11 mayo 2013

AninA. Alfredo Soderguit. Uruguay / Colombia, 2013

Liliana Sáez


Alfredo Soderguit ya había ilustrado la novela de Sergio López Suárez, en la que se basa AninA, el primer largometraje animado uruguayo, que destaca por sus bajos costos de producción y la frescura de su propuesta, al exponer la experiencia de una niña de edad escolar que sufre las burlas de sus compañeros, debido a su nombre y apellidos palíndromos: Anina Yatay Salas.
En realidad, lo del juego de palabras es solo un pretexto para mostrarle a los más chicos cómo superar algunos ejemplos que dan los adultos y que no están tan buenos. Como el nombre de Anina, todo tiene su juego de espejos. La maestra bondadosa tiene como contrapuesta a otra  más severa e injusta. Las vecinas que cotillean sobre la vida de los otros tienen como contrapartida a los padres de Anina, que entre juego y juego van explicándole a la niña por qué senderos debe recorrer el camino de la infancia. Por supuesto que entre los chicos también habrá los respectivos confrontamientos, por lo que entre la amiga y la enemiga de Anina se tenderán algunos lazos que en una primera instancia serán conflictivos, pero gracias a una prueba a la que las somete la directora del colegio, se establecerá una larga espera que servirá para poner las cosas en su lugar.


10 mayo 2013

A Hijacking. Tobias Lindholm. Dinamarca, 2012

Liliana Sáez


Una de las mejores propuestas del Bafici es este film danés que trata del secuestro de un barco holandés por parte de piratas somalíes frente a las costas de Bombay.
Con intertítulos que van indicando el paso del tiempo de cautiverio, se nos narran las peripecias de los 134 días, a través de tres protagonistas claramente identificables. El gerente de la compañía naviera, que se desplaza en los escasos metros de una oficina clara, muy luminosa, y rodeado de sus asistentes y un asesor que le va indicando qué hacer. El interlocutor de los piratas, un intérprete y negociador que sabe cuándo y cómo presionar para lograr obtener el mejor resultado para sus clientes. Y, finalmente, el cocinero del barco, a quien los somalíes han elegido como prueba de vida de la tripulación.
Estos tres personajes son muy diferentes entre sí, también realizan tareas totalmente disímiles. Sin embargo, estarán enlazados a través de la narración y serán definidos por los espacios que habitan y los diálogos que establecen en una comunicación donde más que el riesgo de vida está en juego el valor material del barco.


08 mayo 2013

Stoker, Park Chan-wook, UK, 2013

Liliana Sáez



La cámara sobre el asfalto, una mujer atraviesa la ruta y se detiene a la vera del camino. Dice estar vestida con la blusa de su madre, el cinturón de su padre y los zapatos que le ha regalado su tío. La falda negra flota al viento mostrando unas piernas bien plantadas, mientras en off escuchamos decir que cuando se entiende que las cosas no son como parecen (la cámara panea a unas, más adelante, significativas flores blancas con pintitas rojas) se es libre, y que cuando se es libre, se ha crecido.
La misma escena cerrará el film y al hacerlo, cobrará un nuevo sentido. Así que Stoker se desarrolla a través de un largo flashback que comienza cuando India cumple dieciocho años. Ese mismo día su padre muere en un accidente y conoce a su tío Charlie, quien vendrá a mover aún más las estructuras de una familia inestable. Park Chan-wook resuelve la narración limpiamente, con suma belleza y elegancia. Una torta de cumpleaños con sus velas encendidas es ahogada por una campana de vidrio, mientras en la banda sonora se oye repicar el teléfono. Acto seguido: el funeral y la presencia del extraño de sonrisa enigmática.
Es cierto que en el filme hay trazos del cine de Alfred Hitchcock, también que existe la obsesiva idea de la venganza típica de Park Chan-wook. Stoker nos regala un poco más de una hora y media en que la atención no se distrae, no sólo siguiendo los pormenores de la trama, que son finamente escamoteados apelando a la participación activa del espectador, sino por la belleza de su composición y por la permanencia de un estilo que camina al borde de una oscuridad atemorizante.

