10 febrero 2011

Juan Rulfo: El ojo del escritor




"Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la camisa, calentándome el corazón, como si ella también sudara. Era un retrato viejo, carcomido en los bordes; pero fue el único que conocí de ella. Me lo había encontrado en el armario de la cocina, dentro de una cazuela llena de yerbas: hojas de toronjil, flores de Castilla, ramas de ruda. Desde entonces lo guardé. Era el único. Mi madre siempre fue enemiga de retratarse. Decía que los retratos eran cosa de brujería. Y así parecía ser.; porque el suyo estaba lleno de agujeros como de aguja, y en dirección del corazón tenía uno muy grande, donde bien podía caber el dedo del corazón".

Juan Rulfo: Pedro Páramo




"Aún no podemos saber si las fotografías de Juan Rulfo (1917-1986) pasarán a formar parte de la historia de la fotografía mexicana del mismo modo que sus cuentos y novela son parte ya de la literatura que México ha dado al mundo, pero quizá la selección de imágenes en este libro —en una colección que lo coloca al lado de artistas, fotógrafos y arquitectos mexicanos— pueda ofrecernos una respuesta.
Las fotografías de Rulfo son un conjunto de obra mucho más extenso que su literatura que, como es bien sabido, descansa en los dos libros publicados durante su vida: la novela Pedro Páramo y el volumen de cuentos El Llano en llamas. Existen alrededor de 7 000 negativos, aunque el número de temas sin duda es más reducido, ya que muchas secuencias fotográficas corresponden a un mismo momento. A modo de comparación, Robert Frank tomó cerca de 28 000 fotografías entre 1955 y1958, mientras preparaba su libro The Americans, aunque quizás el caso de Frank sea un ejemplo extremo. Guillermo Kahlo (1870-1941), de quien se conservan unas 4 500 fotografías, es considerado un autor prolífico dada la precariedad de su equipo y la enorme inversión de tiempo que requería entonces la fotografía (placas, en lugar de los modernos rollos de película). Rulfo tenía una cámara más moderna. Adquirió su primera Rolleiflex a finales de los años treinta y utilizó ese tipo de cámara durante unos veinticinco años. Puede haber existido un mayor número de negativos, pero ya el número mencionado constituye una obra formidable.
Guillermo Kahlo, quien se especializara en fotografía arquitectónica, es un caso comparable y un antecedente interesante para Rulfo. Aproximadamente la mitad de las fotografías de Rulfo son también de edificaciones. Kahlo hacia 1904, Hugo Brehme a principios de los años veinte y Rulfo probablemente en los cincuenta, tomaron fotografías similares de la pirámide de Cholula desde la cubierta de la Capilla Real, entre múltiples cúpulas. El predominio de temas arquitectónicos en las fotografías de Juan Rulfo sugiere un propósito o un proyecto. Su conocimiento de las construcciones y su historia era considerable, por lo que sus fotografías arquitectónicas no son neutrales, a diferencia de las de Kahlo, que manifiestan un espíritu formal clásico. Por el contrario, la visión de Rulfo sobre los edificios es expresiva: sentía una atracción por las continuidades y los efectos del tiempo y el deterioro".

Víctor Jiménez, Juan Rulfo, letras e imágenes, México, Editorial RM, 2002









21 enero 2011

Mapa de los sonidos de Tokio

Liliana Sáez




Isabel Coixet dirige la cámara como si fuera su propia mirada, mirada femenina que recorre los vericuetos de los espacios y las superficies de los cuerpos. Entre un mercado mugriento y la paz de un cementerio, Ryu desanda sus pasos para alternarlos con otros ocultos, más silenciosos y nada inocentes. La asesina a sueldo que esconde entre sus ropas no puede con la ternura del hombre que ha de matar.

El trabajo de cercenar un cuerpo de pescado gigante, el baño con limón para eliminar los rastros del trasnoche laboral y el silencio compartido por un compañero anónimo/narrador que registra sus sonidos, los sonidos de Ryu, los sonidos de su entorno, los de Tokio, para tratar de asirla, de definirla, de aprehenderla en infinitas sesiones imposibles.

Y el vendedor de vinos, atravesado por una pena mayúscula y condenatoria, que le reviste de una mirada dulce y unos modos enternecedores.

