su emancipación. La cámara no se queda en la graciosa figura de las aves bajo el tiempo inclemente del invierno o la primavera, va ampliando su mirada hacia la terraza donde se reúnen las monjas a almorzar y a conversar. Sólo vemos parte de su falda y sus piernas, el descanso de una de ellas cuando se saca el zapato. La mirada es limitada… y a la vez, amplia. Se expande por los tejados, hasta alcanzar la silueta de un monumento que se recorta contra el cielo durante el amanecer o por la noche contra las luces de la ciudad. Están representados Cristo y sus apóstoles en un peregrinar. Es parte del monasterio que cobija a las monjas.
La cámara vuelve reiteradamente sobre estos sujetos. Las gaviotas: los pichones esperan que los alimente su madre, comienzan a desplegar sus alas, vuelan bajo, se alejan y esperan el rescate, vuelan… cada avance de las pequeñas aves nos tiene en vilo. Las tardes de las monjas en la terraza solo nos muestran una manzana de merienda sobre la falda. Esperamos descubrir lo que el ojo de la directora retrata. Y la mole con los peregrinos detrás siempre está presente, es omnisciente, aunque cada vez se muestre diferente por los cambios de la luz del día.
Acompaña este ejercicio vouyerista la música de Robert Wyatt y los diálogos en off de los amigos de la directora. Las palabras de Vestroni concluyen con una pregunta: ¿la historia será cíclica? Hermosa propuesta formal, sencilla, pero elegante, que a través de lo poco o mucho que se pueda ver desde el rectángulo de la ventana nos habla de su amor por Roma. 

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