07 marzo 2019

Pequeños trazos de una cinefilia

Liliana Sáez

Cinco fotos no alcanzan para hablar del cine que más nos gusta o que nos marcó, pero sí para trazar una línea selectiva con algunas imágenes que pasaron por nuestras pupilas. Al convocarlas, aquí y ahora, estas son las primeras que acuden, quedando atrás otras que han dejado huellas más profundas y que serán redimidas en una futura oportunidad.





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08 diciembre 2018

La letra con sangre entra

Liliana Sáez


En 1915, David D. Griffith estrenaba El nacimiento de una nación sin saber que estaba plantando los cimientos de unos de los géneros predilectos del cine norteamericano. Un género cuya continuidad no ha decaído –ni lo hará– mientras Estados Unidos siga “amparando” la “libertad” de la humanidad con su fuerza descomunal, sostenida por una maquinaria armamentista inigualable y el incesable discurso de patriotismo y libertad que está grabado, desde hace más de un siglo, en el imaginario colectivo de generaciones, que creen ver en su victimario al salvador de sus vidas.
La película de Griffith es famosa, porque sentó las bases del cine narrativo en una etapa de balbuceos cinematográficos, y polémica, por narrar –tomando partido por los blancos– una historia que transcurre durante la Guerra de Secesión, en la que dos familias son seriamente enfrentadas, representando a toda una población que debía alinearse del lado simplificado de los “buenos” o de los “malos”. Esa simplificación ha permitido forjar en muchos su visión acerca de la libertad, la democracia y la justicia.
Sobre estas bases se fundaron discursos relativos a la defensa de los valores tradicionales y el sentimiento de patriotismo, a través de la “ayuda” del país más poderoso del mundo a otros más «necesitados». Estados Unidos se ha convertido en el paladín de la libertad, incursionando en pueblos, cuyos gobernantes más indómitos han sido demonizados, antes de serles arrebatada la soberanía –cuando no la vida– y ser sometidos a una especie de esclavitud económica por el resto de sus días.
El cine se ha convertido en el mejor propagador de esos valores consagrados para el mundo. Valores que se sostienen sobre la base de la conquista de la libertad a través de la violencia (la guerra) y con el incalculable sacrificio de vidas para obtener una aparente independencia que, en realidad, es una dependencia económica para aquel país “salvado”, que se convierte en un avance del afán conquistador del gran país del Norte.



05 septiembre 2018

El documental humano, un libro de Mario Handler

Liliana Sáez


Mario Handler es un documentalista uruguayo de gran actividad artística y política en su país y en América latina, debido a una carrera iniciada en los duros e idealistas años 60 y 70, con obras como Carlos, cine-retrato de un caminante  en Montevideo (1965), donde sigue con la cámara a un hombre al que la ciudad ha abandonado; Elecciones(1967), codirigida con Ugo Ulive, sobre la vida de un caudillo político; Me gustan los estudiantes (1968), registro de la protesta estudiantil ante la Reunión de Jefes de Estado Americanos en Punta del Este; Liber Arce, liberarse (1969), codirigido con Mario Jacob, sobre un joven estudiante asesinado por la represión estatal… Estos títulos son parte del bagaje que lo acompañó en los primeros encuentros de cineastas de la región en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano: en Viña del Mar (Chile, 1967 y 1969) y en Mérida (Venezuela, 1968), donde compartía cartel con Octavio Getino y Fernando Solanas, de la Argentina; Glauber Rocha, de Brasil; Atahualpa Lichy, de Chile; Jorge Sanjinés, de Bolivia; y Santiago Álvarez y Tomás Gutiérrez Alea, de Cuba; entre otros. De allí surge la necesidad de crear, junto a Walter Achúgar, Mario Jacob y otros compañeros, la Cinemateca del Tercer Cine, que se ocupaba de la distribución de cine de estas latitudes por las pantallas iberoamericanas.
En su exilio en Caracas, Handler prosiguió filmando documentales y realizó una incursión en la ficción con la adaptación de una novela de Guillermo Meneses, Mestizo(1989). El tardío retorno a Uruguay le permitió realizar Aparte (2002), un largometraje documental totalmente autoral, ya que asumió todas las responsabilidades, desde la preproducción hasta la posproducción, pasando por el rodaje y la edición. Durante cuatro años y con graves problemas de salud, entró con su cámara de video a un barrio marginal de Montevideo, donde convivió con seres que cada día lo sorprendían e, incluso, tomaban la cámara para plasmar las carencias materiales y afectivas que los rodeaban. Luego le siguió la testimonial Decile a Mario que no venga (2007), una revisión de los años duros de la dictadura, y su última, Columnas quebradas (2015), sobre la clase obrera uruguaya, entre otras. A lo largo de su vida, fue obteniendo el debido reconocimiento en festivales latinoamericanos y europeos.


