15 mayo 2013

I Used to Be Darker. Matt Portenfield. EUA, 2013.

Liliana Sáez



Tanta expectativa se había creado en el Bafici por esta película, que todavía no entiendo por qué. La historia de una joven que teme estar embarazada y huye a cobijarse en el hogar de una familia que se está deshaciendo puede dar para componer un universo adolescente y adulto rico en posibilidades y matices. Pero Porterfield prefiere dejar correr la grabación en los momentos de ocio, de traslado, es decir, en las acciones que deberían ser elipsis en cualquier relato convencional.
Oí decir que su maestría está en ir de lo periférico a lo central. Es cierto que va rodeando al personaje central de situaciones que no permiten que compongamos un estado de situación hasta bien promediado el metraje. Es cierto que las conclusiones que vamos sacando (porque son obvias, no porque nos las sugieran) se verán reafirmadas a través de las líneas de diálogo.
¿Qué me queda de este filme? Que lo fundamental me lo dan los parlamentos, mientras que la imagen es totalmente accesoria. Es posible que sea una manera particular y original de brindarnos una narración novedosa. Pero mientras esperas aquellas líneas del diálogo te aburres como una ostra y ni siquiera puedes perderte en la contemplación de una escena compuesta con genialidad o un movimiento de cámara que compense tanta espera.
La música country que Porterfield incluye en la diégesis es de lo mejor que tiene el filme. Lo demás está tan escamoteado que no logra atraparte y, mucho menos, seducirte. Es una pena, porque tenía actores para hacerlo.
(Publicada originalmente en El Espectador Imaginario)

13 mayo 2013

El diario de Agustín. Ignacio Agüero. Chile, 2008.

Liliana Sáez



Con el pretexto de una investigación histórica de estudiantes de comunicación social sobre el diario chileno El Mercurio, dirigido a través de su historia por varias generaciones de dueños llamados Agustín Edwards, Ignacio Agüero compone un documental con material de archivo y entrevistas a directivos del periódico, que supone un valiente documento sobre el papel de la prensa durante la dictadura en el país cordillerano.
El dueño de El Mercurio posee una cadena de tres periódicos nacionales y veinte regionales. Agustín Edwards Eastman es el quinto Agustín de una dinastía familiar propietaria del diario desde el año 1900, en que fue fundado. El actual Agustín ocupa su cargo desde 1956, época de oscuras dictaduras en la América del Sur.
Chile es un país largo y angosto, recostado sobre la Cordillera de los Andes y bañado por el Pacífico en toda su extensión. Si bien su ubicación geográfica lo mantiene aislado de otros países de la región, ocupa en el mapa un lugar tan estratégico que fue allí donde se abastecieron los aviones británicos durante la Guerra de Malvinas. Chile ha vivido una de las épocas más soñadas por la juventud de los setenta, cuando llegó al poder Salvador Allende, y una de las dictaduras más terribles que coartó todo tipo de actividad política, secuestró, desapareció y asesinó a sus enemigos políticos e instaló un reino del terror bajo el mando de uno de los más impronunciables generales: Augusto Pinochet.
La llegada de Allende al gobierno suscitó cierta incomodidad entre las clases altas y los círculos de derecha. Bajo el pretexto de que Chile sería una puerta de entrada para el comunismo en el continente, Agustín Edwards Eastman acudió a Rockefeller para pedir la intervención norteamericana. Casi nada, unas pocas líneas de un párrafo sirven para colocar a este Agustín del diario en su justa ubicación dentro de la historia más aterradora de Chile. Bien, la película de Agüero no sólo afirma esto, sino que lo prueba con imágenes, noticias y una serie de entrevistas a personajes que ocuparon cargos importantes en el diario y que, bajo la tentadora intención de pasar a la posteridad, se prestaron a que los jóvenes estudiantes los filmaran, para quedar patentados como los ideólogos del golpe de Estado, los cómplices de una dictadura indefendible y como los seres que cualquier chileno no quisiera tener entre sus familiares.