La ciudad protagonista de estas vidas sin rumbo futuro, condenadas de antemano, se muestra desde el aire, como si fuera un plano lumínico, viscoso, húmedo, que atrapa seres como si fueran moscas. Planos cenitales sobre Tokio, seguimiento de pasos perdidos entre seres anónimos que responden automáticamente a órdenes como el permiso para besarse o desatar su ira.

La comunión de Ryu con el hombre que la graba en restaurantes empobrecidos y sucios. La cercanía de algo que podría llamarse amor en un hotel de paso y dos cuerpos que se fusionan en diferente sintonía.

Y el desenlace inevitable, anunciado desde casi el comienzo, en una equívoca fusión de situaciones, que no hace sino armar mejor el mecanismo que utiliza Coixet para contarnos una historia, un drama (una tragedia) de amor imposible.

No sé qué tiene el cine de Coixet, pero me sensibiliza hasta la médula. La suavidad con que va contando la historia, basarla en silencios, como ya ha hecho con sus películas anteriores, los personajes indefinidos pero queribles, todo suma... aunque la historia sea simple y haya sido mil veces contada. Aquí no importa, porque es otra, una hermosa otra película.

10 enero 2011

Adiós, María Elena Walsh



Iniciamos el año con una despedida, la de la juglaresa para niños (y no tan niños), María Elena Walsh. Nos deja una cantidad inmensa y maravillosa de canciones. Mi preferida: El reino del revés, con connotaciones políticas incluidas.
LS




EL REINO DEL REVÉS

Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres.

Me dijeron que en el Reino del Revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés
y que un año dura un mes.

Me dijeron que en el Reino del Revés
hay un perro pequinés,
que se cae para arriba y una vez...
no pudo bajar después.

Me dijeron que en el Reino del Revés
un señor llamado Andrés
tiene 1530 chimpancés,
que si miras no los ves.

Me dijeron que en el Reino del Revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del Marqués
en caballos de ajedrez.

Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.


07 enero 2011

Kinephilos cumple cinco años


El cine sigue marcando mis horas, mis sueños, mis desvelos. Kinephilos ha sido fiel compañero que ha abierto sus páginas a los amigos. Hoy la atención se ha derivado a El espectador imaginario, especie de evolución de este blog y concreción de otra esperanza, la de la escuela (Aula Crítica).

No quiero cerrarlo, porque aquí está el esfuerzo de muchos amigos, los comentarios de gente que tuve muy cerca, algunos pensamientos que desencadenaron ciertas películas... pero, sobre todo, está la libertad de escribir desde el ser humano y no desde la profesión. Así que espero poderle permitir latir, unas veces con mayor pasión que otras, por mucho tiempo.

27 diciembre 2010

Black Christmas

Dos maravillosos y oscuros cuentos de Navidad para estas fiestas


Por Pablo Castriota


Sobre Escondidos en Brujas (2008), de Martin McDonagh y Promesas del Este (2007), de David Cronenberg.