05 junio 2018

Una hermana (Sofia Brockenshire y Verena Kuri, Argentina, 2018)

Liliana Saez


Lo que importa no es la historia, sino el relato. Ese parece ser el dogma por el cual las dos directoras, la canadiense Sofía Brockenshire y la alemana Verena Kuri, han utilizado para realizar Una hermana. La desaparición de una chica suscita la búsqueda por parte de su hermana. Una búsqueda narrada en tonos de dolor, incógnitas, silencios y mucha impotencia. En un barrio humilde de la provincia de Buenos Aires vive una familia de mujeres: la madre, las dos hermanas (Lupe y Alba) y el pequeño hijo de Lupe, la joven desaparecida.
Al comienzo, en un paisaje nocturno, pleno de misterio y apenas iluminado por un cielo azul oscuro y los coches que pasan por una carretera aledaña, alguien se interna en la espesura del bosque y prende fuego a un automóvil. Las preguntas de la familia, al ser llamados para reconocer el auto, da la pista de la ausencia de Lupe. Tonos sepia, los del otoño e invierno, visten los fotogramas de Una hermana, con el frío colándose por los huecos de los vagones del tren que realiza un largo viaje hasta donde Alba (Sofía Palomino) radica la denuncia.
Una hermana fue estrenada en la Bienal de Venecia y fue invitada a participar del programa Biennale College. En el último Bafici, logró el premio SAE/EDA por su montaje, a cargo de las directoras y Verena Kuri, con una edición que va estableciendo una sintaxis a través de cuadros en negro, por momentos salpicados por las chispas del fuego.
La fotografía de Roman Kasseroller, Federico Lo Bianco y Andrés Hilarión logra la inmersión del espectador en ese espacio alejado de la gran urbe, con grandes extensiones rurales y la vida recluida en pequeñas casas descuidadas y habitadas por mujeres que van abandonándose a medida que envejecen en soledad. La vida no es lo que esperaban… son mujeres cansadas, desilusionadas, ajadas… Alba comienza a recorrer el camino en la búsqueda de su hermana, golpeando puertas que no se abren, pidiendo noticias que le escamotean, atenciones que se le niegan. La brisa mece las ramas, las cortinas de la humilde casa, la ropa tendida, la blusa de una mujer de espaldas… Detalles que están en foco, mientras se va generando un clima subterráneo, en segundo plano, que va alimentando esa impotencia que siente la protagonista.