05 mayo 2013

Centro Histórico (Histórias do cinema), Aki Kaurismaki, Pedro Costa, Víctor Erice y Manoel de Oliveira. Portugal, 2012

Liliana Sáez




A través de un homenaje a Guimarães como Capital Europea de la Cultura 2012, la ciudad cuna de Portugal fue motivo para que cuatro directores europeos nos brinden un filme que condensa su visión del Viejo Continente en crisis. El proyecto  aunó las voluntades del finlandés Aki Kaurismaki, de quien últimamente hemos visto Le Havre (2011), esa maravillosa obra fría y austera, que tanto caracteriza a su autor; del portugués Pedro Costa, el mismo de Juventud en marcha (2006); del español Víctor Erice, según mi punto de vista, el mejor director español desde siempre, a pesar de su escasa pero grandiosa obra, esta vez en el tono documental de la detenida y contemplativa El sol del membrillo (1992); y, finalmente, ese incansable y centenario, aunque cada vez más joven director lusitano, que es Manoel de Oliveira, autor de El extraño caso de Angélica (2010).

O taskeiro se titula la historia tragicómica de Kaurismaki, que nos narra la rutina diaria de un tabernero que hace las veces de dueño, personal de limpieza, mozo y cocinero en una tasca ubicada en el casco histórico de Guimarães. Con escasos recursos, este personaje (interpretado por Ilkka Koivula, el Italiano de Le Havre) debe hacer sobrevivir un negocio que está en franca decadencia frente a un restaurante que atrae por su menú a gran cantidad de turistas. En la búsqueda por sobrevivir, en lugar de cambiar la calidad de sus míseros platos, lo que hace es cambiar el nombre con que los denomina y el precio que cobra por ellos. Una pequeña pintura de los tiempos que corren en una Europa en crisis. Su autor la define como “una historia triste”, y sí que lo es, porque habla de la soledad del hombre, de su ubicación en la sociedad y de las armas tramposas a las que acude para sobreponerse a las dificultades.



04 mayo 2013

5 Broken Cameras, Emad Burnat y Guy Davidi. Palestina/Israel/Francia, 2012


Liliana Sáez

 

Nominado al Mejor Largometraje Documental para los Oscars 2013 y distinguido con el premio al  Mejor Director por el Sundance Festival, 5 Broken Cameras ha iniciado su recorrido fuera de las fronteras palestinas para instalarse como una denuncia y un reclamo internacional. Como anécdota, al director palestino y a su familia los demoraron en migraciones cuando fue a presenciar su participación en la entrega de premios de la Academia, porque no entendían qué tenía que hacer un palestino en Estados Unidos.
Emad Burnat vive en Bil in, hoy ubicada a cuatro kilómetros de la Línea Verde que la separa de los espacios ocupados por Israel desde la Guerra de los Seis Días. A Emad le gusta la fotografía y desde niño soñaba con tener una cámara. La obtuvo en 2005, cuando nació su último hijo. Su deseo era registrar los avances del pequeño, su entorno familiar y amistoso. Pero lo alcanzó la realidad y un día enfocó hacia el paisaje y registró cómo las topadoras sacaban de cuajo los olivares, principal medio de vida de la aldea. Desde entonces se convirtió en un activista pacífico que iba registrando cada atropello de los colonos.
Emad puede dividir la historia de su militancia política en cinco partes (las cinco cámaras que ha tenido y que han sido rotas sistemáticamente por los soldados israelíes), que tienen que ver con el crecimiento de sus hijos y, coincidentemente, con algún hecho que ha marcado su historia con huellas profundas: un avance más cercano de la valla que va restringiendo su territorio, la detención de sus hermanos, la muerte del amigo, su propia captura y una operación quirúrgica que le ha dejado una cicatriz a lo largo de su torso, como terrible recuerdo de la fragilidad de la vida. Ha registrado la vida del pueblo y de sus habitantes más cercanos, sus miedos y su valor, las preguntas de los más chicos y la concientización que llevan a cabo los padres.

02 mayo 2013

Bafici 2013

Liliana Sáez



Bafici no sólo es un festival que ya se ha consolidado como la alternativa que esperamos cada año para ver ese cine que se da a conocer en grandes festivales, vedados para la mayoría de los que vivimos alejados de las grandes ciudades que los celebran. Es también para quienes formamos parte de EL ESPECTADOR IMAGINARIO un punto de encuentro, teniendo en cuenta que los que colaboramos con la revista vivimos en distintos países y que, generalmente, “competimos”, en el buen sentido de la palabra, por ver este o aquel estreno.