Quiero empezar diciendo que no me agrada demasiado la Navidad y que, de hecho, siempre tuve un cierto rechazo –por no decir temor- hacia la incidencia anímica que esta época del año puede generar sobre una abrumadora cantidad de gente y, por supuesto, también sobre mi propia persona. Me refiero a que resulta prácticamente imposible desentenderse de la Navidad aun cuando uno no sea un digno embajador del tan mentado “espíritu navideño” y menos que menos me resulta posible evitar los balances mentales sobre los propios kilómetros recorridos. Circunstancia que nos obliga a compartir la mesa con quienes no sentimos la necesidad de hacerlo y de desearle lo mejor a quienes pudimos estar deseándoles lo contrario durante la etapa previa del año, está claro que el fenómeno de la Navidad excede ampliamente las creencias sobre las que se erige (al igual que el matrimonio por Iglesia, la Navidad es una tradición católica que muchos parecieran celebrar desligados de su mayor, menor o nula práctica de dicha religión). En ese sentido la Navidad es como la política: es ella la que viene hacia uno, y no al revés. Pero el cine viene demostrando que, al menos como evento social y cultural, la Navidad puede servir de marco adecuado para las más oscuras actividades que pudiera emprender el ser humano, adornándolas con su enorme influencia espiritual, amén de las acciones individuales en juego. En ese sentido, no hay escenas cinematográficas navideñas que disfrute más que aquellas en donde el sentimiento de los personajes para con ella resulte incómodo, confuso o ambiguo, pero con un gran dejo de optimismo como sabor final. No pienso lo mismo, en cambio, de aquellas películas que utilizan a la Navidad como excusa perfecta para remarcar innecesariamente la desolación o las miserias de sus personajes. Entre las primeras puedo citar a Un Gran Chico (About A Boy, 2002), que contiene una maravillosa escena donde Hugh Grant comparte las fiestas con la familia del chico con el que entabló una entrañable amistad, rodeándose de gente que no forma parte de su entorno y presenciando el peor intercambio de regalos posible. También incluiría muchas escenas de Un Santa No Tan Santo (Bad Santa, 2003), con el Papá Noel mas alcohólico, merquero y putañero posible (Billy Bob Thornton). Y ni que hablar del gran final de Cigarros (Smoke, 1995), con el inolvidable relato de Auggie (Harvey Keitel) a su amigo Paul (William Hurt), cortesía de un emocionante cuento de Paul Auster. Ambas son muestras que tienden a desmitificar el carácter sagrado de la Navidad y la convierten en una emocionante experiencia colectiva donde se reivindican las imperfecciones que pudieran mantener unidos a sus integrantes. Entre las segundas, tómese de referencia cualquier película británica (puede ser de Inglaterra, Irlanda o Escocia, para el caso sería lo mismo) donde sus protagonistas –seguramente niños- convivan con el más miserable de los contextos (económicos, sociales, familiares). A esas prefiero no rememorarlas citando ejemplos innecesarios, pero si les interesan busquen, que los hay de sobra.


Tanto Escondidos en Brujas como Promesas del Este tienen en común que sus historias transcurren durante la Navidad, aun cuando a primera vista este detalle no pareciera ir demasiado de la mano o tener mucho que ver con lo que nos cuentan. Por suerte en el cine la primera impresión no es la que cuenta y así es como ambas películas no resultan gratuitas en sus elecciones y encuentran en la Navidad el marco ideal para el desarrollo de sus relatos y, sobre todo, para las elecciones individuales de sus personajes.

Las similitudes temáticas y formales entre estas dos películas, entonces, son muchas (ambas transcurren en el mundo del crimen, ambas involucran la redención en sus temáticas, en las dos está presente el choque de culturas y los códigos que las definen), pero es esta contextualización navideña la que me resulta más significativa a la hora de querer hacer entablar un diálogo entre ellas.


Escondidos en Brujas cuenta la historia de Ken (Brendan Gleeson) y Ray (Colin Farrel), dos criminales irlandeses que deben permanecer dos semanas en la mencionada ciudad de Bélgica por orden expresa de su jefe (Ralph Fiennes), luego de que Ray cometiera un brutal asesinato que le produjo serias consecuencias psicológicas. La exigencia de su jefe es que ambos permanezcan alojados en su hotel a la espera de nuevas instrucciones. Este tiempo de espera y las características medievales de la ciudad resultarán exasperantes para Ray, necesitado de emociones fuertes a cada instante, mientras Ken se encontrará maravillado con la riqueza cultural e histórica que ofrece el sitio (“detesto la historia, siempre trata sobre el pasado”, sostendrá Ray sin ningún tipo de inocencia en sus afirmaciones y de manera despectiva ante una de las tantas lecturas de la guía turística que le recitará un entusiasmado Ken frente a una catedral).