12 mayo 2013

Chiri / Trace. Naomi Kawase. Japón / Francia, 2012

Liliana Sáez


Chiri/Trace es un homenaje de Kawase a su abuela que la crió. Con primerísimos primeros planos de fragmentos de un cuerpo arrugado por la cantidad de años que posee esa masa de piel sin carne, pareciera que la directora le estuviera pasando alguna factura a su pobre abuela, una anciana con demencia senil a la filma en su etapa final de la vida.
Con imágenes familiares, vemos a Naomí crecer junto a su abuela. Acariciarla anteponiendo su mano joven sobre otra arrugada. Los años no vienen solos y el cuerpo se deteriora. Pero no hay derecho que mientras judicialmente se busca llegar a legislar sobre una muerte digna, cualquiera que tenga una cámara (así se llame Naomí Kawase) pueda traspasar esos límites íntimos que todos tenemos y que los demás respetan por pudor.
Un ejemplo de lo que digo es la foto que acompaña este texto. Lo que los dedos de Naomí sostienen es un resto óseo de su abuela, que mueve frente a la cámara para “brindarnos” juegos de luz. Realmente no se puede disfrutar como homenaje, ni siquiera se puede ver sin que salgas con un terrible malestar por sentirte cómplice de tal invasión a la intimidad.
(Publicada originalmente en El Espectador Imaginario)

11 mayo 2013

AninA. Alfredo Soderguit. Uruguay / Colombia, 2013

Liliana Sáez


Alfredo Soderguit ya había ilustrado la novela de Sergio López Suárez, en la que se basa AninA, el primer largometraje animado uruguayo, que destaca por sus bajos costos de producción y la frescura de su propuesta, al exponer la experiencia de una niña de edad escolar que sufre las burlas de sus compañeros, debido a su nombre y apellidos palíndromos: Anina Yatay Salas.
En realidad, lo del juego de palabras es solo un pretexto para mostrarle a los más chicos cómo superar algunos ejemplos que dan los adultos y que no están tan buenos. Como el nombre de Anina, todo tiene su juego de espejos. La maestra bondadosa tiene como contrapuesta a otra  más severa e injusta. Las vecinas que cotillean sobre la vida de los otros tienen como contrapartida a los padres de Anina, que entre juego y juego van explicándole a la niña por qué senderos debe recorrer el camino de la infancia. Por supuesto que entre los chicos también habrá los respectivos confrontamientos, por lo que entre la amiga y la enemiga de Anina se tenderán algunos lazos que en una primera instancia serán conflictivos, pero gracias a una prueba a la que las somete la directora del colegio, se establecerá una larga espera que servirá para poner las cosas en su lugar.


10 mayo 2013

A Hijacking. Tobias Lindholm. Dinamarca, 2012

Liliana Sáez


Una de las mejores propuestas del Bafici es este film danés que trata del secuestro de un barco holandés por parte de piratas somalíes frente a las costas de Bombay.
Con intertítulos que van indicando el paso del tiempo de cautiverio, se nos narran las peripecias de los 134 días, a través de tres protagonistas claramente identificables. El gerente de la compañía naviera, que se desplaza en los escasos metros de una oficina clara, muy luminosa, y rodeado de sus asistentes y un asesor que le va indicando qué hacer. El interlocutor de los piratas, un intérprete y negociador que sabe cuándo y cómo presionar para lograr obtener el mejor resultado para sus clientes. Y, finalmente, el cocinero del barco, a quien los somalíes han elegido como prueba de vida de la tripulación.
Estos tres personajes son muy diferentes entre sí, también realizan tareas totalmente disímiles. Sin embargo, estarán enlazados a través de la narración y serán definidos por los espacios que habitan y los diálogos que establecen en una comunicación donde más que el riesgo de vida está en juego el valor material del barco.


