23 septiembre 2009
Felices 60, Bruce
10 septiembre 2009
El espectador imaginario - Septiembre 2009

Investigamos (con motivo del estreno de Enemigos públicos)
Cine de gangsters, por Manu Argüelles
Enemigos públicos, por Arantxa Acosta
Enemigos públicos, por Manu Argüelles
Enemigos públicos, por Javier Moral
Cinerama
Cineclub, por Arantxa Acosta
Los chavales del arroyo, por José Miguel Viña Hernández
Pack Guerín, por Liliana Sáez
Ciclo: El delator en el cine, por José Miguel Viña Hernández
La mirada del otro (críticas)
Anticristo, por Javier Moral
Brüno, por Manu Argüelles
El año que mis padres se fueron de vacaciones, por Manu Argüelles
El lector, por Marina Villelabeitia
El secreto de sus ojos, por Liliana Sáez
Libertador Morales, el Justiciero, por Pablo Abraham
Mapa de los sonidos de Tokio, por Arantxa Acosta
Parador Retiro, por Marcela Barbaro
Resacón en Las Vegas, por Javier Moral
Return to Bolivia, por Marcela Barbaro
Hemos habilitado comentarios para cada nota y el Libro de visitas sigue habilitado por si quieres compartir tu opinión con nosotros.
Serán bienvenidos.
08 agosto 2009
El espectador imaginario - Julio/Agosto 2009
Esperamos que disfruten leerlo tanto como a nosotros nos ha gustado realizarlo.

Investigamos (con motivo del estreno de Paranoid Park en España)
El sutil personaje. Lo que queda de Gus van Sant, por Sandra Cuesta
Last Days, por Arantxa Acosta
Gerry, por Manu Argüelles
Elephant, por Liliana Sáez
Paranoid Park, por Manu Argüelles
Paranoid Park, por Arantxa Acosta
Paranoid Park, por Sandra Cuesta
Cinerama
Ojo al cine, por Luis Ospina y Sandro Romero Rey
La película que no se ve, por Marcela Barbaro
Shangri-la, por Liliana Sáez
La mirada del otro (crítica)
Ashes of time Redux, por Arantxa Acosta
Tetro, por Manu Argüelles
Home, por Liliana Sáez
Tres días con la familia, por Paula Segovia
Despedidas, por Arantxa Acosta
Katyn, por Liliana Sáez
Tres monos, por Manu Argüelles
Secret Sunshine, por Manu Argüelles
Up, por Javier Moral
01 agosto 2009
Tren de sombras, José Luis Guerin
Volver a la prehistoria del cine y resignificarla.
Redescubrir que no hay más que imágenes fijas, que en su proyección continuada dan la sensación de movimiento.
Revelar un misterio ya develado.
Encontrar en la mesa de montaje el juego de componer una historia a partir de imágenes sueltas.
Compartir con el espectador ese descubrimiento.
Volverlo cómplice sin que él lo sepa.
En tres fases bien definidas, pero compenetradas entre sí, se nos ofrecen múltiples significados para un posible desenlace.
Una historia narrada,
espiada,
descubierta,
desenmascarada.
Esa fascinación por el rostro femenino,
por las siluetas recortadas contra un fondo,
por las sombras y luces sobre los objetos.
En la casa vacía, la presencia ausente.
Aunque haya influencias vanguardistas, la conjunción no puede ser sino original, en el sentido más literal del término.
No alcanzan las palabras, hace falta la mirada.






09 julio 2009
Nostalgias
LS

Todas las fotos son de Elliot Landy y han sido publicadas en el libro Woodstock Vision, The Spirit of a Generation.
