Liliana Sáez
En visita a Buenos Aires, Dan Rubinstein ideó una historia para su personaje. Una chica que, rodeada de una amiga incondicional y un primo (un instagramer interpretado por el propio director) que visita a la familia, busca la manera de interrumpir su embarazo. Buenos Aires visto por ojos estadounidenses, el Bajo, el Tigre, las calles y las plazas porteñas… Todo es motivo de una selfie para el primo, mientras Noemí divaga sobre cómo concretar su decisión.
La historia está narrada por largos paseos del trío en espacios abiertos, momentos de silencio entre las chicas, la visita a una abuela anciana y sorda en locaciones interiores y oscuras… Largos planos regodeándose con el entorno y con una máscara de inexpresividad de la protagonista. Hay mayor carisma en el chico que todo lo fotografía, embelesado por una ciudad que le es ajena. Encontramos mayor afinidad en la amiga que intenta ponerle alegría a la situación. Noemí no transmite nada. Indecisión, preocupación, reflexión… no son conductas que le atañen (aunque deberían) a la actriz principal. Su entorno y sus coprotagonistas le dan más al filme que ella misma. Es lógico que no haya recibido algún premio, su banalidad no está a la altura del Bafici.
09 mayo 2019
08 mayo 2019
Spice It Up (Lev Lewis, Yonah Lewis & Calvin Thomas, Canadá, 2018)
Liliana Sáez
Un camino lleno de obstáculos es el que recorre una estudiante de cine para concluir su primera película. Los consejos de quienes le hacen notar sus errores están llenos de frases trilladas típicas de guionistas, directores, docentes y periodistas que se atreven a señalar una receta básica aplicable a cualquier filme. La joven recorre calles y oficinas, casas y camas de amigos a los que les hace ver una y otra vez la película inconclusa. Por momentos, la metadiégesis cobra mayor interés que la historia que la introduce. Trata de un grupo de amigas adolescentes que la pasan muy bien entre sí. Al reprobar el último año del colegio secundario, deciden ingresar en las fuerzas armadas.
En el filme que elabora René, la estudiante que está grabando las imágenes de su tesis, las vemos yendo de compras, compartiendo tiempos muertos, conversando y mostrándose muy unidas. Los planos generales las abarca como personaje colectivo, son luminosos y con gran movimiento dentro del cuadro, plasmando su frescura. “Falta una protagonista central”, le dice uno de los consejeros; “falta un punto de quiebre”… la cineasta insiste en que su personaje sea colectivo, aunque a pesar de que se lo proponga, llegará a cumplir con el requerimiento del profesor. Pero, mientras tanto, la búsqueda es ociosa, interminable. Esperamos que alguien le ilumine el camino para que a esta joven directora se le ocurra un final sugestivo. Final que no podrá ser, porque las cosas han cambiado, ha pasado el tiempo y ella y las chicas ya no son las mismas. La realidad le pasa por encima a René, cuando decide convocar a sus protagonistas para terminar su pequeña ópera prima.
Aunque siempre nos atrape la dinámica del cine dentro del cine, Spice It Up tiene tantos tiempos muertos que, finalmente, aburre. Más bien parece que estamos ante un verdadero ejercicio estudiantil que debe pasar por más de una revisión para alcanzar cotas propias de un festival internacional.
Un camino lleno de obstáculos es el que recorre una estudiante de cine para concluir su primera película. Los consejos de quienes le hacen notar sus errores están llenos de frases trilladas típicas de guionistas, directores, docentes y periodistas que se atreven a señalar una receta básica aplicable a cualquier filme. La joven recorre calles y oficinas, casas y camas de amigos a los que les hace ver una y otra vez la película inconclusa. Por momentos, la metadiégesis cobra mayor interés que la historia que la introduce. Trata de un grupo de amigas adolescentes que la pasan muy bien entre sí. Al reprobar el último año del colegio secundario, deciden ingresar en las fuerzas armadas.
En el filme que elabora René, la estudiante que está grabando las imágenes de su tesis, las vemos yendo de compras, compartiendo tiempos muertos, conversando y mostrándose muy unidas. Los planos generales las abarca como personaje colectivo, son luminosos y con gran movimiento dentro del cuadro, plasmando su frescura. “Falta una protagonista central”, le dice uno de los consejeros; “falta un punto de quiebre”… la cineasta insiste en que su personaje sea colectivo, aunque a pesar de que se lo proponga, llegará a cumplir con el requerimiento del profesor. Pero, mientras tanto, la búsqueda es ociosa, interminable. Esperamos que alguien le ilumine el camino para que a esta joven directora se le ocurra un final sugestivo. Final que no podrá ser, porque las cosas han cambiado, ha pasado el tiempo y ella y las chicas ya no son las mismas. La realidad le pasa por encima a René, cuando decide convocar a sus protagonistas para terminar su pequeña ópera prima.