08 mayo 2013

Stoker, Park Chan-wook, UK, 2013

Liliana Sáez



La cámara sobre el asfalto, una mujer atraviesa la ruta y se detiene a la vera del camino. Dice estar vestida con la blusa de su madre, el cinturón de su padre y los zapatos que le ha regalado su tío. La falda negra flota al viento mostrando unas piernas bien plantadas, mientras en off escuchamos decir que cuando se entiende que las cosas no son como parecen (la cámara panea a unas, más adelante, significativas flores blancas con pintitas rojas) se es libre, y que cuando se es libre, se ha crecido.
La misma escena cerrará el film y al hacerlo, cobrará un nuevo sentido. Así que Stoker se desarrolla a través de un largo flashback que comienza cuando India cumple dieciocho años. Ese mismo día su padre muere en un accidente y conoce a su tío Charlie, quien vendrá a mover aún más las estructuras de una familia inestable. Park Chan-wook resuelve la narración limpiamente, con suma belleza y elegancia. Una torta de cumpleaños con sus velas encendidas es ahogada por una campana de vidrio, mientras en la banda sonora se oye repicar el teléfono. Acto seguido: el funeral y la presencia del extraño de sonrisa enigmática.
Es cierto que en el filme hay trazos del cine de Alfred Hitchcock, también que existe la obsesiva idea de la venganza típica de Park Chan-wook. Stoker nos regala un poco más de una hora y media en que la atención no se distrae, no sólo siguiendo los pormenores de la trama, que son finamente escamoteados apelando a la participación activa del espectador, sino por la belleza de su composición y por la permanencia de un estilo que camina al borde de una oscuridad atemorizante.

05 mayo 2013

Centro Histórico (Histórias do cinema), Aki Kaurismaki, Pedro Costa, Víctor Erice y Manoel de Oliveira. Portugal, 2012

Liliana Sáez




A través de un homenaje a Guimarães como Capital Europea de la Cultura 2012, la ciudad cuna de Portugal fue motivo para que cuatro directores europeos nos brinden un filme que condensa su visión del Viejo Continente en crisis. El proyecto  aunó las voluntades del finlandés Aki Kaurismaki, de quien últimamente hemos visto Le Havre (2011), esa maravillosa obra fría y austera, que tanto caracteriza a su autor; del portugués Pedro Costa, el mismo de Juventud en marcha (2006); del español Víctor Erice, según mi punto de vista, el mejor director español desde siempre, a pesar de su escasa pero grandiosa obra, esta vez en el tono documental de la detenida y contemplativa El sol del membrillo (1992); y, finalmente, ese incansable y centenario, aunque cada vez más joven director lusitano, que es Manoel de Oliveira, autor de El extraño caso de Angélica (2010).

O taskeiro se titula la historia tragicómica de Kaurismaki, que nos narra la rutina diaria de un tabernero que hace las veces de dueño, personal de limpieza, mozo y cocinero en una tasca ubicada en el casco histórico de Guimarães. Con escasos recursos, este personaje (interpretado por Ilkka Koivula, el Italiano de Le Havre) debe hacer sobrevivir un negocio que está en franca decadencia frente a un restaurante que atrae por su menú a gran cantidad de turistas. En la búsqueda por sobrevivir, en lugar de cambiar la calidad de sus míseros platos, lo que hace es cambiar el nombre con que los denomina y el precio que cobra por ellos. Una pequeña pintura de los tiempos que corren en una Europa en crisis. Su autor la define como “una historia triste”, y sí que lo es, porque habla de la soledad del hombre, de su ubicación en la sociedad y de las armas tramposas a las que acude para sobreponerse a las dificultades.



04 mayo 2013

5 Broken Cameras, Emad Burnat y Guy Davidi. Palestina/Israel/Francia, 2012


Liliana Sáez

 

Nominado al Mejor Largometraje Documental para los Oscars 2013 y distinguido con el premio al  Mejor Director por el Sundance Festival, 5 Broken Cameras ha iniciado su recorrido fuera de las fronteras palestinas para instalarse como una denuncia y un reclamo internacional. Como anécdota, al director palestino y a su familia los demoraron en migraciones cuando fue a presenciar su participación en la entrega de premios de la Academia, porque no entendían qué tenía que hacer un palestino en Estados Unidos.
Emad Burnat vive en Bil in, hoy ubicada a cuatro kilómetros de la Línea Verde que la separa de los espacios ocupados por Israel desde la Guerra de los Seis Días. A Emad le gusta la fotografía y desde niño soñaba con tener una cámara. La obtuvo en 2005, cuando nació su último hijo. Su deseo era registrar los avances del pequeño, su entorno familiar y amistoso. Pero lo alcanzó la realidad y un día enfocó hacia el paisaje y registró cómo las topadoras sacaban de cuajo los olivares, principal medio de vida de la aldea. Desde entonces se convirtió en un activista pacífico que iba registrando cada atropello de los colonos.
Emad puede dividir la historia de su militancia política en cinco partes (las cinco cámaras que ha tenido y que han sido rotas sistemáticamente por los soldados israelíes), que tienen que ver con el crecimiento de sus hijos y, coincidentemente, con algún hecho que ha marcado su historia con huellas profundas: un avance más cercano de la valla que va restringiendo su territorio, la detención de sus hermanos, la muerte del amigo, su propia captura y una operación quirúrgica que le ha dejado una cicatriz a lo largo de su torso, como terrible recuerdo de la fragilidad de la vida. Ha registrado la vida del pueblo y de sus habitantes más cercanos, sus miedos y su valor, las preguntas de los más chicos y la concientización que llevan a cabo los padres.