Entre la función de apertura, donde se proyectó la chilena No (Pablo Larraín) en homenaje al país invitado y la clausura con la francesa Au bout du conte (Agnes Jaoui) pasaron más de cuatrocientas películas: muchas argentinas, muchas reposiciones de festivales pasados, pero gran cantidad de propuestas que nos han impresionado ampliamente, como podrán comprobar al leer nuestras reseñas y críticas. Todas ellas eran presentadas con los cortos institucionales rodados por Pablo Trapero, tres filminutos que tienen en común el descaro de la cámara para incursionar más allá de lo convencional, de meterse en el medio de la escena para develar la fantasía: Mar, en una onda familiar, tiene que ver con la iniciación y el descubrimiento; Tierra, donde el hombre debe entendérselas con el ganado, una serie de inquietantes imágenes sobre la tarea brutal del campesino; y, finalmente, Cielo, realizada con imágenes de archivo del backstage de Gatica el Mono, la película de Leonardo Favio, cineasta sobresaliente del cine argentino que, en esta oportunidad es homenajeado por Trapero con imágenes del mundo del boxeo. Su homenaje a un director tan genuino y reconocido cierra con Favio en un momento de descanso, mientras se oyen merecidos aplausos que, finalmente, terminarán confundiéndose con los del público de la sala.

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01 mayo 2013

Elías Querejeta, un productor esencialmente español

Liliana Sáez



Elías Querejeta es sinónimo de producción. Un caso extraordinario en el panorama del cine español desde el tardofranquismo a la actualidad, no sólo por la cantidad de películas que ha financiado, sino sobre todo por la calidad de muchas de ellas, fundamentales de la cinematografía de la península.
En sus inicios está la voluntad de dedicarse al guión y a la dirección. Tras un tímido intento compartido con Antonio Eceiza, en 1963 ingresa como productor ejecutivo al equipo de trabajo de Jorge Grau, que estaba filmando Una noche de verano. A partir de allí iniciará una trayectoria como productor que lo situará fundamentalmente junto a Carlos Saura y Víctor Erice.
Es posible que ninguno de ellos hubiera alcanzado la estatura que tuvieron en los años setenta si no hubieran sido apoyados por este coloso de la producción, que se animó a sostener un cine intelectual que ficcionaba su mensaje político en guiones que obligaban a leer entre líneas para eludir la censura franquista.
Decir que Saura le debe la producción de su múltiple cinematografía tardofranquista, es poco. Con él caminó los senderos del fin de la dictadura y de la transición. Y hoy, nuevamente, después de cerca de treinta años de haber recorrido rutas diferentes, vuelven a unirse para realizar 33 díasun filme que recreará las jornadas en que Picasso pintó el Guernica. El tema y el reencuentro de estos dos socios en la cinematografía nos dejan en suspenso y expectantes por ver si Saura vuelve a aquellas propuestas jugadas o si prefiere quedarse en la comodidad con que ha filmado durante la democracia.