23 junio 2009
El espectador imaginario - Junio 2009

50 años de la Nouvelle Vague (segunda parte) por Isabel González
Investigamos
Al final de la escapada, por Arantxa Acosta
París nos pertenece, por Manu Argüelles
Jules y Jim, por Javier Moral
Vivir su vida, por Paula Segovia
La carrièrre de Suzanne, por Marcela Barbaro
Letras de cine
El principio del fin. Tendencias y efectivos del novísimo cine japonés, por Manu Argüelles
Culto a
Dos metros bajo tierra, por Arantxa Acosta
Cine de autor
Michael Winterbottom, por Manu Argüelles
Prensa especializada
European Film Treasures, por Liliana Sáez
Festivales y premios
Cannes, por Javier Moral
Críticas
Génova, por Manu Argüelles
Good, por Arantxa Acosta
La belle personne, por Manu Argüelles
La caja de Pandora, por Arantxa Acosta
Los mundos de Coraline, por Javier Moral
Los testigos, por Manu Argüelles
Mad detective, por Javier Moral
Man on wire, por Javier Moral
Still walking (Caminando), por Manu Argüelles
Dossier
Terminator Salvation, por Arantxa Acosta
07 junio 2009
El diablo también sabe filmar
EL DIABLO TAMBIÉN SABE FILMAR - SOBRE HÄXAN, LA BRUJERÍA A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS (1922)
Pablo Castriota

Ver Häxan - La brujería a través de los tiempos" (1922) genera una sensación probablemente similar a la de presenciar la revelación de un documento encontrado en una cripta o una catacumba. Mientras muchos críticos actuales interpretan como gestos transgresores u osados la cruza de los "difusos límites entre el cine de ficción y el documental" en muchos cineastas festivaleros contemporáneos, esta rareza de casi 90 años de existencia hace explícita la presencia de su director apenas comenzada la película, anticipándose en muchas décadas a gestos presuntamente "modernos" o poner bajo cuestionamiento el llamado Modelo de Representación Institucional. Häxan... es un docu-ficción mudo de origen sueco firmado por Benjamin Christensen, director del que desconozco el resto de su filmografía. Esta película está dividida en siete capítulos. La introducción, a modo didáctico e informativo, le permite al director trazar, mediante ilustraciones y textos de las más diversas épocas y orígenes, un recorrido por las supersticiones y mitos en torno al origen del Universo, la hechicería y, el tema principal de la película, la figura de las brujas. Pero cuando todo parecía tratarse de una especie de lección de Historia en formato documental, llega el segundo capítulo, y con él se pasa al punto más atractivo y de dominio central en todo el film: la puesta en escena grotesca de esas supersticiones a cargo del realizador, que aborda la paranoia y persecución a las que se sometieron a infinidad de personas bajo la acusación de cometer actos de brujería, las prácticas y tormentos que la Inquisición ejerció sobre estos acusados y, por sobre todas las cosas, un tratamiento sumamente humorístico de algunas de estas cuestiones, no privadas de un tono algo anticlerical y que confieren a la película la condición de simpático fetiche blasfemo ideal para cinéfilos herejes.
En la primera secuencia dramatizada vemos a una bruja en pleno preparativo de sus pócimas; dos asistentes le traen la mano amputada de un ladrón muerto en la horca envuelta en ramas; la hechicera procede a preparar una infusión curativa agregándole un dedo de la mano del muerto cuando, en el medio de la noche, recibe la visita de una mujer que viene a pedirle alguna "poción" para atraer el apetito sexual de un "devoto hombre de la Iglesia". Mientras la hechicera cede a su pedido comentándole de qué están hechas sus "recetas", la mujer fantasea con los efectos que este brebaje pudiera llegar a tener sobre el objeto de su deseo. Fundido mediante, vemos a un obeso monje que devora su cena como un cerdo, mientras la mujer le vuelca secretamente la poción sobre su bebida. El rechoncho monje bebe el líquido, y rápidamente vemos como su rostro expresa el efecto favorable que la bebida ha surtido en él. No satisfecha con esto, la mujer intensifica aún más su fantasía cuando la bruja le ofrece una poción de efecto aún mas poderoso que el anterior. Volvemos a la escena de la fantasía, donde esta vez el monje no se limita solo a miraditas de picardía sino que, directamente, emprende la persecución de la mujer por el medio de un bosque. Estas representaciones satíricas son coherentes en su forma, dado que el director apela al fabuloso poder expresivo del cine mudo en la gestualidad exacerbada de sus actores, en la graciosa literalidad burlona de los intertítulos y en el uso irónico de la música clásica, borrando cualquier posible rastro de impostación o rigor histórico en el tratamiento de los hechos.