Aunque siempre nos atrape la dinámica del cine dentro del cine, Spice It Up tiene tantos tiempos muertos que, finalmente, aburre. Más bien parece que estamos ante un verdadero ejercicio estudiantil que debe pasar por más de una revisión para alcanzar cotas propias de un festival internacional.
Diez años de El Espectador Imaginario (libro)
Liliana Sáez
AULA CRÍTICA, Escuela virtual de Crítica Cinematográfica, nació en 2006, gracias al impulso de un grupo de críticos, que deseábamos compartir nuestros conocimientos y reflexiones sobre el cine, ofreciendo cursos de análisis fílmico, historia y teoría del cine, así como talleres de escritura, edición y programación. En 2008, inicia el Máster en Crítica Cinematográfica, con una duración de tres trimestres y práctica de escritura profesional en la revista digital, EL ESPECTADOR IMAGINARIO, creada en 2009, a instancias de docentes y alumnos de distintos países.
La Editorial de Aula Crítica dio sus primeros pasos en 2015, cuando publicó La poesía del gesto. Diálogo entre cine y poesía, de una de nuestras docentes, Marcela Barbaro. Hoy es la vía, a través de la cual ofrecemos este nuevo libro que resume, en alrededor de cien páginas, 10 años de trabajo y los 100 números de EL ESPECTADOR IMAGINARIO.
07 mayo 2019
Aniara (Pella Kågerman & Hugo Lilja, Suecia, 2018)
Liliana Sáez
Basada en el poema épico del Nobel Harry Martinson (1956), su historia transcurre en una nave espacial que transporta colonos a Marte, ya que la Tierra se ha vuelto inhóspita para sus habitantes. Durante los primeros años de navegación, los tripulantes encuentran refugio espiritual en MR, una máquina que proyecta imágenes tranquilizadoras de un planeta habitable, de seres queridos que están lejos, hasta que, en un momento proyecta la destrucción de la Tierra, luego de lo cual queda inutilizada. Al morir MR, muere el resguardo espiritual de los pasajeros, dejándolos a cargo de una sociedad que irá buscando refugio en otros espacios muy parecidos a los que han llevado a la Tierra a sucumbir.
Si bien es una de las propuestas más valiosas de la Competencia Internacional, no logró ningún reconocimiento. Esta historia de pasajeros eternos, mal organizados en una nave que se convertirá en un cementerio, está ambientada en un clima que desciende desde los espacios luminosos de la maravillosa nave, que tiene previstas todas las necesidades de sus pasajeros, hasta los oclusivos y deprimentes del final, cuando ya se han inutilizado los aparatos de bienestar y se desarrollan los vicios típicos de una sociedad enferma. Esta mirada distópica se apoya en el poder de algunos detentan sobre otros, en las creencias como salvadoras impotentes, para condenar a los pasajeros, que van alterando su personalidad en función del entorno en que les ha tocado esperar… esperar hasta que les llegue la muerte. Luminosa presentación de las posibilidades de la ciencia y lapidaria conclusión sobre las esperanzas de la supervivencia humana.
06 mayo 2019
Music and Apocalypse (Max Linz, Alemania, 2019)
Liliana Sáez
Un grupo de profesores espera la visita de las autoridades para defender ante ellas la labor llevada a cabo por el Instituto donde trabajan, algo que llaman “el sacudón” y que tiene que ver con la defensa de su trabajo a través de la realidad virtual. Ocasión que es aprovechada por los estudiantes para realizar sus propios reclamos, abortando la posibilidad de lucimiento de las investigaciones que serán desplegadas, virtualmente y con fallas, ante los directivos. Es una crítica a un universo cerrado, donde sus integrantes se sabotean unos a otros en defensa de debates inútiles que no logran aportar mucho fuera de su recinto.
Espacios minimalistas, personajes desencantados, intereses económicos y diálogos voraces dan un tono muy particular a esta sátira minimalista, musical y controversial sobre el papel que ocupa la Academia, tan mercantilizada para obtener recursos, que deja de lado lo que debería ocuparla y preocuparla: la ciencia al servicio de la humanidad. Un tema tan áspero solo es posible suavizarlo con lo inesperado, como es la introducción de cuadros musicales para darle un cariz poético y subversivo.
No hubo siquiera sonrisas en la sala, solo una larga impaciencia por entender de qué iban esos académicos en un paisaje futurista y pop, con un globo terráqueo de goma que no cumplía mayor función que estar presente para recordarnos, nada más ni nada menos, que la vida del planeta está en peligro y que quienes se están ocupando, están más preocupados por subsistir en sus cargos que en investigar científicamente una solución para el problema global.