13 mayo 2018

The Great Buddha+ (Hsin-yao Huan, Taiwán, 2017)

Liliana Sáez



De día, Pepino toca en la banda del pueblo y Ombligo recoge basura reciclable. Son amigos, aunque no sepan mucho uno del otro, pero suelen pasar en largos silencios gran parte de la noche en la cabina de seguridad, donde Pepino trabaja como guardia de un importante fabricante de estatuas de Buda. Como las largas horas nocturnas se hacen tediosas, se entretienen mirando las imágenes grabadas por la cámara del auto del empresario.
Hsin-yao Huan viene de una trayectoria como documentalista. The Great Buddha+comenzó como un corto y luego fue extendida a esta versión que trata sobre la amistad, las clases marginadas de la sociedad, la corrupción política, el ocio de los poderosos, el vouyerismo, el amor, la fidelidad y el crimen.
Pepino y Ombligo, junto a Manzana Dulce y Maní, conforman un grupo variopinto, tratado con gran ternura por apenas unas pinceladas del guionista (el que busca un charco de agua para bañarse como sea cada día, el que ha construido con los desechos un hogar ordenado y limpio, el que revisa las revistas pornográficas que le trae el amigo, mientras nota que están pegajosas, el que atiende un quiosco pero está siempre disponible para lo que haga falta…) que los define a través de sus obsesiones y costumbres en el extremo más débil de la sociedad. Como contrapartida vemos a políticos y empresarios haciendo sus negocios. Ambos estratos toman contacto a través de la cámara del automóvil que revisan en esas largas noches. Pepino y Ombligo admiran al empresario debido a su éxito con las mujeres. Hsin-yao Huan nos ofrece, a través del voyeurismo de estos seres, una metahistoria. La del empresario y una mujer despechada, que será la justificación del comienzo y final del relato. Una película dentro de otra película: La primera es una historia contada desde los diálogos, mientras vemos el paisaje que recorre el vehículo, o lo que sucede frente a los faros que iluminan su final. Para el desenlace de la segunda, habrá que estar muy atentos porque no es visible, aunque sí contundente.
Rodada en blanco y negro, este filme podría haber obtenido algún reconocimiento en el certamen. Su propuesta escamotea información, incluyendo al espectador como un personaje más que va cerrando la historia. La única nota de color la da la cámara del auto, que refuerza la idea de una ficción dentro de otra y un mundo más adinerado frente a la rutina gris que viven cotidianamente sus protagonistas. 

12 mayo 2018

Una Storia Volatile (Carla Vestroni, Italia, 2017)

Liliana Sáez


La voz de Carla Vestroni se oye en off por momentos durante los 44 minutos que dura este mediometraje. La cámara, asomada a una ventana de un piso alto, muestra los tejados y, atrás, la silueta del monasterio recortado tras los distintos ropajes que se pondrá el cielo durante el transcurso de los días y las estaciones de todo un año. La motivación de este ejercicio lo produce el descubrimiento de que, en el tejado, frente a su ventana, una gaviota ha dado a luz a tres pichones. Desde entonces se plantea irlos grabando hasta su emancipación. La cámara no se queda en la graciosa figura de las aves bajo el tiempo inclemente del invierno o la primavera, va ampliando su mirada hacia la terraza donde se reúnen las monjas a almorzar y a conversar. Sólo vemos parte de su falda y sus piernas, el descanso de una de ellas cuando se saca el zapato. La mirada es limitada… y a la vez, amplia. Se expande por los tejados, hasta alcanzar la silueta de un monumento que se recorta contra el cielo durante el amanecer o por la noche contra las luces de la ciudad. Están representados Cristo y sus apóstoles en un peregrinar. Es parte del monasterio que cobija a las monjas.
La cámara vuelve reiteradamente sobre estos sujetos. Las gaviotas: los pichones esperan que los alimente su madre, comienzan a desplegar sus alas, vuelan bajo, se alejan y esperan el rescate, vuelan… cada avance de las pequeñas aves nos tiene en vilo. Las tardes de las monjas en la terraza solo nos muestran una manzana de merienda sobre la falda. Esperamos descubrir lo que el ojo de la directora retrata. Y la mole con los peregrinos detrás siempre está presente, es omnisciente, aunque cada vez se muestre diferente por los cambios de la luz del día.
Acompaña este ejercicio vouyerista la música de Robert Wyatt y los diálogos en off de los amigos de la directora. Las palabras de Vestroni concluyen con una pregunta: ¿la historia será cíclica? Hermosa propuesta formal, sencilla, pero elegante, que a través de lo poco o mucho que se pueda ver desde el rectángulo de la ventana nos habla de su amor por Roma. 