03 abril 2013

Azul cobalto con textura. Van Gogh en el cine

Liliana Sáez




Si la consigna es “pintura y cine”, lo primero que viene a mi mente es el nombre de uno de los pintores malditos, caracterizado por su simpleza como hombre y por su pasión como artista. Si pensamos en el delirio, la efusividad y el colorido de grandes pinceladas, no puede sino sobresalir el nombre y la obra de Vincent Van Gogh (1853-1890). Con una historia personal que nos invita a cobijarlo y una profusa obra que uno quisiera coleccionar, podemos decir que este artista es el más cinematográfico de la larga lista de personalidades que firman la pinocateca universal.
Su vida sencilla, transcurrida en amplios campos de trigo y humildes viviendas de su Holanda natal, el aprendizaje de la técnica a una edad madura, cuando sus compañeros estaban apenas saliendo de la adolescencia, la amistad tortuosa con Paul Gauguin o el enamoramiento apasionado de mujeres que no le correspondían… no son nada, al lado de los lienzos a los que les daba color sin “lamer” la pincelada, imprimiendo en cada una la pasión que lo consumía, el fervor que lo desbordaba, en fuertes azules, amarillos, verdes… colores prohibidos en la academia francesa, donde se trabajaba con el siena hasta el hartazgo.
La vida dura que llevó, las distintas reclusiones en centros de salud mental, así como la entrega a la pintura y la imposibilidad de poder vender una sola de sus obras en vida, constan en la prolífica correspondencia que mantuvo con su hermano Théo. Gracias a esas cartas, cargadas de bocetos, podemos darnos una idea del personaje, de su entorno y del fervor en que se le iba la vida.
El cine se nutrió de su obra, y de su personaje, en varios largometrajes de ficción, sin contar la gran cantidad de documentales que ha inspirado. Su figura fornida, su cabellera roja y sus ojos azules cobraron vida a través de los actores que lo interpretaron en las cuatro o cinco películas que reseñaremos, dando cuenta de su pasión y de su transcurrir trágico.


01 abril 2013

Jorge Sanjinés en Buenos Aires

Liliana Sáez





Estuvo en Buenos Aires para asistir como jurado del Festival de Cine Político (21 al 27 de marzo) un cineasta que hizo historia, allá, por finales de los años sesenta, cuando además de presentar su ópera prima, Ukamau, la acompañó con un manifiesto en forma de libro, que se tituló: Por un cine junto al pueblo. Nos referimos al mítico director boliviano, Jorge Sanjinés. Un hombre que tiene sobre sus espaldas una de las cinematografías más coherentes de la región, a través de la cual le ha dado voz a seres con una gran dignidad, marginados de su historia, como son los indígenas del altiplano.
Sus afirmaciones, en la rueda de prensa que ofreció, no pueden venir sino de un hombre que nunca tuvo miedo de expresar la injusticia de sus compatriotas bajo regímenes dictatoriales verdaderamente crueles y amenazantes.
Con una descalificación a la crítica boliviana por considerarla racista, con un encuadramiento del lado del actual gobierno dirigido por Evo Morales, Sajinés sigue luchando por conseguir aquella utopía de finales de los sesenta y comienzos de los setenta, cuando los cineastas latinoamericanos (entre los cuales se contaban Glauber Rocha, Octavio Getino y Fernando Solanas, Miguel Littín, Tomás Gutiérrez Alea, el propio Sanjinés…) buscaban la expresión propia de un cine que caracterizara cada cultura desde sus raíces, dándole las espaldas a la industria foránea, para hablar de los desposeídos del continente, del hambre como estética y como violencia, de un tercer cine que los identificara, más allá de las líneas establecidas, como el industrial que producían los Estados Unidos o el culto cine europeo. Se trataba de hallar una manera de expresión que representara dignamente a los desposeídos de Latinoamérica.

01 febrero 2013

Mario Handler. Retrato de un caminante (libro de Héctor Concari)

Liliana Sáez

La realidad me manda, yo simplemente tengo que tener ojo fotográfico y aceptar la realidad tal cual es. Eso es, en mi humilde opinión, lo maravilloso del cine.
Mario Handler
El pasado diciembre, Montevideo asistió al encuentro de dos grandes amigos uruguayos que se conocieron en Venezuela, durante el exilio. Uno de ellos llegó a Caracas con un bagaje cinematográfico importante, en el que se encontraban películas que hoy son clásicos del cine documental, como Carlos, cine-retrato de un caminante en Montevideo (1965), Me gustan los estudiantes (1968)y Liber Arce, liberarse (1970)… El otro, proviene de la crítica cinematográfica y desarrolló su especialidad en revistas como Cine-ojaEncuadre y Programación de la Cinemateca Nacional.
Ambos han continuado con sus pasiones. Mario Handler sigue haciendo cine en Montevideo, encontrándole hoy la riqueza a la cámara digital, después de haber pasado penurias para conseguir filmar y montar sus películas iniciales. Héctor Concari ha publicado sus cuentos y novelas y sigue manteniendo una columna de cine en la querida Caracas, aunque ya no viva allí.
Mario Handler. Retrato de un caminante logra reunirlos en una larga conversación para ofrecernos un panorama que se echaba de menos en el panorama del cine latinoamericano.