La Navidad se acerca y si bien los personajes no tienen tiempo para detenerse sobre este detalle, los interrogantes que ambos se plantean en torno a sus elecciones tienen mucho que ver con los que se podría formular cualquier persona que se sienta afectada por esta fecha tan proclive a los balances personales sobre los rumbos tomados y aquellos por tomar. Ray carga con una culpa enorme sobre su conciencia y el curso de los acontecimientos en la película tendrá mucho que ver con la actitud que este personaje asumirá para lidiar con las responsabilidades propias. La película ejerce una particular visión sobre la idea de la redención y sobre los posibles caminos para expiar culpas del pasado. Es notable el modo en que Escondidos en Brujas se ve enfrentada tantas veces a la posibilidad de hacer explícito el dilema moral de su protagonista, posibilidad que evade inteligente y osadamente, rozando constantemente el lugar común pero sin adentrarse nunca en él (la escena donde Ken y Ray contemplan las pinturas de El Bosco, las referencias al día del Juicio Final y el Purgatorio, el embarazo de la dueña del hotel donde se alojan, el propio crimen cometido por Ray). El realizador Martin McDonagh encuentra en la Navidad y en su carácter evocador del nacimiento de Cristo un marco ideal para poner en escena las incertidumbres de dos personajes que se debaten entre tomar un nuevo camino a fin de limpiar la mugre dejada atrás o poner un punto final a lo que consideran que ya se encuentra completamente arruinado. Resulta estimulante, entonces, que la película apueste más por lo primero que por lo segundo (independientemente del desenlace), teniendo en cuenta la clase de personajes con los que estamos lidiando –y la enorme cantidad de hermosas inmoralidades que ambos parecen estar dispuestos a cometer con total impunidad. El modus operandi de los personajes compensa cualquier atisbo de moralina que la trama pareciera estar sugiriendo a cada instante, y el clímax alcanzado por la película se encuentra entre los mejores finales que nos haya dejado el cine de esta primera década a punto de concluir en el nuevo milenio. Los “códigos éticos” de cada personaje (particularmente los de aquel encarnado por Ralph Fiennes) adquieren ribetes casi surrealistas, de los que la película pareciera reírse descaradamente (y nosotros, con ella), dando pie a algunas escenas inolvidables (como por ejemplo la escena donde Ken, Ray y un frustrado actor enano, entre putas y líneas de merca, especulan sobre una teoría basada en una eventual guerra mundial entre enanos blancos y negros). Creo que no había visto una combinación tan lograda entre el pathos tan transitado en muchas películas de criminales -desde las de Jean-Pierre Melville hasta las de Martin Scorsese o Michael Mann- y la comicidad más absurda. La escena de Tiempos Violentos (Pulp Fiction, 1994) donde John Travolta y Samuel L. Jackson salen milagrosamente ilesos de los disparos de un tirador en un departamento resume bastante bien el espíritu que sobrevuela constantemente en esta maravilla llamada Escondidos en Brujas.

Los elementos de interés que sostienen a la película son muchos: personajes muy bien definidos psicológicamente, actores solventes –parcial logro de Colin Farrel, cuyos tics y modos de hacer mover los ojos pueden resultar algo insufribles al principio, para luego ir ofreciendo mucha más solidez en su interpretación-, una ciudad que oficia de marco más que decorativo de las circunstancias –está claro que se podría haber optado por alguna ciudad europea mas glamorosa y atractiva a costa de diluir el compromiso humano hacia el relato y los protagonistas- y un trabajo de dirección de esos que transmiten seguridad por los elementos con los que se contaba y una enorme confianza y entusiasmo por la historia que se tenía entre manos.


En
Promesas del Este (Eastern Promises, 2007), el gran realizador canadiense David Cronenberg vuelve a conformar un combo irresistible con el gran Viggo Mortensen luego de la excelente Una Historia Violenta (A History of Violence, 2005). El segundo actor en repetir papel protagónico en una película del canadiense (el primero había sido Jeremy Irons) se pone en la piel –tatuada- de Nikolai, un chofer al servicio de la mafia rusa en Londres, en un personaje irresistiblemente siniestro cuyas primeras intervenciones en pantalla involucran una inolvidable amenaza de muerte con los dedos de la mano (cuyo destinatario será el padre racista de la protagonista, interpretado ni más ni menos que por el realizador polaco Jerzy Skolimowski) y un muy publicitado apagado de cigarrillo sobre la lengua. Nikolai es un personaje de doble moral impregnada en la piel, una constante en el cine de Cronenberg, donde la carne siempre es portadora simbólica de la descomposición mental. La historia involucra a Anna (Naomi Watts), una enfermera que durante una noche de trabajo en el hospital recibe el cuerpo agonizante de una joven prostituta rusa embarazada cuyo bebé logra sobrevivir en sus manos. Junto al cadáver de la joven, Anna encuentra un diario intimo en el que se revela una peligrosa conexión que la prostituta habría mantenido con el hijo de un capo mafia ruso (el siempre insoportable Vincent Cassel y el siempre eficiente Armin Mueller-Stahl, respectivamente). A partir de allí Anna comienza una serie de arriesgadas incursiones en el bajo mundo londinense donde Nikolai desempeñará un papel crucial a la altura de la perturbadora galería de roles masculinos que pueblan la filmografía de Cronenberg.