Luego de una divertida alusión a las múltiples representaciones del Diablo y sus manifestaciones, en donde el mismo director encarna la figura de un promiscuo Satanás a cuyos brazos se rinde una "embrujada" sonámbula desnuda, pasamos al tercer capítulo en donde la película focaliza en el rol de los Inquisidores y la feroz persecución que se ejerció sobre toda aquella persona sospechada de perpetrar hechizos contra los demás. El criterio de acusación se basaba prácticamente en el aspecto del acusado, y dada la fama de viejas decrépitas que desde siempre se le otorgaron a las brujas, las que mayor riesgo corrían de caer bajo la siniestra acción de los Inquisidores y el prejuicio de la gente eran las ancianas que mendigaban en las puertas de las casas de los burgueses. Es lo que le sucede a la pobre María, la Tejedora, quien no tiene mejor suerte que la de caer a pedir pan en la casa de un enfermo a quien el dictamen de un ridículo ritual hecho con plomo lo diagnostica como "hechizado". Anna, la sufrida mujer del enfermo, influenciada por el diagnóstico del curandero y los prejuicios de su época, hace caer el peso de la acusación sobre María, a quien toman como prisionera y llevan ante los Inquisidores para ser sometida a toda clase de torturas. Ante el cruel trato recibido, la anciana comienza una falsa "confesión" en la que, ante los exhortos interrogadores presentes, describe toda una serie de ritos satánicos de los que ella habría formado parte. Esto da pie a que el director represente estas secuencias, que se encuentran entre lo mejor de toda la película: vuelos sobre escoba, diablos soplando cuernos y golpeando timbales, pisoteos y escupitajos sobre crucifijos, bebés sin bautizar arrojados a un caldero hirviendo y, lo mejor, la orgía en la que las mujeres participantes besan el trasero de los demonios. El peso de la acusación se vuelve contra Anna y su familia, quienes, según el falso testimonio de María, la Tejedora, formaban parte de esos rituales. Hay una frase que aparece poco después en la película y que resume perfectamente el grado de peligro que llevaban consigo los prejuicios sociales de la época:
Anna es capturada en su hogar junto a su madre y sirvienta por los Inquisidores y sometida a los mismos sufrimientos que María, la Tejedora. El hermano John, uno de los más jóvenes y piadosos integrantes de la Inquisición, se siente tentado ante la presencia de la atractiva Anna, y le pide a uno de sus "hermanos" que lo castigue porque sus sentimientos son pecaminosos. El hermano, siempre bien predispuesto para limpiar culpas ajenas, toma el azote y flagela a John, a quien suponen "hechizado" por acción de la joven Anna; el hermano debe firmar, a instancias de sus duras autoridades, una acusación de "bruja" contra la joven. Como si esto fuera poco, los Inquisidores no dudan en ejercer prácticas de extorsión contra los acusados, como por ejemplo, prometerles la liberación en secreto si les revelan cómo generar truenos con agua. Cuando la persona acusada, víctima de la desesperación, cede ante este capricho de sus jueces, deciden inventar algo al respecto, atribuyéndose a sí mismos falsas cualidades hechiceras. La acusada es sorprendida "in fraganti" por alguna autoridad en el medio de su "confesión" y así se ratifica su destino inmediato de arder en la hoguera. Si bien este es el tramo más melodramático del relato, Benjamin Christensen no puede evitar el humor en la ridícula temerosidad que le adjudica a los inquisidores, sobre todo en aquella escena donde el hermano John presencia escondido la trampa que le tienden a la joven Anna para que les enseñe algunos trucos de brujería bajo la promesa de ser liberada. Al verla romper en llanto, John trata de convencer al severo Padre Henrik de que una verdadera bruja no podría llorar, a lo que recibe como respuesta:
La película sigue con una descripción detallada de las prácticas de la Inquisición, exhibiendo ilustraciones de "interrogatorios" así como también mostrando auténticos instrumentos de tortura y explicando su funcionamiento con actores. Alcanza conque la mano del torturador simule el movimiento de activación de cada mecanismo para que nos podamos imaginar el resto. Christensen llega al punto de probar el "retuerce-pulgares" en una de sus actrices, según lo que dicen los intertítulos, por "insistencia" de la misma actriz. A esto le sigue una divertida secuencia de posesiones demoníacas en un convento, donde una beata, la hermana Cecilia, es tentada por el diablo para cometer un acto de herejía en pleno altar. Las hermanas descubren la "confabulación", pero a esa altura el maligno ya tomó posesión absoluta de su influjo y todas se entregan a una frenética danza de la que la espantada hermana superiora rehúye ocultando su cabeza bajo una tarima como un ñandú.