The Rider (Chloé Zhao, EUA, 2017)

Liliana Sáez



Presentada fuera de competencia en el Bafici, narra la historia de Brady, un vaquero que ha sufrido una caída durante un rodeo, ocasionándole una profunda herida en la cabeza. Rodada en Dakota del Sur, relata con cierta morosidad los sueños frustrados de este hombre joven que había puesto toda su pasión en la doma de caballos. Lo más llamativo de la historia es que está basada en hechos reales sucedidos a sus protagonistas. Así que podría decirse que estamos ante –permítaseme la contradicción– una ficción filmada documentalmente, ya que los intérpretes actúan su propia historia de manera ficticia.
Brady tiene realmente la cabeza herida, sus compañeros de ruedo están tan ansiosos como él de que vuelva, su padre y su médico tratan de contenerlo, su hermana autista es su gran compañera, pero el único que realmente lo convence de buscar alternativas que sacien su deseo de educar a los caballos sin arriesgar la vida es su amigo que ha sufrido un accidente cerebral y está más limitado que él.
Largas planicies, horizontes amplios y la silueta del caballo colaboran con el tono de western que tiene The RiderEn un ambiente tan rústico no hay mucho más para hacer. Así que una escena en el supermercado, donde Brady trabaja, mientras se recupera, nos indica que no es el sitio adecuado para él. Otra escena, en un corral, donde Brady doma un caballo con palabras suaves, gestos con las manos y mucho conocimiento del animal, abre la esperanza de un futuro posible. Es una escena bellamente coreografiada, donde danzan en una paciente instrucción el domador y el potro salvaje.
Hay delicadeza en la cámara de Zhao, una mirada femenina a un mundo tan viril. Por eso mismo debe ser que muestra sin amaneramientos ni rispideces la traumática labor de conciencia de Brady ante el peligro y su definitiva pasión. Trazos detallistas en un western, la aniquilación de la voluntad de un padre ebrio y la suave presencia de la hermana autista; el valor que le imprimen sus colegas y la resignación ante la realidad del amigo herido para siempre… todo suma, aunque al filme le falte algo de cohesión en la narración y, quizá, menos timidez en sus protagonistas. 

The Image You Missed (Donal Foreman, Irlanda / Francia / EUA, 2018)

Liliana Sáez


Documental autobiográfico, en el que el director hurga en el pasado de su padre muerto, también documentalista, a través del material heredado. Solo que no se trata de un cineasta cualquiera, sino del director estadounidense Arthur MacCaig, quien registró las imágenes más crudas y violentas del conflicto en Irlanda del Norte, identificándose políticamente con el IRA. Acreedor del premio a la Mejor Película de la Competencia Vanguardia y Género.
Foreman ha tenido muy poco contacto con su padre, pero a lo largo de su relato establece contacto y diferencias con su obra. Contacto, porque halla puntos de unión en el material encontrado, como por ejemplo, imágenes de su madre muy joven esgrimiendo una cámara fotográfica, pasión que perdurará en el tiempo y formará parte de su profesión y herencia. Diferencias, porque hoy es difícil comprender los argumentos de violencia armada para imponer criterios de libertad y paz, aunque en los años en que transcurrió este conflicto era pan de todos los días y aupada por los intelectuales más progresistas.
El documental tiene una gran carga sentimental para los más adultos, que vivieron la época y supieron lo que costó que Irlanda encontrara la paz, a través de imágenes conocidas y mostradas con el trasfondo personal de MacCaig. Para los más jóvenes, Foreman abre una puerta para tratar de acercarse a aquella época y a un idealismo extremo que ha sido vencido más allá de las fronteras en las que transcurre la acción de su documental.
Los planteamientos de Foreman frente al cine de su padre no son solo ideológicos, sino también formales. Pero es más potente la confrontación de las ideas pacifistas actuales con la belicosidad con que los jóvenes de otra época trataban de conseguir lo mismo que el ser humano siempre añoró.