El cineasta canadiense, trabajando nuevamente sobre un muy interesante guion ajeno, alcanza niveles de poesía violenta que se encuentran entre lo mejor de su obra (la escena del combate cuerpo a cuerpo en el sauna está entre los muestrarios cinematográficos mas físicos y potentes de los últimos tiempos, una secuencia repleta de sadismo, sudor y virilidad que se contagian inmediatamente al espectador). Y en Promesas del Este la Navidad también hace su juego; al utilizarla como marco de referencia de otra historia violenta, Cronenberg logra convertir lo que podría haber sido un final conformista y moralizante en un nuevo horizonte que expande las posibilidades de su cine, apostando por una escena de supervivencia de un recién nacido bajo la nieve en lo que alguien podría haber intuido como una resolución insólita para una trayectoria repleta de morbidez. Entre tanta inmundicia y filo de navajas cortando cuellos, el espíritu navideño parece tan poderoso como para alcanzar al mismísimo David Cronenberg, quien no descree del altruismo entre seres humanos, aunque eso implique ensuciarse un poco primero.





17 septiembre 2010

Un poeta de la luz, una pequeña y el grandioso Greenaway



Cada mes, escribir para EL ESPECTADOR IMAGINARIO (EEI) supone un nuevo reto lleno de emoción. Esto se parece un poco a la tarea de programar, cuando tienes una sala para exhibir allí aquel cine que te desvela, que deseas ver o que desconoces.

En la tarea de la crítica, más allá de poner al día a nuestros lectores con lo que sucede en las pantallas cinematográficas, también le dedicamos un espacio a escribir sobre aquello que nos gusta, que nos permite revisar algunas películas que permanecen en nuestro imaginario y que encuentran en la revista un cauce casi natural.

Este mes ha tocado hablar de los directores de fotografía. Hay tantos... y han quedado varios en el tintero, para futuros números de EEI. La cinematografía española (ya lo he dicho en algún post anterior) ha ofrecido en la producción de los 70, creo, el mejor cine de la península. Bien valía la pena detenerse en la fotografía lograda por uno de sus referentes, Luis Cuadrado, a quien le debemos las imágenes de la España rural del franquismo. Así que mi aporte en el número de septiembre ha sido su labor como operador y director de fotografía.

De las películas estrenadas en Buenos Aires, seleccioné una pequeña obra ítalo-austriaca, que coquetea con el documental y el neorrealismo para ofrecernos una mirada sobre la vida simple de unos seres queribles: La pivellina.

Para las reseñas elegí cubrir dos eventos que nos llenaron de alegría a los argentinos, por un lado la increíble visita de Peter Greenaway, quien brindó una clase magistral con motivo del estreno en Buenos Aires de Rembrandt's J'accuse, film en el que nos detendremos en el próximo número. Y por otro lado, la esperadísima creación de la Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional (CINAIM), hecho que aplaudimos y alentamos.



04 septiembre 2010

Los dueños de la verdad

Una historia trágica que a pesar de tener treinta años no pertenece al pasado, sino al presente de los argentinos. Tiene que ver con los dueños de la opinión pública, con quienes dicen pelear por la libertad de prensa, cuando son quienes la amordazaron. Hoy uno se pregunta si verdaderamente son los dueños de la verdad. Sabemos que son los propietarios de los dos diarios más leídos en la Argentina. Sabemos que son también los dueños del papel en que imprimen sus diarios y que sus empresas han crecido al punto de hacer desaparecer del mapa los demás medios que alguna vez intentaron surgir.

27 julio 2010

La luz y la oscuridad

Este mes sólo le he dedicado dos textos al número doble de El Espectador Imaginario. El buen cine, en Buenos Aires, se refugia en salas de arte y ensayo, que luchan por mantener en cartelera los títulos que con tanto esfuerzo traen al país. A veces, exhibidos para uno o dos espectadores por función. Los multicines ofrecen, cada vez con mayor frecuencia, películas mediocres, comerciales, insignificantes..., de esas que olvidas a la media hora. En esta oportunidad, me he detenido en estos dos títulos.