En el séptimo y último capítulo, el director se sitúa en la actualidad (1922, dado el año de realización de esta película) para efectuar un análisis de las equivalencias entre las viejas supersticiones con las de nuestro tiempo. Para ello se vale de una exhibición de "freaks" cuyas deformidades hubieran derivado en una cruel persecución siglos atrás, mientras que hoy, estas ancianas jorobadas y tuertas deben recibir ayuda de los comedores públicos. El grado de honestidad que Christensen exhibe con los espectadores a través de los intertítulos permite dar una idea del compromiso que el realizador tuvo a la hora de abordar el tema, que sin anular su potencial cómico le permiten reflexionar sobre la linealidad del pensamiento humano y su dudosa evolución a la hora de lidiar con las supersticiones. El director muestra a la anciana actriz que interpretó a María, la Tejedora, diciéndole que ella cree en el Diablo y que éste se le ha aparecido varias noches sentado sobre su cama. Si bien Christensen es respetuoso con el testimonio de su actriz, también muestra lo endeble que resultan estas creencias al dotar la observación de una mirada objetiva (si tal cosa fuera posible), exhibiendo el pequeño cuaderno de oraciones que mantienen a la anciana a salvo de la mala influencia de Satanás. Que el director presente a sus actores en el plano real de las cosas y fuera del rol que venían desempeñando con sus personajes constituye un insólito (para la época) acto de explicitación de la condición representativa del cine, cuando no muchos se atrevían a violentar ese pacto con el espectador. Christensen prosigue advirtiéndole al espectador que una misma actriz se encargará de personificar a diferentes mujeres de la "actualidad", víctimas de diferentes signos de histeria de los que el director se sirve para trazar un interesante paralelo con las posesiones demoníacas de antaño. Así es como resulta sencillo equiparar a los sonámbulos o a los cleptómanos con aquellos extraños poseídos que salían por la noche al encuentro con el Diablo, para luego no recordar nada al despertar. Una paciente muestra insensibilidad física ante los contactos de un médico que examina su espalda, y el director recurre a un montaje paralelo en el que, en la Edad Media, los Inquisidores le hacían creer a los prisioneros que habían estado torturando por la espalda al acusado y que éste ni siquiera había sentido dolor alguno cuando, en realidad, no se había producido ningún contacto físico entre el instrumento de tortura y el cuerpo de la víctima. Esta supuesta "inmunidad" era lo que le confería a la persona su supuesto "status" de bruja, por lo cual la acusación de los inquisidores quedaba fortalecida ante la incredulidad del acusado. El diagnóstico del médico para con la paciente resulta ser de "histérica", y recomienda a la madre que su hija permanezca internada en la clínica. Hay una línea de texto brillante que pone de manifiesto el humor ácido de su director al abordar este paralelismo entre brujería e histeria y su sistema de equivalencias:
Häxan está bastante lejos de ser una película misógina; que la totalidad de las acusaciones de brujería hayan recaído sobre mujeres, y que las víctimas de estas supuestas posesiones también las hayan incluido en su mayoría a ellas sólo habla de un desprecio al sexo femenino ejercido por el dominio imperante de la lógica masculina volcado en la figura de las autoridades políticas y religiosas a lo largo de los siglos. Dado que las víctimas excluyentes de estas persecuciones han sido mujeres, resulta sensato que el director ejemplifique desde la actualidad (bueno, desde principios del siglo XX), los signos de histeria manifestados en la sociedad corporizados en la figura femenina.