No hubo siquiera sonrisas en la sala, solo una larga impaciencia por entender de qué iban esos académicos en un paisaje futurista y pop, con un globo terráqueo de goma que no cumplía mayor función que estar presente para recordarnos, nada más ni nada menos, que la vida del planeta está en peligro y que quienes se están ocupando, están más preocupados por subsistir en sus cargos que en investigar científicamente una solución para el problema global.
03 mayo 2019
Liliana Sáez y Marcela Barbaro
Como cada otoño, Bafici (Festival de Cine Independiente) inauguró la 21° edición en el Anfiteatro de Parque Centenario, con la proyección de la película argentina Claudia(Sebastián de Caro, 2019), de la que se ocupa Alexandra Vázquez. Con cambio de sede, en un barrio más alejado de la zona neurálgica de Buenos Aires, con salas más pequeñas, de menor calidad y con menos funciones a las que nos tenían acostumbrados, se abrieron más espacios (algunos no convencionales) de proyección.
El balance tan acotado obedece a la situación económica del país, donde la inflación se ha disparado, pero también a una política institucional, donde prevaleció el espectáculo en lugar del encuentro íntimo entre el espectador y el filme, de la reflexión a través de ensayos y conferencias, como en otros años. Ese desnivel de calidad pudo también comprobarse en la ausencia del filminuto que abría cada proyección. Este año un personaje disfrazado de búho (aunque más bien parecía una piñata) daba la bienvenida, en una realización audiovisual paupérrima. El festival se abrió al público, ofreciendo actividades recreativas gratuitas en una maratón que incluía talleres de maquillaje, de peluquería, de baile, de escenografía, de vestuario, de origami, de historietas, etcétera. Hubo música, proyecciones al aire libre en un cubo gigante durante el día, con la consecuente falta de nitidez en las pantallas. Por segundo año consecutivo no hubo Diario del Festival y fue el primero en que Bafici no editó ningún libro.
05 abril 2019
Se viene el Bafici
Liliana Sáez
A partir del 4 y hasta el 14 de abril, Buenos Aires se convertirá en protagonista del cine independiente. El festival se abre por los barrios porteños ofreciendo no solo películas en sus distintas sedes. La novedad es Maratón Bafici, donde varias experiencias artísticas se conjugarán para ofrecer un espectáculo callejero durante el fin de semana. Las 32 sedes, distribuidas por los barrios de Belgrano, Abasto, Palermo, Chacarita, Agronomía, La Paternal, Villa Crespo, Caballito, Almagro, Balvanera, San Nicolás, San Telmo, La Boca, Boedo, Fátima, Ciudad Oculta, Lugano, Soldati, Los Perales… estarán dispuestas a proyectar la nueva propuesta del Festival.
Del Abasto a Recoleta, y de Recoleta a Belgrano. Allí estará la sede del evento que convoca cada año con gran cantidad de títulos y visitas internacionales, en esta oportunidad, evidentemente recortadas en presupuesto, espejo de la gran crisis económica que hoy viven los argentinos.
La apertura será en el anfiteatro del Parque Centenario, donde más de una noche hemos recibido la bienvenida del festival. Este año, se proyectará Claudia, del argentino Sebastián de Caro, con interpretación de Dolores Fonzi como una obsesiva organizadora de eventos. La clausura lleva el nombre de Santiago, Italia, película de Nanni Moretti, que evoca el papel jugado por la embajada de Italia como refugio, ante el sangriento golpe de Estado de 1973 en Chile.
Buenos Aires recibirá la visita del realizador británico Julien Temple, que ofrecerá una muestra de su cine ligado a la música, y de la directora y fotógrafa austriaca Friedl vom Gröller, con proyecciones de su cine feminista. También están invitadas las actrices Isabel Ruth, figura icónica del cine del realizador portugués Paulo Rocha, y de la actriz sueca Christina Lindberg, referente del cine erótico.
Las secciones competitivas estarán centradas, como cada año, en cerca de 70 títulos divididos en Competencia Internacional, Competencia Latinoamericana, Competencia Argentina, Competencia de Vanguardia y Género, y Competencia de Derechos Humanos.
07 marzo 2019
Pequeños trazos de una cinefilia
Liliana Sáez
Cinco fotos no alcanzan para hablar del cine que más nos gusta o que nos marcó, pero sí para trazar una línea selectiva con algunas imágenes que pasaron por nuestras pupilas. Al convocarlas, aquí y ahora, estas son las primeras que acuden, quedando atrás otras que han dejado huellas más profundas y que serán redimidas en una futura oportunidad.