El primero, referido a un director que va cobrando estatura dentro del cine argentino, quizá porque su cine nos habla de lo más oscuro de nuestra sociedad. Me refiero a Pablo Trapero y su última película: Carancho. Si bien nos ofrece la crudeza de un reality televisivo donde el reportero se sube a una ambulancia y sale a recorrer un Buenos Aires marginal de noche, también hay lugar para un rayito de luz allí, donde la oscuridad parece ser total.



El otro, en realidad, fue un descubrimiento, y como tal, me deslumbró. Por eso me gustó tanto Seraphine, el film de Martin Provost. La biografía de Seraphine Louis, más conocida como Seraphine de Senlis, me develó el talento de una artista sin formación académica, cuya obra estalla en el lienzo y atrapa al espectador. El ritmo, la atmósfera, los personajes... todo está bellamente armado para pasar un rato muy agradable.



Los textos, así como los de mis colegas, están disponibles en el último número de la revista. Una revista que cada mes va creciendo y mejorando. Quizá no esté muy bien que yo lo diga, pero siento orgullo por el crecimiento logrado a lo largo de los catorce números publicados.

15 julio 2010

El maletín mexicano



El maletín mexicano ha sido descubierto hace ya un par de años. Sin embargo, cobra actualidad porque se prepara pronto la exposición sobre la Guerra Civil española: This is War! Robert Capa. Gerda Taro, en Madrid, con fotografías contenidas en tal envase. Me interesa destacar la obra de Gerda Taro, la compañera de Capa durante estos años, pues ella solía retratar la parte más humana de la guerra. Comprometida ideológicamente con los republicanos, esta joven dejó su vida en el campo de batalla, cuando a los 26 años murió arrollada por un tanque.

Vale la pena detenerse unos minutos en El maletín mexicano, por Trisha Ziff, donde se cuenta la historia de estas fotos que han visto la luz hace tan poco. Si bien rescatamos la figura de Gerda Taro, en el trabajo de investigación expuesto por Trisha hay material suficiente para más de una película.

Sobre Taro, dice Ziff: "Ella trabajaba libremente, acercándose a sus modelos, muchas imágenes incluyen mujeres, ella parece haber intimado con aquellos que fotografiaba, está presente una cualidad de conversación, como si hubieran realizado un trueque entre ellos. Precisamente, Taro desafió la épica con lo íntimo, literalmente involucrándose en su guerra, haciéndola suya. Sus ideas políticas fueron las que la llevaron a España en primer lugar, antes que la fotografía y su visión ideológica, la que la llevó a hacer sus imágenes en la manera en que las hizo. Taro fue la primera mujer fotógrafa en morir en acción, en la batalla de Brunete, en julio de 1937. Apenas tenía 26 años de edad y poco más de un año de comenzar a tomar fotografías (...)".

Quienes estén en Madrid, disfruten de la exposición. Los que no estamos, esperemos que sea una muestra itinerante y algún día llegue hasta nosotros.

LS

Soldados republicanos, Valencia, 1937


Músicos callejeros - Barcelona, 1937


Funeral del Gral Lukacs, Valencia, 1937


Dos soldados republicanos llevan a un herido, Paso de Navacerrada, Segovia, 1937

06 junio 2010

La guerra, la política, el amor y el arte


Este mes, mi aporte a El espectador imaginario fue el siguiente:

Redacted (Brian de Palma, 2007) me pareció original en su forma. En su contenido, es una película antibelicista más. De las que nunca sobran, pero que tampoco socavan el poder de las armas ni el aliento colonizador y atropellador que tiene el grande del Norte.

Vincere, en cambio, arrasa con todo preconcepto que uno lleve cuando vaya a verla. Es un desborde formal. Pero además, como toda tragedia, atrapa y queda en nuestra mente varios días.

Una tercera crítica, esta vez de una película argentina, menor, pero que cuenta con la presencia de uno de los más destacados actores de teatro y televisión: Antonio Gasalla. Dos hermanos vale la pena sólo por eso.

Por último, en este número también publiqué un coletazo del texto dedicado a Ken Russell el mes anterior: descubrí un vídeo sobre Gaudí, realizado en 1961 por este director tan apegado al arte. Después de conocer a la Barcelona actual, verla en el vídeo bajo un cielo franquista, con mirada británica, es todo un paseo novedoso. Y descubrir lo que Gaudí le legó con La Sagrada Familia, hoy tapada por una mole gigantesca que, personalmente, siento ajena al espíritu de Gaudí, da una sensación de pérdida indescriptible.