Una buena manera de acercarse a Häxan, película de limitadísima difusión en nuestro país, sería por medio de la mula electrónica. Existe dando vueltas una versión rippeada de la edición en DVD lanzada por Criterion, el mejor sello de ediciones en DVD del mundo. Si bien los efectos de la compresión se hacen visibles en el rojo monocromático que domina toda la imagen, la copia está en un punto aceptable, pero que seguramente difiere en mucho, muchísimo, de la original lanzada por Criterion. Los subtítulos en español pueden conseguirse fácilmente en www.subtitles-divx.net. La película también puede descargarse de manera gratuita en http://www.archive.org, dentro de la categoría Moving Images - Movies. Para quienes puedan desembolsar un dinero, contar con una edición original de Criterion siempre es preciable para cualquier coleccionista: según la descripción que se hace en el sitio web de la editora (www.criterion.com), la edición consiste en dos versiones de la película: la primera es la original y la segunda es una versión reducida a 76 minutos, que incluye la narración del poeta beatnik William Burroughs, con banda de sonido de Jean Luc Ponty. También incluye una presentación a cargo del director, Benjamin Christensen, con motivo del re-estreno del film en 1941, escenas eliminadas, un recorrido fotográfico por las fuentes históricas de información de las que se sirvió el realizador para su investigación, y como es costumbre en esta editora, un transfer digital con colores restaurados traslucido en el infernal rojo monocromático que impregnan estas películas, que seguramente debe formar parte de la colección privada del mismísimo Satanás. La edición, como todas las de Criterion, no cuenta con subtítulos en español, por lo que tendrán que valerse de sus conocimientos de inglés para interpretar la traducción de los intertítulos que se encuentran en su idioma original, el sueco, y que según informa la editora, también debieron ser agregados dada la desaparición de los originales.
22 mayo 2009
El espectador imaginario - Mayo 2009
SUMARIO
50 años de la Nouvelle Vague
Los cuatrocientos golpes, por Manu Argüelles
Hiroshima mon amour, por Arantxa Acosta
Banda aparte, por Javier Moral
Ascensor para el cadalso, por Liliana Sáez
Críticas
Belle toujours, por Liliana Sáez
Control, por Manu Argüelles
Crepúsculo, por Manu Argüelles
Déjame entrar, por Arantxa Acosta
El vuelo del globo rojo, por Paula Segovia
La duquesa, por Arantxa Acosta
Ponyo en el acantilado, por Javier Moral
Rudo y cursi, por Arantxa Acosta
Cinerama
- Festivales:
- Libros:
Imágenes del cuerpo, por Manu Argüelles
La pantalla global, por Liliana Sáez
- DVD: Novedades, por Javier Moral
- Series de TV: True blood, por Javier Moral
21 abril 2009
El espectador imaginario - Abril 2009
Espero que les guste y sigan los pasos de nuestro crecimiento.
Liliana Sáez
CRITICAR ES ASOMBRARSE... Y COMPARTIR*
"La crítica es el arte de amar. Es el fruto de una pasión que no se deja devorar por sí misma, sino que aspira al control de una vigilante lucidez. Consiste en una búsqueda incansable de armonía en el interior del dúo pasión/lucidez. Si uno de esos dos términos predomina sobre el otro, la crítica pierde gran parte de su valor", dice Jean Douchet en "El arte de amar", un artículo publicado en Cahiers du Cinéma, en diciembre de 1961. La mención de esta revista no es casual, ya que se ha constituido desde su aparición en hito fundacional de la crítica cinematográfica moderna.
Pero más allá de esa definición, hay otro motivo que exige la presencia de la crítica frente a la obra fílmica. También lo dice Douchet: "Y es que el arte necesita a la crítica de una forma vital. Sin ella no puede existir (...). La verdadera crítica inventa una obra, como lo haríamos con un tesoro: capta, mantiene y prolonga su vitalidad. Descubre, por un incesante cuestionamiento, el valor de los artistas y del arte. Pertenece indisolublemente al terreno de la creación y, al ser ella misma un arte, se convierte en creadora".
Con ese espíritu nace El espectador imaginario. Creemos que el crítico no nace, se hace. Y a esa tarea nos dedicamos en Aula Crítica. El crítico es un iniciado, alguien que posee conocimientos para poder interpretar y valorar un filme. Alguien que puede servir de nexo entre la propuesta de un autor y la lectura de un espectador. Alguien que puede descubrir en una obra aquellos instantes de poesía que hacen al filme inolvidable.