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Cinco fotos no alcanzan para hablar del cine que más nos gusta o que nos marcó, pero sí para trazar una línea selectiva con algunas imágenes que pasaron por nuestras pupilas. Al convocarlas, aquí y ahora, estas son las primeras que acuden, quedando atrás otras que han dejado huellas más profundas y que serán redimidas en una futura oportunidad.
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08 diciembre 2018
La letra con sangre entra
Liliana Sáez
En 1915, David D. Griffith estrenaba El nacimiento de una nación sin saber que estaba plantando los cimientos de unos de los géneros predilectos del cine norteamericano. Un género cuya continuidad no ha decaído –ni lo hará– mientras Estados Unidos siga “amparando” la “libertad” de la humanidad con su fuerza descomunal, sostenida por una maquinaria armamentista inigualable y el incesable discurso de patriotismo y libertad que está grabado, desde hace más de un siglo, en el imaginario colectivo de generaciones, que creen ver en su victimario al salvador de sus vidas.
La película de Griffith es famosa, porque sentó las bases del cine narrativo en una etapa de balbuceos cinematográficos, y polémica, por narrar –tomando partido por los blancos– una historia que transcurre durante la Guerra de Secesión, en la que dos familias son seriamente enfrentadas, representando a toda una población que debía alinearse del lado simplificado de los “buenos” o de los “malos”. Esa simplificación ha permitido forjar en muchos su visión acerca de la libertad, la democracia y la justicia.
Sobre estas bases se fundaron discursos relativos a la defensa de los valores tradicionales y el sentimiento de patriotismo, a través de la “ayuda” del país más poderoso del mundo a otros más «necesitados». Estados Unidos se ha convertido en el paladín de la libertad, incursionando en pueblos, cuyos gobernantes más indómitos han sido demonizados, antes de serles arrebatada la soberanía –cuando no la vida– y ser sometidos a una especie de esclavitud económica por el resto de sus días.
El cine se ha convertido en el mejor propagador de esos valores consagrados para el mundo. Valores que se sostienen sobre la base de la conquista de la libertad a través de la violencia (la guerra) y con el incalculable sacrificio de vidas para obtener una aparente independencia que, en realidad, es una dependencia económica para aquel país “salvado”, que se convierte en un avance del afán conquistador del gran país del Norte.
05 septiembre 2018
El documental humano, un libro de Mario Handler
Liliana Sáez
Mario Handler es un documentalista uruguayo de gran actividad artística y política en su país y en América latina, debido a una carrera iniciada en los duros e idealistas años 60 y 70, con obras como Carlos, cine-retrato de un caminante en Montevideo (1965), donde sigue con la cámara a un hombre al que la ciudad ha abandonado; Elecciones(1967), codirigida con Ugo Ulive, sobre la vida de un caudillo político; Me gustan los estudiantes (1968), registro de la protesta estudiantil ante la Reunión de Jefes de Estado Americanos en Punta del Este; Liber Arce, liberarse (1969), codirigido con Mario Jacob, sobre un joven estudiante asesinado por la represión estatal… Estos títulos son parte del bagaje que lo acompañó en los primeros encuentros de cineastas de la región en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano: en Viña del Mar (Chile, 1967 y 1969) y en Mérida (Venezuela, 1968), donde compartía cartel con Octavio Getino y Fernando Solanas, de la Argentina; Glauber Rocha, de Brasil; Atahualpa Lichy, de Chile; Jorge Sanjinés, de Bolivia; y Santiago Álvarez y Tomás Gutiérrez Alea, de Cuba; entre otros. De allí surge la necesidad de crear, junto a Walter Achúgar, Mario Jacob y otros compañeros, la Cinemateca del Tercer Cine, que se ocupaba de la distribución de cine de estas latitudes por las pantallas iberoamericanas.
En su exilio en Caracas, Handler prosiguió filmando documentales y realizó una incursión en la ficción con la adaptación de una novela de Guillermo Meneses, Mestizo(1989). El tardío retorno a Uruguay le permitió realizar Aparte (2002), un largometraje documental totalmente autoral, ya que asumió todas las responsabilidades, desde la preproducción hasta la posproducción, pasando por el rodaje y la edición. Durante cuatro años y con graves problemas de salud, entró con su cámara de video a un barrio marginal de Montevideo, donde convivió con seres que cada día lo sorprendían e, incluso, tomaban la cámara para plasmar las carencias materiales y afectivas que los rodeaban. Luego le siguió la testimonial Decile a Mario que no venga (2007), una revisión de los años duros de la dictadura, y su última, Columnas quebradas (2015), sobre la clase obrera uruguaya, entre otras. A lo largo de su vida, fue obteniendo el debido reconocimiento en festivales latinoamericanos y europeos.
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