02 mayo 2013

Bafici 2013

Liliana Sáez



Bafici no sólo es un festival que ya se ha consolidado como la alternativa que esperamos cada año para ver ese cine que se da a conocer en grandes festivales, vedados para la mayoría de los que vivimos alejados de las grandes ciudades que los celebran. Es también para quienes formamos parte de EL ESPECTADOR IMAGINARIO un punto de encuentro, teniendo en cuenta que los que colaboramos con la revista vivimos en distintos países y que, generalmente, “competimos”, en el buen sentido de la palabra, por ver este o aquel estreno.

Entre la función de apertura, donde se proyectó la chilena No (Pablo Larraín) en homenaje al país invitado y la clausura con la francesa Au bout du conte (Agnes Jaoui) pasaron más de cuatrocientas películas: muchas argentinas, muchas reposiciones de festivales pasados, pero gran cantidad de propuestas que nos han impresionado ampliamente, como podrán comprobar al leer nuestras reseñas y críticas. Todas ellas eran presentadas con los cortos institucionales rodados por Pablo Trapero, tres filminutos que tienen en común el descaro de la cámara para incursionar más allá de lo convencional, de meterse en el medio de la escena para develar la fantasía: Mar, en una onda familiar, tiene que ver con la iniciación y el descubrimiento; Tierra, donde el hombre debe entendérselas con el ganado, una serie de inquietantes imágenes sobre la tarea brutal del campesino; y, finalmente, Cielo, realizada con imágenes de archivo del backstage de Gatica el Mono, la película de Leonardo Favio, cineasta sobresaliente del cine argentino que, en esta oportunidad es homenajeado por Trapero con imágenes del mundo del boxeo. Su homenaje a un director tan genuino y reconocido cierra con Favio en un momento de descanso, mientras se oyen merecidos aplausos que, finalmente, terminarán confundiéndose con los del público de la sala.

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01 mayo 2013

Elías Querejeta, un productor esencialmente español

Liliana Sáez



Elías Querejeta es sinónimo de producción. Un caso extraordinario en el panorama del cine español desde el tardofranquismo a la actualidad, no sólo por la cantidad de películas que ha financiado, sino sobre todo por la calidad de muchas de ellas, fundamentales de la cinematografía de la península.
En sus inicios está la voluntad de dedicarse al guión y a la dirección. Tras un tímido intento compartido con Antonio Eceiza, en 1963 ingresa como productor ejecutivo al equipo de trabajo de Jorge Grau, que estaba filmando Una noche de verano. A partir de allí iniciará una trayectoria como productor que lo situará fundamentalmente junto a Carlos Saura y Víctor Erice.
Es posible que ninguno de ellos hubiera alcanzado la estatura que tuvieron en los años setenta si no hubieran sido apoyados por este coloso de la producción, que se animó a sostener un cine intelectual que ficcionaba su mensaje político en guiones que obligaban a leer entre líneas para eludir la censura franquista.
Decir que Saura le debe la producción de su múltiple cinematografía tardofranquista, es poco. Con él caminó los senderos del fin de la dictadura y de la transición. Y hoy, nuevamente, después de cerca de treinta años de haber recorrido rutas diferentes, vuelven a unirse para realizar 33 díasun filme que recreará las jornadas en que Picasso pintó el Guernica. El tema y el reencuentro de estos dos socios en la cinematografía nos dejan en suspenso y expectantes por ver si Saura vuelve a aquellas propuestas jugadas o si prefiere quedarse en la comodidad con que ha filmado durante la democracia.