Docentes y estudiantes de Aula Crítica nos estrenamos con El espectador imaginario en un proyecto común, que busca instalar la reflexión sobre el cine en un panorama que se explica a través del cine masivo, las obras de autor, el cine independiente o las cinematografías periféricas. En ese contexto tan heterogéneo, le proponemos al lector servir de guía, de provocador de conciencia, de desestabilizador de patrones establecidos, de descubridor de nuevos paradigmas...
Los invitamos a compartir este viaje por la realidad cinematográfica que nos toca vivir.
SUMARIO (ABRIL 2009)
El cine ante los nuevos retos del siglo XXI
Efectos especiales y animación por ordenador, por Javier Moral
Tecnología digital en el cine, por Manu Argüelles
Descubriendo las posibilidades del IMAX, por Arantxa Acosta
81 Edición de los Oscars
Una reseña aventurada, por Manu Argüelles
Y las estrellas volvieron a brillar, por Arantxa Acosta
Críticas
El intercambio/El sustituto, por Isabel González
La clase, por Manu Argüelles
La ola, por Arantxa Acosta
Paranoid Park, por Arantxa Acosta
Slumdog Millionaire, por Javier Moral
Vicky Cristina Barcelona, por Marcela Barbaro
... y hay un libro de visitas por si nos quieres dejar un comentario. Será bienvenido.
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* Texto editorial del número cero de El espectador imaginario, abril 2009.
07 abril 2009
Andrés Caicedo no es un blogger

Me resisto a ver a Andrés Caicedo desprovisto de las vestiduras con que gentilmente lo arroparon sus buenos y verdaderos amigos Luis Ospina y Sandro Romero Rey. Me resisto a que le corten el pelo, a que lo consideren un precursor del movimiento blogger o de la comunicación entre internautas. Me resisto a creer que Andrés fue un depresivo suicida antes que todo lo que realmente fue...
El pasado 30 de marzo, el Bafici organizó una mesa redonda felizmente multitudinaria, donde Luis Ospina habló de su película Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos y Alberto Fuguet de su libro: Mi cuerpo es una celda, un montaje de textos que muestran a un Caicedo más atormentado, si se quiere, más aggiornado para el gusto de los jóvenes cinéfilos. Este libro es el "rosebud" de Andrés, dijo Ospina. Pues sí, yo creo que este libro está sirviendo para derribar fronteras, para liberar a Caicedo de su Calicalabozo.
Ahora bien, como ya sabemos qué significa "rosebud", veamos qué más hay en la obra de Andrés. Profundicemos en su corta y obsesiva trayectoria, que no es únicamente cinéfila. Andrés Caicedo, antes que cinéfilo es escritor (de cuentos, de una novela, de teatro y hasta de guiones para cine). Luego, sí, Andrés es un cinesifilítico, ser infecto de una pasión que no se limita a consumir cine.
Lo he dicho varias veces, creo que puedo decirlo una más... Andrés experimentó el cine en todas sus facetas: como espectador, persiguiendo con sus amigos, como bien contaba Luis Ospina, una película desde una sala de estreno hasta otra más marginal, para ver cuantas veces fuera necesario un film que le hubiera llamado la atención (no había reproductores de vídeo, así que había que buscar la manera de retener aquellos planos que lo obsesionaban); como crítico, con la creación de la revista Ojo al cine, así como con las colaboraciones en otras publicaciones. Su obra crítica ha sido recopilada por sus buenos amigos en un libro, Ojo al cine, que además presenta los textos que compartía con los cineclubistas los sábados a la mañana. Esa es otra faceta, la del distribuidor, que obsesivamente proyectaba las películas antes de su pena de muerte, cuando finalizaban los derechos de autor y había que destruir la copia. Como guionista, ya lo dijimos y hasta se contaron anécdotas de su viaje a Los Ángeles para contactar a Roger Corman y mostrarle sus guiones. O como realizador con la abortada Angelita y Miguel Angel, que por desacuerdos con Carlos Mayolo sólo pudo ver la luz fragmentariamente en el documental de Ospina. O como docente, ya que fue formando un público en el (su) gusto por el cine.
¿Cómo asomar la idea de que Andrés sea un blogger? Por favor...