06 mayo 2018

Pig (Khook, Mani Haghighi, Irán, 2018)

Liliana Sáez



Desde hace ya varios años, la industria cinematográfica iraní ha sido víctima de la censura y la persecución. Mani Haghighi retrata ese estado de ánimo cultural en su largometraje Pig en un tono de comedia negra.
Hassan, un director de cine censurado asiste con poca resignación y gran desesperación a la infidelidad de su actriz fetiche que, cansada de esperar por su próxima película, se pasa a las huestes del gran rival del cineasta. Mientras, la industria se ve diezmada de sus principales directores, que van siendo decapitados uno a uno por un asesino serial. Hassan, en su eterno lamento por la falta de posibilidades de rodar, por la deserción de su musa, está más preocupado de por qué no encabeza él la lista de asesinatos.
La comedia permite desvelar las relaciones del artista con su desopilante madre y su hija comprensiva, con sus mujeres (la esposa, la amante y la actriz predilecta), con su gran e incondicional amigo, con su eterno rival, con la implacable policía e, incluso, con el asesino… todo, a partir de un malhumor constante que no opaca los altos niveles de egolatría y autocompasión del personaje.
La gracia de la película funciona sobre todo con esa desesperación de Hassan por pertenecer a la lista de asesinados y cómo operan las redes sociales en su contra o a su favor, pero la historia insólita y la estética bizarra del filme la baja unos cuantos escalones de cualquier predilección.

Milla (Valerie Massadian, Francia / Portugal, 2017)

Liliana Sáez



Largamente esperada, llegó esta película de la directora de Nana, vista en Bafici 2012. El tono que Massadian le imprime a sus historias conmueve por las situaciones en que coloca a sus personajes, ubicados en espacios a los que dota de cierto aire fantástico. Así era el bosque y la cabaña que la niña habitaba junto a su madre en Nana. Así comienza Milla, con la imagen, detrás de un vidrio empañado, de una pareja cobijada bajo una manta roja, mientras a lo lejos se desdibuja un paisaje con árboles. Corte de plano y vemos a Milla y a Leo dentro de un auto abandonado. No están en el bosque, aunque hayamos escuchado trinos de pájaros, sino en un acantilado frente al mar, en la costa francesa del Canal de la Mancha. Hace frío y no es temporada de turistas. Los jóvenes son apenas adolescentes y futuros padres. Están solos y buscan dónde refugiarse. Ocupan una casa deshabitada y allí arman su nido. De pronto, han dejado de ser niños y la madurez golpea la puerta de sus responsabilidades.
Es una película triste, melancólica, con una historia que se desarrolla en un paisaje frío, donde la soledad se exacerba. La chica prepara su hogar, en un ambiente cálido, dado por el rojo de la manta que los abriga desde el comienzo y la luz del sol que pasa tras las ventanas. Mientras tanto, Leo busca trabajo como pescador. Las imágenes en el barco pesquero combinan el amarillo de los pilotos con el negro del mar por la noche. Durante una crucial tormenta, Massadian juega con planos de un mar embravecido, en el que la espuma hace juego con el plateado de los peces que caen violentamente de las redes. Metáfora y elipsis.
La vida de Milla cambia de la noche a la mañana y debe salir a buscar trabajo. Una pieza musical funciona como interludio. Es un corte rotundo que nos saca de la historia como saca a Milla de la adolescencia. La chica se desplaza por espacios de colores fríos y establece amistades mientras espera a su hijo. Cuando este llega, comienza la tercera parte de la película, que es una lección de supervivencia bellamente contada y con un trasfondo que deja huella en el espectador.