Sobre la red cinéfila que estableció con la gente de Perú, España, Venezuela... hay que contradecir lo que se dijo en la mesa redonda. No fue precursor de esa red, fue integrante de ella; tampoco fue un caso aislado, todos estos países tenían una generación cinéfila que bebía de la nouvelle vague y que permitió que se promoviera el primer verdadero encuentro de cine latinoamericano en Mérida, en 1968.Existían revistas de cine, verdaderos iniciados en cine que se fueron convirtiendo en especialistas. Existía Hablemos de cine en Perú; Tiempo de cine en la Argentina; Cine al día en Venezuela y Ojo al cine en Cali. Andrés fue un hombre de su época, sí se inmoló en pasión cinéfila, pero no lo convirtamos en mártir. No lo fue. Fue un verdadero apasionado de cine y creía que vivir más de 25 años era una insensatez, quizá por aquello que contó Luis Ospina, que Andrés tenía dificultad para vivir: para hablar, para cruzar una calle, con su torpeza lewisiana, su miopía, su tartamudez, que sólo le permitían realizarse a través de la incontinente escritura y la oscuridad de la sala de cine. O como dijo Carlos Mayolo, que Andrés se suicidó para morir con las ideas vigentes...
¿Cómo sería Andrés hoy? No sé, no importa. De la manera más tonta cruzó las fronteras, una pena que no lo haya hecho con toda la producción publicada por sus amigos desde hace tantos años. Andrés se puede leer hoy porque ya es un clásico, pero no lo es por un libro que se está traduciendo en varios idiomas. Lo es por su obra propia y por el amor con que sus amigos resguardaron sus textos. Para muestra, basta ver el documental pirata que Ospina mostró en el Bafici, donde con su cámara grabó, en un intento por retener al amigo ido, el programa de televisión donde un Andrés con frases entrecortadas por la tartamudez habla de una de sus pasiones, quizá la que más le quemaba, el cine.
Para muchos, Rosebud es la clave de Citizen Kane. Para otros, entre quienes me incluyo, es solo un pretexto para desarrollar un discurso cinematográfico riquísimo. Si Mi cuerpo es mi celda es el Rosebud de Andrés Caicedo, me quedo con lo que me develaron sus amigos a través de la publicación de los textos que escribió: su novela, sus obras de teatro, sus obras inconclusas, sus críticas, sus cartas... Todo lo demás es "cortarle el pelo" a Andrés, que no tiene otra significación que la que tenía para los jóvenes de los 70: "cercenarle las ideas".
Mi conocimiento de causa (lecturas y visionados):
Revista Ojo al cine, números 1, 2 y 5, Cali, 1974-1976.
Luis Ospina: Andrés Caicedo, unos pocos buenos amigos, 1986 (vídeo).
Andrés Caicedo: Que viva la música, Bogotá, Plaza & Janés, 1985.
Andrés Caicedo: Destinitos fatales, Bogotá, La oveja negra, 1988.
Andrés Caicedo: Angelitos empantanados o Historias para jovencitos, Bogotá, Norma, 1995.
Andrés Caicedo: El atravesado, Bogotá, Norma, 2000.
Andrés Caicedo: Noche sin fortuna, Bogotá, Norma, 2008.
Andrés Caicedo (seleccionado y anotado por Luis Ospina y Sandro Romero Rey): Ojo al cine, Bogotá, Norma, 1999.
Andrés Caicedo: El cuento de mi vida. Memorias inéditas, Bogotá, Norma, 2007.
Andrés Caicedo, María Elvira Bonilla Otoya: El libro negro de Andrés Caicedo. La huella de un lector voraz, Bogotá, Norma, 2008.
Luis Ospina: Andrés Caicedo. Cartas de un cinéfilo 1971-1973 y 1974-1976, Cinemateca Distrital, Bogotá, 2007.
Sandro Romero Rey: Andrés Caicedo o la muerte sin sosiego, Bogotá, Norma, 2007.
Luis Ospina: Palabras al viento. Mis sobras completas, Bogotá, Aguilar, 2007.
Juan Duchesne-Winter: Equilibrio encimita del infierno. Andrés Caicedo y la utopía del trance, Cali, Archivos del Índice, 2007
Alberto Fuguet: Mi cuerpo es una celda. Una autobiografía, Bogotá, Norma, 2009.